En el punto más elevado de la pequeña localidad de Santibáñez el Alto, en la provincia de Cáceres, se alza una construcción que domina el horizonte de gran parte de la Sierra de Gata. Este monumento, considerado el más relevante del municipio, corona la aldea con una presencia señorial que permite vislumbrar todavía hoy el gran tamaño que tuvo su recinto amurallado. Su silueta es una de las imágenes más icónicas de la comarca, ofreciendo una estampa inolvidable tanto desde la carretera como desde las aguas del embalse de Borbollón. La ubicación de la fortaleza, lógicamente, no es casual, ya que responde a una posición geográfica estratégica de gran importancia histórica. Situado a apenas cincuenta kilómetros en línea recta de la frontera con Portugal, el castillo fue concebido para aprovechar la propia roca del cerro sobre el que se asienta, integrándose en el terreno de manera defensiva.
La mencionada condición fronteriza marcó el pasado de esta fortaleza y su desarrollo como el bastión militar más importante de la zona. De hecho, los registros históricos señalan que los orígenes de esta estructura son de época islámica y se remontan específicamente al siglo noveno. En aquel entonces, la fortificación musulmana contaba con un alcázar que servía para fines militares y residenciales, del cual hoy se conservan restos de un patio y una torre. De esta etapa primitiva también ha perdurado un antiguo aljibe que todavía puede ser apreciado por aquellos viajeros curiosos que decidan visitar y recorrer el recinto. A lo largo de los siglos once y doce, la villa fue fortificada y el castillo reconstruido por la Orden de los Templarios, vinculada a la Orden de San Julián del Pereiro.
Posteriormente, la gestión de la fortaleza pasó a manos de la Orden de Alcántara, que mantuvo su presencia allí con veintisiete comendadores hasta principios del siglo dieciocho. Fue durante este periodo de dominio cristiano cuando el lugar recibió el sobrenombre de Fortaleza San Juan de Mascoras. La importancia política y militar del castillo atrajo a lo largo de los siglos a destacadas figuras de la monarquía española. La documentación histórica confirma que el recinto fue visitado por reyes como Fernando II de León en el año 1166, así como por Alfonso IX y Alfonso XI. Estas visitas reales subrayan el papel fundamental que jugaba este emplazamiento en la defensa y organización de esta zona de Extremadura.
Desde el punto de vista arquitectónico, la fortaleza se organiza en tres etapas cronológicas diferenciadas que reflejan su evolución constructiva a través del tiempo. Adyacente al emplazamiento original se encuentra la denominada puerta de la Traición junto a los restos de la torre del Homenaje, de la cual se conservan actualmente dos grandes paredones. Aunque su estructura está deteriorada, las cimentaciones permiten deducir que originalmente se trataba de una torre de planta cuadrada y forma prismática.
Durante los siglos dieciséis y diecisiete, el bastión fue objeto de diversas rehabilitaciones bajo la dirección de arquitectos y canteros de renombre. Pedro de Ybarra, maestro mayor de la Orden de Alcántara, proyectó intervenciones que fueron ejecutadas por profesionales como Juan Moreno, encargado de la torre albarrana, y Simón López, quien trabajó en la barbacana. De esta influencia renacentista sobrevive la puerta de la Villa, que sigue siendo uno de los accesos principales junto a la puerta de Gata. El interior del castillo encierra detalles que fascinan a los expertos de la cantería medieval por la gran cantidad de marcas de cantero grabadas en los sillares de su construcción. Además de los elementos defensivos, el espacio intramuros incluye curiosidades como una plaza de toros de forma irregular que se construyó aprovechando el muro oriental de la barbacana. Este aprovechamiento de las antiguas estructuras militares para usos civiles es una de las señas de identidad del monumento.
Cementerio municipal
Un aspecto que confiere al castillo un aire misterioso es su uso como cementerio municipal hasta hace solo unas décadas. En la antigua plaza de armas aún se pueden observar algunas cruces y signos visibles de esta función funeraria que ha perdurado en el tiempo. Esta convivencia entre la arquitectura militar y el descanso eterno de los vecinos ha dotado al recinto de una atmósfera particular que lo diferencia de otras fortalezas. El entorno urbano que rodea al castillo es igualmente singular, caracterizado por un trazado irregular condicionado por la difícil orografía. Las viviendas de la villa se levantan directamente sobre el granito, con escaleras talladas en la roca que conducen hacia la fortaleza. En definitiva, que los muros de la propia fortaleza casi rodean la pequeña localidad extremeña en la que se encuentra.
Convertido hoy en un mirador privilegiado, el castillo ofrece vistas panorámicas que alcanzan casi todas las poblaciones de la Sierra de Gata y las Vegas de Coria. Desde su altura se pueden divisar hitos geográficos de gran belleza como el pico Jálama, el puerto de Perales y Las Jañonas. Es un lugar donde el paisaje natural se funde con la historia, permitiendo a un agradecido visitante rememorar visualmente el antiguo sistema defensivo que controlaba estas tierras. Actualmente, la fortaleza es propiedad del Ayuntamiento de Santibáñez el Alto y su acceso es totalmente libre para el público durante todo el año. El monumento goza de la protección legal otorgada por el decreto de 1949 sobre castillos españoles y la ley de Patrimonio Histórico Español de 1985. Su estado de conservación y su historia milenaria lo consolidan como la fortificación más importante de la zona y una parada obligatoria para los amantes del patrimonio.