El cruel experimento que llevó a cabo este emperador del Sacro Imperio Romano Germánico para encontrar el “idioma original” de la humanidad

Rey de Sicilia, rey de Alemania, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y rey de Jerusalén. Todos esos son los títulos que Federico II de Hohenstaufen (1194-1250) consiguió en vida. El emperador es uno de los personajes más polémicos e interesantes de la Edad Media. A diferencia de muchos de los hombres poderosos de la época, era todo un intelectual.

Se dice que Federico II hablaba varias lenguas, entre ellas el latín, el griego, el árabe, el francés, el alemán y el siciliano. Toda su vida estuvo interesado en aprender, profundizando en filosofía, astronomía, matemáticas, medicina y ciencias naturales. En 1224, demostrando su defensa del conocimiento, fundó la Universidad de Nápoles, una de las más antiguas de Europa. Todo ello le llevó a que se le conociera como “stupor mundi” [asombro del mundo].

Sin embargo, no todo son alabanzas cuando se recuerda la historia del emperador. Federico II también es recordado por su carácter autoritario. Su ambición por el poder lo llevó a enfrentarse repetidamente con el papado, siendo excomulgado en varias ocasiones. Entre las historias más conocidas sobre su vida, está el supuesto experimento que llevó a cabo con bebés.

Un experimento de tortura

Esta historia la conocemos gracias a Salimbene di Adam, un fraile franciscano y teólogo que dedicó su vida a ser cronista. Nacido en Parma en 1221, Salimbene escribió la Cronica di Fra Salimbene, un libro en el que combinaba relatos históricos, anécdotas de personajes de su época y comentarios sobre la sociedad, la política y la Iglesia. Entre todos los personajes que aparecen en el tomo, encontramos a Federico II.

Según Salimbene, el emperador estaba obsesionado con una idea: quería saber cuál era la lengua original del mundo, es decir, la que se habría hablado antes de que surgieran los distintos idiomas. Su obsesión por saber de qué manera se hubieran comunicado Adán y Eva llegó a tal punto que decidió poner en pie un experimento científico. 

“Ordenó a las madres y a las nodrizas que amamantaran, bañaran y lavaran a los niños, pero que de ninguna manera les hablaran ni les dirigieran palabra alguna; pues quería averiguar si hablarían la lengua hebrea (que había sido la primera), o la griega, o la latina, o la árabe, o quizá la lengua de sus propios padres, de quienes habían nacido”, explicó el cronista italiano en su libro. 

El experimento no dio los resultados que Federico II esperaba, pues los niños terminaron falleciendo. “Trabajó en vano, porque los niños no podían vivir sin los aplausos, los gestos, la alegría del rostro y las caricias”, aparece en la crónica de Salimbene.

A lo largo de la historia, muchos han dado por real esta anécdota. Sin embargo, otros historiadores sostienen que el monje odiaba a Federico por los problemas que este había tenido con la Iglesia. Estos defienden que, si la historia no se la inventó completamente, al menos fue exagerada.