La última “locura perdida” de Géricault se esconde a plena vista en el Louvre

Junto a la puerta de entrada de la sala 941 del Museo del Louvre cuelga el retrato de un misterioso hombre con sombrero. Debido a su atuendo, típico de la región de la Vendée, tradicionalmente se ha considerado que el artista francés Théodore Géricault lo pintó tras una visita a esta zona del país, pero las pruebas halladas por el neurocientífico Javier Burgos indican que se trata de un cuadro aún más extraordinario.

Según los datos publicados este viernes por el investigador español en la revista The Lancet Neurology, esta obra situada en una zona de paso del museo parisino pertenece a la serie de diez retratos llamada “las monomanías”, con los que Géricault quiso reflejar la enfermedad mental y de los que hasta 2021 solo se conocían cinco. Pero el trabajo y la curiosidad inagotables de Javier Burgos le han llevado a ir completando este misterio hasta hallar otras tres obras (incluyendo esta) que se consideraban inexistentes o perdidas.   

Los rostros perdidos de la “locura”

Para entender esta historia de detectives debemos remontarnos al año 2017, cuando el neurocientífico valenciano escribió un artículo sobre Los retratos perdidos de Géricault. Allí relataba que entre 1822 y 1823, y después de culminar su obra maestra La balsa de la Medusa el pintor francés había retratado a una serie de enfermos en los psiquiátricos de París tratando de mostrar los diversos rostros de la “locura”: la envidia, la ludopatía, la fijación obsesiva, la cleptomanía y el rapto de niños. Se trataba de un encargo de los conocidos como “alienistas”, los médicos franceses pioneros en humanizar la enfermedad mental, lo que desde el punto de vista científico le daba un gran interés. 

En una carta publicada en 1863 por un famoso marchante de arte se citaban otros cinco cuadros de los que nadie había vuelto a tener noticia y Burgos fantaseaba con la posibilidad de encontrarlos. “Qué bello sería recuperar las pinturas ausentes, desvelar el misterio, conocer si los retratos perdidos de Géricault amplían la gama de locuras o, por el contrario, constituyen el más excelso experimento médico que ha aportado jamás el arte a la ciencia”, escribió. 

El investigador español ha conseguido identificar hasta tres de aquellos retratos perdidos y se acerca la resolución del puzzle completo

Seis años después, y tras un trabajo de investigación digno de una película de Hollywood, el investigador de la Universitat Jaume I, en Castellón, ha conseguido identificar hasta tres de aquellos retratos perdidos y se acerca la resolución del puzzle completo. Los dos anteriores, monomanía de La religión y la de La borrachera, los localizó en 2021 y 2022 en una colección privada italiana y en una galería de Versalles, respectivamente. El nuevo hallazgo, a diferencia de los dos primeros, estaba escondido a la vista de todos, en las paredes del museo de arte más visitado del mundo.

Otra pieza del puzzle

“Yo conocía este cuadro, pero no lo había asociado con las monomanías”, explica el autor del descubrimiento a elDiario.es. “Básicamente porque en el principal catálogo de la obra de Géricault, escrito en 1955, se descartaba directamente esta posibilidad”. En concreto, el libro Géricault and his work (Géricault y su obra), de Klaus Berger, dice textualmente que “aunque se relaciona estilísticamente con los cuadros de los enfermos mentales (…) este cuadro no pertenece a esa serie”.

Una vez publicados los dos hallazgos anteriores, Burgos regresó a este aparente callejón sin salida en busca de cabos sueltos. “Desde el principio me pareció que este cuadro se parecía mucho a la serie”, recuerda. “Me cuadraba la composición, el fondo neutro, el tamaño… ¿por qué dice Berger que no es?”. Entonces vio que el autor citaba el catálogo anterior de otro especialista, Solange Rene Doumic, y decidió acudir a la fuente original.

Yo conocía este cuadro, pero no lo había asociado con las monomanías. El catálogo más famoso decía que no era de la serie

“Para mi sorpresa –explica Burgos– descubrí que Doumic había escrito un artículo en el Boletín de los Museos de Francia en el momento en que el Louvre compró el cuadro, en 1938, y su primera hipótesis era que se trataba de una monomanía”. Esta vez el investigador no tenía que acudir a reuniones secretas con coleccionistas ni desentrañar el mensaje escondido detrás de un marco; la realidad la contaba el cronista de la compra del retrato para el Louvre. “Los otros cinco retratos los había comprado el Dr. Maréchal, quien los llevó a Bretaña”, dice el texto. “Es posible que el Vendéen fuera parte del lote de este último”.

“La cosas que ponen en los catálogos no siempre son ciertas”, sostiene Burgos. “Así que, aunque este documento dice que es una monomanía, todavía me hacía sospechar”. Fue entonces cuando acudió a los textos de los alienistas y encontró las pruebas que necesitaba para corroborar su hipótesis. En el tomo 2 de Des maladies mentales, de Jean-Étienne Dominique Esquirol, el investigador español encontró un caso clínico de la Vendée. “No me lo podría creer, pero parecía que estaba describiendo el caso concreto”, explica. El texto habla de un paciente de 30 años que de niño vivió las guerras de la Vendée (1793-1796) y desde entonces “no ha dejado de sufrir ataques de pánico”. 

