Fertilizantes, riego y poder: así cultivaban en el Imperio Han hace 2.000 años

Durante siglos, el mijo fue uno de los pilares de la alimentación en el norte de China. Ahora, ese humilde grano ha empezado a hablar. Literalmente. Un nuevo estudio arqueológico publicado en la revista CAETENA, ha permitido reconstruir cómo se cultivaba este cereal hace más de 2.000 años, en pleno auge del Imperio Han. A partir de muestras recuperadas en tumbas excavadas en la provincia de Shaanxi, los investigadores han descubierto que el antiguo estado chino ya utilizaba técnicas agrarias avanzadas, como fertilización orgánica intensiva y sistemas de riego, mucho antes de lo que se pensaba. Todo, gracias al análisis químico de los propios granos enterrados junto a los difuntos.

El grano que reveló una revolución agraria

El equipo internacional, liderado por la Universidad de Leiden, analizó más de cien muestras de mijo común y mijo de cola de zorra procedentes de tumbas y asentamientos neolíticos. Los investigadores estudiaron la composición de nitrógeno y carbono en los granos para determinar qué tipo de abono se usaba y cuánta agua recibieron los cultivos. Las diferencias en los valores químicos permitieron detectar un salto técnico durante la dinastía Han, cuando la agricultura se volvió mucho más intensiva y controlada.

Los resultados muestran niveles elevados de nitrógeno en los granos de mijo del periodo Han, lo que indica un uso regular de estiércol y abonos orgánicos. Este dato coincide con registros históricos de la época, como el Libro de Fan Shengzhi, que ya describía el aprovechamiento de desechos humanos y animales como fertilizantes. Incluso se documenta la existencia de letrinas conectadas a pocilgas, un sistema que mezclaba residuos para producir abono de alta calidad.

Agricultura de regadío antes de lo esperado

El carbono también habla. Las mediciones revelan un entorno de cultivo más húmedo o mejor gestionado durante la dinastía Han, algo que podría estar relacionado con la extensión de redes de riego. Canales como los de Cao y Bai, promovidos por el Estado, habrían permitido mantener la productividad del suelo en un momento de creciente presión demográfica y climática.

Estas prácticas eran parte de una estrategia estatal para sostener una población en expansión, reducir las hambrunas y garantizar la estabilidad política en tiempos de cambio climático. Según los investigadores, esto demuestra una coordinación político-agraria más sofisticada de lo que se creía hasta ahora.

Un hallazgo con lectura política

El hallazgo tiene también una lectura política. Los granos se encontraron en tumbas de personas con alto estatus social. La capacidad para controlar el agua y los fertilizantes era una ventaja económica directa en una sociedad agraria, y servía también para consolidar jerarquías. “La gestión intensiva del suelo no solo aseguraba la producción de alimentos, sino que concentraba el poder en manos de las élites rurales”, señalan los autores del estudio.

Este control de los recursos agrarios contribuyó a reforzar una estructura jerárquica donde las élites rurales se convertían en intermediarios clave entre el campesinado y el Estado. El abastecimiento de grano no era solo una cuestión de subsistencia, sino también de legitimación del poder.

Cuestionar la idea de modernidad

La investigación desafía la idea de que la agricultura moderna comenzó con la industrialización. En realidad, muchas técnicas de intensificación ya estaban presentes hace dos milenios, adaptadas al contexto y al conocimiento de la época. El mijo, conservado durante siglos en las tumbas, ha revelado una revolución silenciosa que permitió sostener a una de las civilizaciones más longevas de la historia. El hallazgo también pone de relieve cómo las sociedades del pasado afrontaron el cambio climático con innovación agraria, algo que vuelve a cobrar vigencia en el presente. Lo que crece bajo tierra, a veces, tiene mucho que decir sobre el futuro.

Repercusiones para la arqueobotánica y el estudio del poder

Este estudio se convierte en un referente para la arqueobotánica, al combinar análisis isotópicos, contexto arqueológico y fuentes escritas. Además de reconstruir prácticas agrarias, permite entrever cómo los recursos naturales fueron gestionados para sostener estructuras políticas complejas. La agricultura, en este caso, no era sólo una tecnología de subsistencia, sino una tecnología de poder.

El Imperio Han se anticipó en más de mil años a conceptos como la sostenibilidad agraria o la economía circular. Y es en esos granos de mijo, enterrados junto a los muertos, donde hoy siguen creciendo las preguntas sobre cómo sobrevivimos como especie.