Al papa Francisco se le atraganta el papel de las mujeres en la Iglesia católica

Este jueves, el Vaticano anunció la creación del primer equipo femenino de fútbol de la historia de la Santa Sede. El Papa ha nombrado a algunas mujeres para cargos en la Curia, y se espera que, en breve, designe a una de ellas para sustituir, nada más y nada menos, que al cardenal Pell, condenado por pederastia en Australia y todavía prefecto de Economía de la Santa Sede. Francisco ha denunciado la situación de las religiosas que viven como sirvientas de curas y obispos...

Sobre el papel, parece que algo está cambiando en la Iglesia católica en relación con la mujer. Sin embargo, la realidad es bien distinta. Bergoglio es un Papa mucho más progresista que Juan Pablo II o Benedicto XVI. Nada que ver con la acción papal del polaco y el alemán, que impusieron una rígida moral que colocaba a la mujer en un tercer plano en la Iglesia, resignada a abrir y cerrar los templos, limpiar la mesa o servir la comida a los sacerdotes. Es cierto que este Papa se ha chocado con declaraciones propias como “todo feminismo acaba siendo un machismo con faldas”.

Sin embargo, en lo tocante a la mujer, Francisco parece haber echado el freno. Y es que la cuestión de la plena igualdad de hombres y mujeres en la Iglesia es la gran asignatura pendiente de este pontificado. Hace tres años, durante un encuentro con religiosas de todo el mundo, el Papa pareció abrir una puerta al sacerdocio femenino –uno de los grandes tabúes de la Iglesia católica, junto al del celibato o la moral sexual–, ordenando la creación de una comisión para decidir si había cabida para diaconisas. Pero la marcha atrás ya está aquí.

La pasada semana, durante un nuevo encuentro con las superioras generales, Francisco enfrió las ilusiones de la apertura de la mujer al sacerdocio, cuyo primer paso sería ese diaconado. “Si el Señor no nos ha dado el ministerio sacramental para las mujeres, no va”, respondió el Papa ante la pregunta de una religiosa.

Diaconisas: de entrada, no

Bergoglio explicó que la comisión establecida terminó su trabajo sin acuerdo, y con pocos progresos. “Por ahora no puedo decidir nada sin una base teológica e histórica adecuada”, añadió, subrayando la importancia de “caminar en fidelidad a la Revelación. No podemos cambiar la Revelación”.

“Había diaconisas al inicio, ¿pero era ordenación sacramental o no? Y eso se discute y no se ve claro”, había dicho días antes, en el vuelo de regreso de Macedonia. Bergoglio parece haber agarrado a un vericueto teológico. Preguntado por los periodistas que cubrían el viaje, Francisco indicó que “las fórmulas de ordenación diaconal encontradas hasta ahora, según la comisión, no son las mismas para la ordenación del diácono masculino (…). No hay certeza de que fuese una ordenación con la misma forma y la misma finalidad de la ordenación masculina”. Vía muerta de momento.

Veto de la cúpula eclesiástica

Una respuesta que, para la teóloga Isabel Gómez-Acebo, esconde la verdad: “El Pontífice sabe que tiene un problema y que con la curia como está, más vale no tocarlo”. Y es que la Curia puede tolerar más sinodalidad, la participación de los laicos, una mayor transparencia en las cuentas e, incluso, dejar entrar a la mujer en puestos de responsabilidad. Pero tocar los sacramentos es terreno vedado, que podría llevar a un cisma. Lo que ocurre es que no hacer nada supondrá, a la larga, vaciar aún más las iglesias.

Porque las mujeres ya no se callan. Ellas, más de la mitad de los católicos de todo el mundo, exigen plena igualdad en la Iglesia para que deje de ser, en palabras del teólogo Juan José Tamayo, “uno de los últimos, si no el último, de los bastiones del patriarcado que quedan en el mundo”.

Desde hace algo más de un año, el #meToo también ha llegado a la Iglesia católica. Religiosas denuncian abusos, teólogas defienden la igualdad de género y el fin del patriarcado en la institución, monjas se unen a la huelga por el 8-M. En todo el mundo, se están dando iniciativas que dejan bien a las claras que ya basta de una Iglesia machista.

Huelga de misas

La última iniciativa se ha dado este mes en Alemania, donde las mujeres católicas han lanzado un boicot de una semana, en la que han suspendido su trabajo voluntario en las iglesias para protestar por su situación en la Iglesia.

El colectivo, denominado 'Movimiento Maria 2.0', concluirá este sábado en medio centenar de ciudades del país, en cuyas parroquias las mujeres no han realizado las tareas domésticas, pero tampoco han participado en las lecturas u otros ritos de la misa. En algunos lugares, incluso, se planteó una 'huelga de puertas cerradas', y muchas mujeres dejaron de ir a misa en señal de protesta.

Por su parte, un grupo de fieles francesas han enviado una petición vía change.org al Papa Francisco para exigir el fin de la discriminación contra la mujer. “Los derechos de las mujeres no son negociables”, clama el colectivo, organizado a través del

'Comité de Faldas'

Para la presidenta de la Asociación de Teólogas Españolas, Silvia Martínez Cano,“no se puede hacer reforma sin las mujeres, porque la cuestión de la mujer es estructural. Si abordamos el papel de las mujeres en la Iglesia, estamos abordando la estructura”. La teóloga sostiene que la institución tiene la obligación de “empoderar” a la mujer, “para volver a ese momento en que todas las personas eran iguales”.

“Nos queda muchísimo por hacer”, subraya. “¿Qué hay que hacer? Todo. Hasta el Concilio no formamos realmente parte de una Iglesia que se ha puesto en camino. Tenemos un recorrido muy corto, queda mucho que hacer. Estamos abriendo una pequeña puerta a un diálogo que tiene que ser más profundo y más grande”.

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