El PP de Feijóo se 'baroniza'

Aitor Riveiro

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La madrugada del 23 al 24 de febrero será recordada como un momento clave en la historia del Partido Popular. Aquella noche, los barones autonómicos del PP se encerraron con su por entonces presidente, Pablo Casado, en la segunda planta del número 13 de la calle Génova de Madrid. Entraron en la sede nacional el miércoles por la tarde y no salieron hasta que Casado no firmó su sentencia de muerte, pasada la una de la mañana del jueves. El primer líder del PP elegido tras un proceso de primarias fue apartado por un órgano inexistente formado por los jefes del partido en cada comunidad autónoma, quienes además encumbraban esa misma noche a uno de los suyos: Alberto Núñez Feijóo. Todo atado.

Lo que podía ser una forma de solucionar por la vía urgente una situación de emergencia absoluta, la intervención de los dirigentes territoriales para tomar el control del partido, ha ido tomando forma en las últimas semanas y se ha constatado como una realidad en el XX Congreso Nacional que ha ratificado al dirigente gallego al frente del partido. De un partido acostumbrado a un mando vertical en el que los barones raramente se convertían en versos libres, salvo excepciones puntuales y conocidas, a otro que pone el énfasis en el reparto territorial de cargos internos.

Un ejemplo: en la nota de prensa en la que el PP informó de las propuestas de Feijóo para el Comité Ejecutivo y la Junta Directiva, cada nombre estaba acompañado del territorio al que representa. Así lo hizo también cuando se anunció el Comité Organizador del Congreso, donde cada comunidad tuvo su cuota.

Pero hay más. Nada más anunciar su candidatura al congreso, el gallego comenzó una gira que le llevó a recorrer todas las comunidades autónomas en un par de semanas. En cada lugar compartió acto público con el líder autonómico de turno. Unas semanas después, lo primero que hizo Feijóo tras ser confirmado presidente del PP por el 98% de los compromisarios presentes en el cónclave de Sevilla fue irse a comer con todos los presidentes autonómicos del PP. A la cita estaba invitada, esta vez sí, Isabel Díaz Ayuso. La jefa del Ejecutivo madrileño no es presidenta del partido en la región, a su pesar, por lo que no estuvo en la última cena de febrero. Pero sí en la primera comida de Feijóo, que quiere pasar página cuanto antes de la guerra interna que terminó antes de tiempo con el mandato de Casado, enfrentado a la lideresa madrileña precisamente por el control de la organización en la región.

Un rato antes de esa comida en uno de los restaurantes con más solera de la capital andaluza, Feijóo saludaba desde el escenario del auditorio del Palacio de Congresos de Sevilla, ya como presidente, a los más de 3.000 compromisarios que le habían entregado el poder del partido. A su lado, la secretaria general, Cuca Gamarra; el coordinador general, Elías Bendodo (hombre fuerte del PP andaluz); los expresidentes Casado y Mariano Rajoy; y los otros cinco presidentes de Gobierno autonómico que tiene el PP: el anfitrión, Juan Manuel Moreno (Andalucía), Isabel Díaz Ayuso (Madrid), Fernando López Miras (Murcia), Alfonso Fernández Mañueco (Castilla y León) y Juan Jesús Vivas (Ceuta).

Y un detalle más. Antes de irse de Sevilla, Feijóo tuvo tiempo de hacer otro gesto hacia los líderes territoriales del partido. Tras el primer Consejo Ejecutivo Nacional que confirmó su primer Comité de Dirección, la nueva ejecutiva y los barones enfilaron hacia la Plaza de España, una amplia y monumental explanada semicircular, punto habitual de migración de turistas y donde se pueden encontrar los escudos de las provincias españolas (o las que había cuando se construyó, hace casi un siglo).

