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El mar se 'traga' a ritmo de récord el calor atrapado por el efecto invernadero y ceba así los episodios climáticos extremos

Raúl Rejón

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El mar se recalentó en 2020 más allá de lo que nunca ha sido medido. Los océanos acumularon el calor atrapado por los gases de efecto invernadero a un nivel de récord, lo que ceba la bomba de episodios extremos que se alimentan del agua cada vez más cálida.Por ejemplo, los huracanes.

El mar absorbe el 90% de todo el calor rebotado en la atmósfera por la costra de gases como el CO2, el metano o el óxido nitroso, en gran parte emitidos por la acción humana. El año pasado, toda esa energía que se tragó superó el anterior récord que solo tenía un curso de vigencia. El calor atrapado por las aguas marinas se mide en zetajulios (ZJ) –cada uno supone mil trillones de julios–. En 2020 se llegó a 234 ZJ por encima de la media histórica, unos 20 más que en 2019, según las mediciones recogidas por un equipo científico internacional y publicadas en Advances in Atmospheric Sciences.

La cantidad de calor contenido en los primeros 2.000 metros de profundidad de los océanos del planeta no ha parado de crecer desde la mitad del siglo XX. El incremento va a una tasa de 5,7 ZJ al año. Pero, además, la aceleración es especialmente pronunciada desde 1980. El promedio desde 1986 se va a los 9,1 ZJ. Más allá de los datos exactos –cuya precisión puede variar en una tarea compleja como es abarcar todo los mares–, supone una cantidad enorme de energía que se acumula en el agua.

Esa energía contenida alimenta las tormentas tropicales y los temporales costeros que tanto impactan en la vida de una gran parte de la población humana. También altera los patrones de precipitación, lo que ocasiona sequías y puede derivar en explosivos incendios forestales. “El calentamiento a largo plazo del océano es un indicador crucial del estado del sistema climático, tanto pasado como presente”, explican los investigadores liderados por el chino Lijing Chang y el estadounidense John Abraham.

Para ilustrar cómo se está exacerbando este fenómeno, basta con ver que los cinco años con más calor acumulado por el mar desde 1955 se concentran en el último lustro. En orden descendente son: 2020, 2019, 2017, 2018 y 2015.

No es un fenómeno inocuo

Que el mar absorba y retenga calor, almacene energía extra y se recaliente, no es un fenómeno inocuo. La acumulación de energía en los océanos no se limita a una cuestión de métrica global. Tiene consecuencias para los ecosistemas y las poblaciones humanas. Observar el calentamiento de los océanos por regiones es “crucial y relevante para evaluar los riesgos para la población y la adaptación social”, indican los especialistas.

Así, el incremento de calor en la franja tropical del Atlántico norte, donde se generan los huracanes, ha sido persistente desde 1958. El calentamiento del océano “sobrecarga estas tormentas y exacerba el riesgo de daños y grandes inundaciones”, recuerdan Cheng y sus colegas.

2020 ha sido la temporada con más huracanes registrados, con 28. El listado preparado por lo meteorólogos se agotó y tuvieron que recurrir al alfabeto griego para seguir nombrándolos. Además, la energía desatada ha hecho que se califique este año como “extremadamente activo”. De igual manera, se ha comprobado científicamente que los huracanes son cada vez más fuertes. De manera que cuando tocan tierra, y comienzan la devastación de casas, infraestructuras y amenazan la seguridad de las personas, aguantan mucho más tiempo con grandes velocidades.     

La traducción a la vida cotidiana es que, en 2020, decenas de miles de personas han visto destruidas sus casas y se han multiplicado las pérdidas económicas. Solo en América central, el año pasado las tormentas han dejado 200.000 desplazados y la devastación ha generado pérdidas económicas de 41.000 millones de dólares.

España y el Mediterráneo no se salvan

Las mayores anomalías observadas en el calor del mar se dan en el Mediterráneo, “un punto caliente de las consecuencias del cambio climático por la densidad de población de su población costera”. 22 países rodean este mar casi cerrado, entre los que uno de los más relevantes es España. “Su cantidad de calor muestra un incremento robusto desde 1990, pero un aumento acelerado en la última década”.

Y con ese incremento se han multiplicado los impactos negativos. A los fenómenos meteorológicos violentos que golpean la costa de manera recurrente, se le une el incremento del nivel del mar y las mortandades masivas de la vida marina. Los estragos de las DANAS más recientes como la de septiembre de 2019 o las borrascas invernales como Gloria alimentan un ciclo ruinoso y recurrente de destrucción y reconstrucción del litoral español. La localidad murciana de Los Alcázares se hizo famosa por padecer tres inundaciones en cinco meses: un municipio del que huir por razones climáticas en la España de siglo XXI.  

Los picos de calor en las aguas del Mediterráneo están diezmando poblaciones al destruirse los hábitats en los que medran como sus arrecifes coralinos o los fondos marinos de gorgonias. El Mediterráneo es una fuente de recursos económicos tan fundamental que se ha convertido en el mar más esquilmado por la pesca comercial del mundo. La Oficina Española de Cambio Climático vaticinaba hace algunos años que “todo apunta hacia el empobrecimiento y una mayor vulnerabilidad de nuestros mares, junto con la disminución de su capacidad para absorber CO”. Los hechos van confirmando las observaciones más tempranas.

La evidencia científica ha demostrado que los océanos absorben casi todo el calor antropogénico que calienta el planeta y un tercio de las emisiones de carbono, la causa inicial de la alteración del clima. Esto “hace que amortigüen el calentamiento global [que sería más agudo si todo ese calor y gases estuvieran en la atmósfera]”, recuerdan los autores. “Sin embargo, la respuesta del mar ante esa acumulación supone un riesgo para los humanos y los ecosistemas. En otras palabras, el calor ya acumulado y el que previsiblemente se añadirá en los próximos años continuará afectando al clima, el nivel del mar y la vida marina”. La mutación de los océanos por la crisis climática vaticina desastres para la humanidad.