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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Espinosa de los Monteros en el bar de barrio: Vox agita el miedo al otro

Víctor Honorato

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Las lonjas de Moratalaz son tres amplias explanadas entre bloques de viviendas del distrito homónimo, en el este de Madrid. En los 80, en los años de la droga, eran una zona conflictiva. Hoy están trufadas de terrazas y locales de hostelería, y el mayor problema en los últimos años han sido las quejas vecinales por los ruidos. Ya no quedan bancos para sentarse, pero las tardes de los fines de semana se ven carritos de bebé y niños jugando, muchos ellos hijos de la emigración reciente, que esta tarde le daban patadas a los pelota mientras los padres observaban plácidamente. En el sótano de uno de los bares, al mismo tiempo, el portavoz parlamentario de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, se quejaba ante unos 50 simpatizantes de que España vive amenazada “por los que vienen de fuera” y por los que ya estaban dentro “pero no la quieren defender”.

Vox eligió para su incursión en los barrios populares un bar que ya visitó en campañas anteriores. La fachada del local amaneció pintarrajeada con mensajes que criticaban la supuesta explotación de sus trabajadores y acusaban a Vox de fascista. Por la tarde había un par de furgonetas de la policía nacional por si había algún incidente que no se produjo, pero que sirvió de gancho a Espinosa para empezar su discurso. Se entiende que los empleados del establecimiento, en su mayoría de origen latinoamericano, no eran el blanco de los ataques del político, que distinguió a los extranjeros “que vienen a trabajar” de los que vienen con intenciones aviesas. También los menores no acompañados, cuya maldad no es intrínseca, según razonó, sino sobrevenida por las penurias que pasan, “y por eso no hay que extraerlos de sus lugares de origen”, engatusándolos con el mensaje de “ven aquí que lo vas a tener todo hecho”.

El diputado, desenfadado, estuvo un rato defendiendo que la civilización occidental es “superior”, pero dedicó la mayor parte de su tiempo a señalar al PP por su pretendida flojera ideológica. “Estamos muy cerca de conseguir que sigan dependiendo de nosotros”, dijo a los presentes, tras defender, con semblante serio, que la ley de identidad y expresión de género de Madrid, que data de 2016, pone a los padres en peligro de perder la custodia de sus hijos si se niegan a que se les hormone.

La educación que se da hoy a los niños, en Madrid y en España, forma jóvenes, según Espinosa, “frágiles” y no “fuertes”, como convendría a la patria. Deberían ser los padres, los profesores y los programas curriculares, más parecidos a los de Corea del Sur, país que dijo admirar desde niño, cuando iba al colegio privado y unos alumnos coreanos hacían los deberes en el autobús, en vez de perder el tiempo como el niño Iván y sus amigos.

El acto tenía un carácter distendido, y Espinosa bromeaba con que el bipartidismo ideal sería el que representaría Vox como “centro derecha” y PP “como centro izquierda”, si bien en el ayuntamiento de Madrid, su partido no se iba a “dejar engañar” por José Luis Martínez-Almeida, el alcalde, como sí parece ser que los engañó en 2019 para conseguir ser elegido en la corporación municipal.

La Agenda 2030 y Mao

Espinosa habló durante tres cuartos de hora antes de dar paso a las preguntas. Un señor le afeó no haberse referido en todo ese tiempo a “la bicha de Occidente”; esto es, Pedro Sánchez. Otro asistente, que se identificó como “Luis, venezolano” lamentó que los inmigrantes “ilegales” dañen a los “legales”, como él. Finalmente, un tercer interviniente sacó un tema habitual en estos foros, pero que hasta el momento había quedado soslayado: la Agenda 2030. Justo en ese momento bajaba al sótano Rocío Monasterio, candidata a presidir la comunidad de Madrid, que dio la réplica: “Es como el libro de Mao de los comunistas, te lo aplican en todo”. Entre estos males, el bulo, a cuenta de acercar los servicios a los barrios, de que se pretende que los vecinos no puedan salir de su vecindario. “Uno quiere coger el coche y acercarse a Madrid y va con miedo”, advirtió. 

El acto se cerró con aplausos. Un espontáneo había gritado minutos antes “una, grande y libre”, pero el resto no le hizo caso. Afuera, anochecía, los niños ya no jugaban, pero las terrazas seguían llenas.