Un boceto de 1619 revela el origen del perro ladrador que aparece en 'La ronda de noche' de Rembrandt

Héctor Farrés

29 de septiembre de 2025 15:38 h

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El perro ladrador aparece casi escondido en La ronda de noche , prácticamente no se le ve, arrinconado entre figuras que parecen reclamar todo el protagonismo del lienzo. Su hocico entreabierto y la tensión de su postura recuerdan que no es un simple adorno, porque su presencia altera la atmósfera de una pintura que desde hace siglos atrae a millones de miradas. En ese pequeño rincón del cuadro de Rembrandt late un detalle que parecía secundario y que ha acabado por revelar un secreto de la Edad de Oro neerlandesa.

Una visita a otro museo dio pie a la comparación que confirmó las sospechas

Ese secreto lo descubrió Anne Lenders, curadora del Rijksmuseum de Ámsterdam, cuando identificó que el perro que ladra en el cuadro de Rembrandt de 1642 procede de un dibujo de 1619 del artista Adriaen van de Venne. El hallazgo, presentado por el propio museo, demuestra que el maestro tomó como referencia un motivo preexistente para situar al animal en su obra más célebre.

El parecido entre los dos canes se percibe en la inclinación de la cabeza, en la apertura de la boca y en el detalle del collar. Lenders relató que la semejanza le llamó la atención durante una visita al Museo Zeeuws, donde vio un ejemplar del libro del poeta Jacob Cats ilustrado con ese mismo perro. A partir de esa intuición inició la comparación directa con la versión pintada por Rembrandt y quedó convencida de la relación.

La función del animal dentro del lienzo se entiende mejor con esa nueva perspectiva. Agazapado junto a un tamborilero llamado Jacob Jorisz y detrás del teniente Willem van Ruytenburch, su ladrido imaginado aporta tensión en un ángulo sombrío de la composición. Ese gesto dota de movimiento a la escena y anticipa una posible reacción al estruendo de los tambores.

El dibujo de Van de Venne tenía origen literario, ya que formaba parte de la portada de Autoconflicto, libro de emblemas de Jacob Cats publicado en 1620. En esa estampa, el perro aparece encogido, con la cabeza vuelta hacia arriba y adornado con un collar de círculos y un anillo frontal. Esos mismos rasgos fueron trasladados por Rembrandt a su lienzo, aunque modificó la actitud del animal para hacerlo más enérgico.

La tecnología reveló cómo el maestro cambió la postura del animal

Las pruebas técnicas aportaron más certezas. El análisis mediante fluorescencia de rayos X macro permitió descubrir que en el boceto inicial el perro de Rembrandt aún coincidía más con el modelo de Van de Venne, con la pata delantera más doblada y el pecho más cercano al suelo. Solo en la versión final lo erigió sobre las cuatro patas, como si estuviera listo para saltar.

Este hallazgo se integró en la llamada Operación Ronda de Noche, un proyecto iniciado en 2019 para estudiar y restaurar la monumental pintura de 379,5 por 453,5 centímetros y 337 kilos de peso. Con el empleo de técnicas modernas e incluso herramientas de inteligencia artificial, los especialistas analizan cada trazo de la obra para entender su proceso creativo y garantizar su conservación.

En ese contexto, el director del Rijksmuseum, Taco Dibbits, subrayó que “uno tiende a pensar, bueno, ya se ha investigado tanto, lo sabemos todo sobre ella. Pero lo grandioso del gran arte es que siempre sigues descubriendo cosas”. Su reflexión conecta con la práctica habitual de Rembrandt, que poseía una amplia colección de dibujos y grabados de otros artistas y los usaba como referencia.

Ya se sabía, por ejemplo, que recurrió a obras de Jacques de Gheyn para la postura de varios mosqueteros, y que en escenas sobre José y la esposa de Potifar mantuvo paralelismos con diseños del propio Van de Venne.

Los expertos del museo también analizaron la raza del perro, aunque sin alcanzar una conclusión definitiva. Algunos lo relacionan con un tipo francés, otros con una variedad neerlandesa, y la única certeza es que ambos artistas recurrieron a cierta licencia artística. Dibbits lo resumió así: “Nunca llegaremos a una conclusión sobre qué raza es. Pero sin duda es muy querido”.

La originalidad de Rembrandt, por lo tanto, no estuvo en inventar cada elemento desde cero, sino en integrar esos modelos de forma convincente dentro de una composición abarrotada de milicianos. Incluso un detalle como un perro revela hasta qué punto el pintor reinterpretaba lo que veía, y ahí reside el encanto de que cuatro siglos después el animal escondido siga ladrando en voz baja para quien se detenga a mirarlo.