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Opinión - El pueblo es quien más ordena todavía. Por Rosa María Artal

Salt, el municipio catalán con concejales de Vox que los ignora en el pleno y combate en la calle

Una familia pasea por la calle en Salt

Pau Rodríguez

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“Aquí no hay un problema de convivencia. Ayer cerré las ventanas para no escucharles ni cabrearme”. Sandra Cornellà vive frente a la plaza del Veïnat de Salt, donde el día anterior Vox celebró un mitin electoral con un fuerte despliegue policial que acabó en algún altercado. “En mi edificio la mayoría son familias extranjeras, ¿y qué? Es gente que busca una vida mejor”, comenta esta vecina.

Es miércoles en Salt, día de mercado. En la plaza donde hizo su acto el partido de extrema derecha, con su secretario general, Ignacio Garriga, como invitado, la tranquilidad contrasta con el trajín de la calle Major, donde los puestos de ropa y de verduras atraen al vecindario. “¿Vox? No sabía que vinieron ayer… No me interesa lo que digan”, comentan Nana y Wiam. Nacidas ambas en Salt, estas dos jóvenes de 22 años son de familia marroquí y les toca votar por segunda vez. No saben si lo harán ni por quién. 

Desde las elecciones de 2019, Salt es el único municipio de Catalunya con presencia de concejales de Vox. Esta población de casi 30.000 habitantes, limítrofe con Girona, tiene unos elevados índices de pobreza y de inmigración que hacen que el discurso de Vox sea permeable en algunos vecinos. Pero no es algo nuevo. En el pueblo hay concejales abiertamente xenófobos desde 2011, cuando entró por primera vez la extinta Plataforma per Catalunya (PxC). 

Los actuales tres ediles de Vox, con Sergi Fabri a la cabeza, son exactamente los mismos que tenía PxC el mandato anterior. El techo electoral de la extrema derecha en Salt son los 1.161 votos que sacaron en 2011, el 14% del censo, dos puntos por encima de los comicios de 2019. “Desgraciadamente en Salt padecemos su discurso desde hace más de una década, pero por suerte no ha crecido. Veremos ahora qué ocurre”, constata Jordi Viñas, el alcalde de la localidad por ERC.

A partir de este 28 de mayo, Salt dejará de ser el único municipio catalán con presencia de Vox, que aspira a entrar con fuerza en el área metropolitana de Barcelona. Pese a contar con su única presencia municipal en Catalunya, Vox no ha dedicado mucha atención a Salt durante el mandato. Solo una vez ha visitado Santiago Abascal la localidad, en 2021, y también fue recibido con una manifestación de protesta. 

Desgraciadamente en Salt padecemos su discurso desde hace más de una década, pero por suerte no ha crecido

Jordi Viñas Candidato de ERC

Con un 40% de población nacida en el extranjero, principalmente en Marruecos y en Gambia, Salt es uno de los municipios con mayor diversidad de Catalunya. La pluralidad de orígenes es una realidad demográfica en el pueblo, que vivió esta transformación hace quince años.

Entidades y políticos niegan que en Salt haya más conflictos de convivencia que en otros lugares, pero sí señalan otros problemas más graves con los que el pueblo tiene que lidiar: el acceso a la vivienda y la pobreza. Salt es el quinto municipio con menor renta por habitante de Catalunya: 12.000 euros anuales. 

No existe un manual al que acogerse para evitar el crecimiento de la extrema derecha. O para rebatir su discurso. En Salt, resulta curioso comprobar cómo en el plenario municipal los partidos se organizaron para ignorar a Vox, mientras que en las calles entidades como el Espai Antiracista han optado por la vía de la confrontación con el partido ultra. 

“En 2019 todos los partidos pactamos no debatir las mociones que presentasen ellos e íbamos directos a la votación, así no les dábamos bola”, explica Joan Martín, concejal del PSC. El candidato a la alcaldía por los socialistas defiende su estrategia siempre que sea “consensuada”.

“Todo acuerdo contra el fascismo y la xenofobia para evitar que generen conflicto es positivo, yo creo que ha sido útil”, agrega Viñas, que destaca que de cara a esta contienda electoral los partidos han pactado que nadie aceptará los votos de Vox para la investidura. 

En los plenos, describe el concejal socialista, los ediles de Vox se han centrado en hablar de seguridad y criminalidad, más que en otros aspectos del ideario del partido como los discursos xenófobos o la bandera contra el feminismo. “En el Ayuntamiento, su actitud es más bien pasiva”, remacha Martín.

“Lo que han entendido es que para ellos es más favorable no hacer discursos muy elaborados, sino sencillamente explotar la idea de la amenaza”, arranca Mosta Shaimi, profesor de Ciencias Políticas de la Universitat de Girona e integrante de la plataforma local Espai Antiracista.

“No lo hacen tanto en términos culturales sino de convivencia, apelando a la delincuencia, el incivismo y las ocupaciones. Explotan hechos concretos, como una pelea a las doce de la noche. Esto en términos locales tiene mucha potencia”, advierte este activista. 