Se trata de un paciente de 30 años que de niño vivió las guerras de la Vendée y desde entonces “no ha dejado de sufrir ataques de pánico

En la descripción, Esquirol asegura que se trata de un paciente “que no deja que le afeiten” y aporta fechas que coinciden: el cuadro se pintó en 1822 y es muy posible que el sujeto del retrato fuera un niño hacia 1793. Según Javier Burgos, se trata de un caso de estrés postraumático, una monomanía “causada por la política” que había sido descrita por los alienistas en este y otros textos.

La hipótesis cobra más fuerza si se tiene en cuenta que en el mismo texto, Esquirol hace referencia a otros tres pacientes que podrían ser los que dieron lugar a los retratos de la fijación obsesiva, la envidia y la ludopatía. “Dados los datos cronológicos (históricos, artísticos y médicos), la fuerte asociación con la monomanía que los psiquiatras atribuyen a las luchas políticas y la composición pictórica, creo que este retrato pertenece a la serie”, escribe. El misterioso hombre del sombrero es la tercera de las monomanías perdidas.

Un perspectiva más amplia

Este nuevo descubrimiento permite a Javier Burgos tener una idea mucho más definida de qué pasó con el lote de cuadros de Géricault y empezar a poner fin a un misterio que ha durado dos siglos. “De entrada, lo que se discutía era tan sencillo como si existían o no, y el hallazgo de tres de las cinco obras responde a esta pregunta”, argumenta. En su momento también se especuló con que, de existir, quizá eran parte de una serie que reflejaba el antes y el después de la enfermedad, como fue costumbre durante muchas décadas con los enfermos mentales. Pero el cuadro del hombre con sombrero lo pintó Géricault meses antes de morirse y la fecha la composición lo descarta. “Son los últimos cuadros que pinta en su vida, no le habría dado tiempo a pintar la recuperación”, asegura.

Para Víctor Mínguez, director de Departamento de Iconografía e Historia del Arte de la Universidad Jaume I (UJI), estamos ante un “hallazgo excepcional”. “Obliga a reescribir lo que sabemos sobre Géricault, porque estos cuadros algunos especialistas nunca los han visto”, asegura. El hecho de que esta última monomanía estuviera a plena vista en el Museo del Louvre — a escasos metros del cuadro de la monomanía del juego — muestra, en su opinión, que a menudo la mirada de los expertos está demasiado focalizada. “A veces una persona como Javier que viene del mundo de la biomedicina tiene una mirada mucho más abierta y puede ver cosas que los especialistas no vemos. Es toda una lección para aprender”.

Cada rostro retratado por Géricault es un viaje a las profundidades del ser humano

En opinión de este especialista en arte, cada rostro retratado por Géricault es “un viaje a las profundidades del ser humano”. “Estamos viendo la mirada del artista sobre un enfermo mental, sabemos que los mira con un rigor que pretende que sea absoluto, intenta descifrar desde el estado anímico a los sentimientos más profundos”, explica. “Y esta serie lo que pretende es aportar una visión artística sobre un problema científico que es la locura, es la primera vez que el arte está al servicio de la ciencia; Géricault está abriendo un nuevo camino”.

Inmaculada Rodríguez Moya, catedrática de Historia del Arte de la UJI, también cree que es un gran hallazgo y está convencida de que Javier Burgos terminará completando la serie. “Lo más interesante es cómo ha sabido cotejar muy bien los hallazgos con los escritos de Esquirol y Georget y las descripciones que ellos hacen en sus textos de algunos casos que son reales, porque eso es lo que hace Géricault, buscar pacientes reales y no arquetipos y hacer esta especie de retratos de la locura, que es excepcional en el siglo XIX”, señala. “Para mí es clave algo que repiten los alienistas, y es que cuando ves a estas personas parecen absolutamente normales si no les mentas lo que causa su trastorno”, explica Burgos. Y eso es lo que vemos en estos cuadros, personas como cualquiera de nosotros, solo que con una enfermedad. “Como los alienistas quieren tratarlos de forma humana, él los pinta como personas, no vestidos de locos como se había hecho hasta entonces”, subraya.

Como los alienistas, Géricault los pinta como personas, no vestidos de locos como se había hecho hasta entonces

¿Cuál fue el proceso que llevó a la ejecución de esta serie excepcional de retratos? Con todo lo que ha aprendido en este tiempo, Javier Burgos cree que cuando Géricault emprende la colosal tarea de pintar La balsa de la Medusa, conoce al médico que iba a bordo del barco, Henri Savigny, quien le pone en contacto con los alienistas para documentarse. Y ahí nace su obsesión. Como si fuera un juego de espejos, la historia se repite: Géricault se obsesiona con retratar a los enfermos mentales y es víctima de su propia monomanía, una obsesión paralela a la del autor de esta investigación, que no parará hasta encontrar los dos retratos de la serie que faltan. 

“Los grandes genios se obsesionan siempre con algo”, añade Rodríguez Moya, “y un encargo que podría haber sido puramente mecánico para que los alumnos de psiquiatría estudiaran, Géricault lo convierte en grandes obras maestras”. “El genio de la pintura se encuentra con el genio de la medicina y ambos realizan uno de los experimentos médicos y artísticos más excelsos de la historia, que cambió para siempre sus respectivas disciplinas”, resume Burgos. Gracias a su investigación exhaustiva, hoy tenemos la fortuna de poder mirar a los ojos a aquellos enfermos mentales recluidos en asilos parisinos. “Doscientos años después –concluye– podemos escrutarlos como lo hicieron Georget y Géricault, para seguir intentando comprender el sustrato de la enfermedad mental”.