Así podría haber nacido la barbacoa en la Edad de Piedra: la hipótesis que replantea cómo conservaban carne los primeros humanos

¿Podían los humanos del Paleolítico conservar carne sin refrigeración? ¿Y si lo hacían usando fuego? Estas preguntas han guiado una investigación reciente publicada en Nature Scientific Reports, que propone una nueva explicación para la relación entre nuestros ancestros y el control del fuego. Según el estudio, realizado por un equipo internacional de arqueólogos, los primeros humanos podrían haber usado brasas o calor indirecto no solo para cocinar, sino también para conservar grandes cantidades de carne tras una caza exitosa.

El estudio no afirma que esto ocurriera con certeza, sino que plantea una hipótesis basada en evidencias parciales y en comparaciones con prácticas de grupos indígenas actuales. “El control del fuego se considera un paso clave en la evolución humana, pero aún no está claro cómo y por qué surgió”, explican los autores. Usar el fuego como conservante de alimentos podría haber sido una motivación poderosa para domesticarlo.

Carne para días… o semanas

Los restos fósiles de animales hallados en yacimientos del este de África muestran que los primeros homínidos cazaban o carroñeaban grandes presas. El problema: ¿cómo evitar que esa carne se pudriera? La investigación señala que técnicas como el ahumado, la cocción lenta o el secado al calor residual podrían haber ayudado a conservar los alimentos durante más tiempo. Son técnicas que aún usan hoy grupos nómadas sin acceso a refrigeración.

Los investigadores analizan más de 50 culturas indígenas actuales que usan fuego para conservar carne. A partir de esos datos, y de los restos hallados en yacimientos como Koobi Fora (Kenia), proponen que los primeros Homo erectus habrían tenido motivos de sobra para experimentar con el fuego más allá de la cocción inmediata.

El fuego, mucho antes de lo pensado

El estudio no aporta pruebas materiales directas de que se hiciera así hace 1,5 millones de años. Reconoce que la arqueología tiene un serio problema para conservar restos de fuego tan antiguos. Sin embargo, defiende que la lógica ecológica y los patrones culturales apuntan a que el uso del fuego con fines de conservación sería una práctica razonable y posible ya en el Paleolítico Inferior.

Más allá de la barbacoa

La palabra “barbacoa” puede sonar anacrónica, pero en esencia, lo que plantea el estudio no es muy diferente: usar fuego de forma indirecta y controlada para transformar y preservar carne. “No se trata de una fogata aleatoria, sino de una técnica intencionada”, insisten los investigadores. La idea aporta una nueva dimensión a nuestra comprensión de la evolución humana y del desarrollo de la tecnología culinaria.

Esta investigación se suma a un creciente cuerpo de investigaciones que buscan entender cómo se desarrolló la relación entre el ser humano y el fuego. Aunque no aporta una prueba definitiva, sí invita a revisar viejos supuestos sobre la vida de los primeros homínidos. “Es una hipótesis basada en indicios razonables, no en certezas. Pero ayuda a completar un puzle evolutivo aún lleno de lagunas”, concluyen los autores.

Aportaciones al debate académico

Investigaciones anteriores, como las de Frances Burton (1972) o Richard Wrangham (1999), ya sugerían que el uso del fuego podría tener un papel central en la evolución social y alimentaria del ser humano. Esta nueva propuesta aporta una perspectiva distinta: el fuego como herramienta de conservación alimentaria, algo menos discutido hasta ahora, pero igualmente crucial.

En una época en la que cada cacería podía suponer la diferencia entre la supervivencia y el hambre, desarrollar técnicas para conservar el alimento no era solo útil: era esencial. Conservar carne mediante fuego habría permitido a los primeros homínidos almacenar excedentes y reducir la dependencia inmediata de nuevas presas. Según los investigadores, “la capacidad de preservar recursos calóricos durante varios días habría tenido efectos importantes en la organización social y los patrones de movilidad”.

Implicaciones sociales y evolutivas

Esta posibilidad abre la puerta a nuevas interpretaciones sobre cómo la gestión del alimento influyó en la evolución humana. Si el fuego ofrecía no solo calor o cocción inmediata, sino también conservación, entonces también ofrecía tiempo: tiempo para descansar, para desarrollar herramientas o para consolidar relaciones sociales. “La conservación cárnica mediante fuego indirecto pudo haber contribuido al surgimiento de comunidades más estables y menos nómadas”, plantean los autores.