Explotan hechos concretos, como una pelea a las doce de la noche. Esto en términos locales tiene mucha potencia

Mosta Shaimi Profesor de Ciencias Políticas e integrante de Espai Antiracista

El Espai Antiracista se ha caracterizado por confrontar la presencia de Vox en las calles. Shaimi y otros tres activistas fueron denunciados en 2017 por los todavía concejales de PxC por delitos de odio y contra el derecho de reunión porque organizaron protestas contra la formación. Fueron absueltos. “Hemos optado por la confrontación, por hacerles la vida imposible y no normalizarlos, pero dentro del juego democrático”, argumenta Shaimi. 

Para este activista, más allá de las políticas de integración social que se puedan hacer, no hay forma más efectiva de desarticular el discurso de Vox que mejorar las condiciones de vida de la población. Y pone un ejemplo. “Si no dignificas la vida de la gente, la miseria puede provocar que alguien ocupe un piso de noche. Y que la vecina, que escucha golpes y palabras en un idioma que no conoce, se sienta insegura. Y luego a ver quién es el guapo que la convence de que se trata de un problema estructural de vivienda”. 

Además, existiría otra vía para combatir el avance de la extrema derecha, y es que las personas de origen extranjero pudiesen votar. “En Salt, más de uno de cada tres adultos no puede votar. Es un fraude democrático y de representación”, agrega.

Mayor penetración en redes sociales

Orillados en el plenario municipal y combatidos en las calles de Salt, donde Vox sí ha logrado hacer avanzar su discurso con comodidad es en las redes sociales. Con música épica de fondo, la cuenta de TikTok del alcaldable destaca por los vídeos en los que se graba en edificios de viviendas ocupadas o confrontando a activistas antirracistas, siguiendo el patrón que tanto resultado da a otros políticos extremistas.

“Lo sigo en Facebook y lo están boicoteando. ¿No hay libertad de expresión?”, se queja una vecina, Dolores, que asegura que le votará este domingo. “Yo tengo amigas marroquíes y gambianas que trabajan conmigo, pero el problema son los ilegales, que solo traen problemas”, opina. Y eso que ella, añade desde la plaza del Veïnat, no suele simpatizar con Vox por considerarlos “demasiado radicales”.

A pesar de los esfuerzos de Fabri para no aparecer como un ultra y así ampliar su base, lo cierto es que su número dos, Sergio Concepción, cumple a rajatabla con este perfil. Anteriormente militante de PxC, es afín a los radicales del Espanyol Brigadas Blanquiazules y en 2013 viajó a Grecia junto a otros miembros del partido xenófobo catalán para reunirse con la formación neonazi Amanecer Dorado.

Nana y Wiam, de 22 años, también conocen a Fabri de las redes sociales. Siguen una página de Facebook del pueblo que creó y que tiene miles seguidores. “Entro porque hay mucho cotilleo, pero luego veo comentarios racistas que me acaban cabreando”, dice Wiam. “Son cosas que a veces te dan igual, pero en general que nos metan a todos en el mismo saco duele”, opina esta joven.

Salt, del tópico al ejemplo

“En general cuando se mira a Salt se hace desde el racismo. Se tiende a pensar que al haber muchos inmigrantes habrá situaciones de conflicto, y lo cierto es que muchos municipios con porcentajes crecientes de población extranjera podrían mirar a Salt como ejemplo de cosas que se hacen bien”, opina Mohammed El Amrani, presidente de la asociación Azahara de innovación social.

Se intenta crear una mala imagen mediática de Salt, pero lo cierto es que cuando te fijas bien, estamos ante una historia de precariedad y pobreza

Mohammed El Amrani Presidente de la asociación Azahara

Pese a que suele aparecer en los grandes medios de comunicación cuando se habla de inmigración o de extrema derecha, Salt es referente para otras ciudades en proyectos como Juguem, una especie de extraescolares gratuitas que llena cada día del año todas las plazas del pueblo con actividades.

Para el alcalde, Jordi Viñas, otro ejemplo es el hecho de haber comprado hasta 200 pisos para alquiler social –casi un 2% del parque de vivienda –, lo que les valió los elogios del Defensor del Pueblo. Aunque tiene problemas graves de acceso a la vivienda, Salt no se parece a los barrios periféricos más depauperados de urbes como Barcelona. Con una densidad mucho menor, todavía conserva algunas esencias de pueblo.

Ahora el Ayuntamiento tiene además el punto de mira en un macroproyecto que cree que supondrá un salto para el municipio: acoger el nuevo Hospital Josep Trueta, el mayor de la provincia, y el campus universitario de Medicina y Enfermería que moverá a 5.000 personas.

“Se intenta crear una mala imagen mediática de Salt, pero lo cierto es que cuando te fijas bien, estamos ante una historia de precariedad y pobreza”, argumenta El Amrani, que se muestra optimista y añade: “A veces creo que subestimamos la capacidad de la gente en lugares como Salt para entender con el tiempo que la extrema derecha no va a solucionar sus problemas reales”.

“Lo que no hay que hacer es pensar que puedes combatir a la extrema derecha con los discursos paternalistas hacia los inmigrantes de los años 90, sino comprendiendo y solucionando las preocupaciones de los jóvenes, que son una generación totalmente precarizada”, concluye.

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