La curiosa leyenda de una vaca y su pastor que explica el origen de este majestuoso monasterio Patrimonio de la Humanidad

Para quien visite Extremadura y sea un apasionado de la arquitectura y del patrimonio histórico que albergamos en nuestra geografía, el Real Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe no solo es una de las joyas de la comunidad, sino un auténtico tesoro que fusiona estilos gótico y mudéjar y que fue reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1993. La magnificencia de este santuario y centro de cultura, fe, e historia, está indisolublemente ligada al origen de su venerada imagen, Santa María de Guadalupe, y a un milagroso encuentro que tuvo lugar a finales del siglo XIII. Una curiosa leyenda protagonizada por una vaca y su pastor y que explica los inicios de este majestuoso monasterio.

El protagonista de esta singular narración es Gil Cordero, un humilde pastor y vaquero originario de la villa de Cáceres. Cordero acostumbraba a apacentar su rebaño en las profundas sierras de Las Villuercas, un territorio que en aquel tiempo servía como línea divisoria entre las tierras de las hoy localidades de Talavera y Trujillo. La leyenda comienza con un suceso común en la vida rural: la pérdida de una res. El pastor se pasó varios días buscando desesperadamente a una de sus vacas extraviadas pero, finalmente, la encontró muerta, aunque sin heridas visibles, en los márgenes del río que da nombre al lugar, Guadalupe. Decidido a aprovechar al menos la piel del animal, Gil Cordero sacó su cuchillo para desollarla, y al trazar en el pecho de la vaca la señal de la Cruz, como era costumbre, ocurrió el primer prodigio: el animal se levantó, completamente vivo y sano. 

Fue en ese momento de asombro, cuenta la leyenda, que se le apareció la figura luminosa de la Virgen María, quien se presentó ante el atónito pastor. La virgen se le identificó como la Madre de Dios, le ordenó llevar la vaca de vuelta al rebaño y luego ir a su tierra para informar a los clérigos sobre la aparición. Pero le encomendó una tarea específica: que fuesen a excavar en el mismo lugar donde ella se le había aparecido, pues allí encontrarían una imagen suya. Además, la virgen pidió que no la moviesen, sino que le edificaran una pequeña ermita, profetizando que en ese lugar se alzaría un grandioso templo y un pueblo. Tras escuchar el mandato divino, el abnegado pastor se dirigió a Cáceres para cumplir la buena nueva. 

Sin embargo, al llegar y relatar su maravillosa historia a los clérigos reunidos, no le tomaron en serio y nadie creyó su historia. Para mayor desgracia, se encontró con su esposa lamentando la muerte reciente de su pequeño hijo. En dicho momento de angustia, Gil Cordero se arrodilló ante el cuerpo yaciente de su hijo e invocó a la Virgen Santísima, prometiéndole que si obraba el milagro de devolverle la vida a su hijo, él se convertiría en servidor de su casa. Ante la mirada atónita de los presentes, incluyendo a los clérigos que venían a dar sepultura, el niño resucitó inmediatamente, dando por verídica la historia que había contado el pastor. Convencidos por el doble milagro, los clérigos, autoridades y el pueblo de Cáceres peregrinaron guiados por Gil Cordero hasta la ribera del río Guadalupe. Tras excavar en el lugar preciso, encontraron la imagen románica de la Virgen, tallada en cedro y datada del siglo XII, junto con algunos documentos y objetos. 

La historia también relata que la talla encontrada bajo la tierra había sido escondida alrededor del año 714 por clérigos que huían de la invasión árabe desde Sevilla. En cualquier caso y fieles al mensaje o petición de la virgen, construyeron una pequeña, pobre y humilde ermita, dando inicio al santuario en torno a finales del siglo XIII. El rey Alfonso XI, gran aficionado a la caza en estas sierras, visitó la primitiva ermita en 1335 y, al ver su estado ruinoso, ordenó su restauración. Finalmente, en 1340, el rey mandó construir el monasterio y lo declaró Santuario Real, cimentando así la expansión del complejo.

De pastor a hidalgo

Tras dar por cumplida su promesa, Alfonso XI le concedió al pastor el título de hidalgo, pasando a ser conocido como Don Gil de Santa María de Guadalupe. De hecho sus restos reposan con honra dentro del santuario, en un hueco de la Capilla Mayor. Así, el Real Monasterio, declarado Monumento Nacional en 1879 y Patrimonio de la Humanidad en 1993, perdura como un centro de fe y cultura que ha cautivado a peregrinos y reyes durante más de siete siglos. La sencilla historia de un pastor y una vaca perdida en Extremadura se convirtió en el origen de un enclave monacal que, a través de la devoción a Santa María de Guadalupe, alcanzó una importancia histórica y religiosa sin parangón en el mundo.

Actualmente, cualquier que visite esta joya del patrimonio de Extremadura podrá deleitarse con una fachada principal de estilo mudéjar, igual que uno de sus dos claustros, mientras que el segundo es gótico. El templo alberga importantes libros miniados, bordados, relicarios, obras pictóricas del artista extremeño Zurbarán, de El Greco y de otros pintores, además de esculturas, orfebrería y bronces, transformándose en un auténtico guardajoyas que encierra en sí varios museos: el de Bordados, el de Libros Miniados y el de Pintura y Escultura. El templo en sí es gótico, el coro y la sillería son obras de Manuel de Larra Churriguera y la mítica imagen de la Virgen de Guadalupe data de los siglos XII-XIII.