Varios gestos que, por separado, podrían no significar nada. Pero vienen amalgamados por diferentes declaraciones y decisiones de Feijóo y su equipo que muestran un intento del presidente de pacificar los territorios, incendiados por la gestión del número dos de Casado, Teodoro García Egea. Las críticas contra el ex secretario general fueron furibundas durante todo su mandato, especialmente en la última parte, cuando estalló el enfrentamiento con Ayuso.

El PP “debe estar al servicio de los territorios y respetar sus estructuras locales, provinciales y autonómicas”, dijo el todavía portavoz del Senado, Javier Maroto. Feijóo es “un hombre que cree en los territorios y en los presidentes autonómicos”, dijo el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco. O el propio Moreno, quien en su discurso el sábado dijo: “Te pediremos lo que nos corresponde”.

El propio Feijóo hizo un alegato en su discurso ya como presidente a la integración de todo el partido. “No creo en adanes, caudillos ni salvadores”, dijo, para señalar que él prefiere “trabajo común, fuerza colectiva y unidad del partido”. “Divididos y endiosados están otros partidos. Así no se consigue nada. Pero sumando juntos podemos conseguir lo que nos propongamos”, dijo. El dirigente también hizo una defensa de la riqueza lingüística de España, con una parte de su alocución en gallego. “Las lenguas no se combaten, se respetan. No están para enfrentar, sino para unir”, aseguró.

La importancia de los territorios también ha quedado de evidencia con la confección de la nueva dirección. Primero, porque se ha confirmado el “eje Galicia-Andalucía” que el propio Feijóo avanzó en su discurso del pasado viernes. Segundo, porque si antes las presencias y ausencias se medían por la influencia que obtenían determinadas personas no necesariamente relacionadas con un territorio (en el caso de Rajoy, por ejemplo, los de Soraya Sáenz de Santamaría y los de María Dolores de Cospedal), ahora todo se mide por la procedencia.

Así, la noticia del domingo fue que Ayuso queda diluida en el primer núcleo de poder de Feijóo. Pero eso no implica que Madrid quede fuera: el senador Pedro Rollán, exalcalde, exconsejero e incluso expresidente regional accidental, sí está en el Comité de Dirección. De hecho, de las cinco viceconsejerías, dos de ellas están dedicadas a los territorios. La de Organización Territorial, dirigida por el que ha sido mano derecha de Feijóo en el PP de Galicia, Miguel Tellado; y la del propio Rollán, al frente de Coordinación Autonómica y Local. Las elecciones de mayo de 2023 están señaladas con rojo y muchos signos de exclamación en la agenda del gallego.

Una de las primeras decisiones de Feijóo ha sido la de encargar a Tellado y Bendodo un “análisis” sobre la situación interna del partido en los territorios, con especial atención a aquellas cuyas direcciones están pendientes de renovarse. Madrid, pero no solo: Extremadura, La Rioja, Navarra, Murcia, Asturias o Cantabria tienen que celebrar congresos en las próximas semanas.

El objetivo es pacificar los territorios. Que todos estén cómodos. De momento, Ayuso ha optado por no mostrar su enfado por no tener a nadie afín en el Comité de Dirección. Sabe que Feijóo le dará vía libre para dominar Madrid y eso es más de lo que le garantizaba Casado. Mucho más. Tampoco Mañueco, embarrado en el acuerdo de coalición con Vox. O López Miras, paisano y aliado de Egea hasta que su caída fue inevitable.

Todos esperan al reparto del segundo anillo de poder: las secretarías de área. Además, Feijóo va a repensar las portavocías parlamentarias. El gallego puede aprovechar para terminar de pulir el reparto territorial. Que todo el mundo esté contento y se sienta representado. Porque ya avisó de que si falla en 2023, espera que su partido le dé otra oportunidad. “Es nuestra última bala”, dijo algún alto cargo del PP camino de Sevilla. “Es irreversible”, advirtió el padre Aznar a todo el partido en su discurso. Aunque todos saben que los partidos no suelen funcionar así.

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