Los almacenes de calzado de Elche acumulan décadas de historia industrial, pero pocas empresas han recorrido un itinerario tan singular como Kelme. La marca surgida en la provincia de Alicante ha pasado de fabricar zapatos a vestir a selecciones nacionales y equipos de fútbol, de competir con gigantes internacionales a sobrevivir gracias a la inversión extranjera, y de rozar la desaparición a consolidarse en el mercado asiático. Su trayectoria resume las transformaciones del textil deportivo español, marcada por la visión de sus fundadores y por la figura de Diego Quiles, cuya muerte cierra un ciclo decisivo para la empresa.
Una empresa familiar que convirtió un taller modesto en un referente del deporte internacional
Kelme alcanzó su plenitud en los años 90 con una estrategia que impulsó su nombre por todo el mundo. Apostó por el patrocinio de deportistas de élite, como el madridista Michel, Jordi Villacampa o Conchita Martínez, y extendió su presencia a grandes competiciones internacionales. Entre 1994 y 1998 vistió al Real Madrid, una operación que situó a la firma entre las más reconocidas del mercado.
La expansión se consolidó también con filiales en Alemania y Estados Unidos y con acuerdos en países del Golfo Pérsico, mientras el lema Locos por el deporte reforzaba su identidad popular. Años más tarde, tras sufrir la presión de las multinacionales, la compañía encontró un nuevo impulso gracias a su alianza con el socio chino Jinjiang Yuanxiang Garments WeavingCo, que permitió mantener viva la marca y reabrir su distribución global.
El éxito internacional no se entendía sin la etapa de relanzamiento que protagonizaron Diego y José Quiles. Los hermanos, antiguos ganaderos convertidos en empresarios del calzado, adquirieron en los 70 las fábricas y marcas de los hermanos Francisco y Vicente Cañizares Riquelme, fundadores de la empresa original.
Decidieron orientar la producción al deporte, convencidos de que el futuro del calzado español pasaba por ese sector. En 1979 dejaron de fabricar zapatos de vestir y se centraron por completo en modelos deportivos, una decisión que cambió su destino. Desde entonces la actividad fue incesante: nuevas fábricas, campañas publicitarias y un equipo ciclista profesional que multiplicó su notoriedad.
De un taller de calzado femenino a una marca con ambición internacional
Antes de esa transformación, Kelme había nacido en 1960 como una pequeña firma de calzado femenino. Su nombre, ideado por los hermanos Riquelme al quitar Ri y sustituir la letra Q de su apellido por una K, pretendía dar fuerza y proyección comercial a una empresa que pronto creció hasta tener cuatro fábricas y 120 empleados.
Los Riquelme llegaron a vender 50.000 pares de zapatos en Europa del Este mediante una compleja operación de exportación con pasaportes duplicados y envíos a través de París. Aquella aventura definió el carácter arriesgado que siempre acompañó a la marca.
La llegada de los Quiles reactivó ese espíritu. Además del equipo ciclista, promovieron competiciones populares y construyeron instalaciones deportivas abiertas a la ciudadanía. En los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, Kelme vistió a la delegación española, mientras Fermín Cacho lograba el oro en los 1.500 metros con zapatillas de la firma ilicitana. También patrocinó al equipo soviético en Seúl 88 y a la selección española en los Juegos del Mediterráneo del 91. En esos años, Kelme fue sinónimo de presencia internacional y modernidad empresarial.
La crisis del nuevo siglo obligó a buscar apoyo exterior para sobrevivir
Sin embargo, el cambio de siglo trajo un golpe duro. Las deudas y la competencia extranjera dejaron a la empresa al borde del cierre. En 2003, la Generalitat Valenciana intervino para salvarla y facilitar su reorganización. El rescate permitió estabilizar la producción y negociar la entrada de capital chino, con lo que Kelme comenzó una nueva etapa centrada en Asia.
Desde entonces, la firma ha recuperado posiciones, destacando su trabajo con el Watford inglés y el RCD Espanyol, cuya primera equipación para esta temporada fue un éxito comercial gracias a su estilo retro y al que se ha sumado su camiseta especial en color amarillo.
La historia reciente de Kelme no puede separarse de la de Diego Quiles, impulsor del resurgimiento deportivo de la marca. Su gestión consolidó una identidad propia dentro del panorama internacional y mantuvo vivo un legado nacido de la industria zapatera de Elche. Su fallecimiento simboliza el cierre de una generación empresarial que convirtió un pequeño taller familiar en una marca con reconocimiento global y una de las pocas españolas con presencia estable en el mercado deportivo mundial.