¿Qué ocurriría si un avión de papel fuese lanzado desde la Estación Espacial Internacional? Esta es la pregunta que se han hecho investigadores japoneses del Instituto de Ciencia Espacial y Astronáutica (ISAS), que planean poner a prueba la resistencia de pequeños aviones plegados con papel especial al durísimo reingreso a la atmósfera terrestre. Aunque parezca una excentricidad, el experimento es parte de un proyecto serio que busca explorar métodos de transporte ultraeconómicos, sostenibles y con materiales biodegradables para futuras misiones espaciales.
Elaborado con un papel especial
La idea, promovida por el profesor Shinji Suzuki de la Universidad de Tokio y que se ha publicado en Acta Astronautica, ha captado el interés del sector aeroespacial desde hace años. A diferencia de los tradicionales vehículos de reentrada con escudos térmicos metálicos, estos pequeños origamis estarían hechos de papel tratado químicamente para resistir temperaturas extremas. En concreto, el papel fue desarrollado por ingenieros aeronáuticos y se ha sometido a pruebas en túneles de viento a velocidades de Mach 7, aproximadamente 8.600 km/h, para simular las condiciones del reingreso orbital.
Uno de los objetivos principales es evaluar si estructuras tan ligeras y sin sistemas de guiado pueden sobrevivir a la fricción atmosférica y alcanzar la superficie terrestre intactas. Para ello, los investigadores esperan lanzar los aviones desde una compuerta en la Estación Espacial Internacional (ISS), situada a unos 400 km de altitud, lo que sometería a los origamis a una trayectoria de reentrada sin propulsión ni control activo.
Su simplicidad es también su mayor fortaleza
Los impulsores del experimento aseguran que su simplicidad es también su mayor fortaleza. La masa extremadamente baja de los aviones de papel, alrededor de 20 gramos, haría que desaceleren rápidamente y, por tanto, que sufran menos calor por fricción. Además, su forma aerodinámica dispersaría parte del calor acumulado, alargando el tiempo de exposición a temperaturas críticas y reduciendo el riesgo de combustión total.
Más allá del impacto simbólico o didáctico que pueda tener, el proyecto apunta a un posible nuevo enfoque en la reentrada de pequeñas cargas útiles, como sensores ambientales, dispositivos de recolección de datos o mensajes enviados desde el espacio. Su uso también evitaría la contaminación con materiales metálicos o compuestos tóxicos, una preocupación creciente en la exploración espacial sostenible.
Fuerte componente educativo y desafíos significativos
El experimento también tiene un fuerte componente educativo. Los investigadores destacan que lanzar aviones de papel desde el espacio puede ser una forma eficaz de acercar la ciencia a estudiantes de todo el mundo. Al vincular conceptos de física, aerodinámica y sostenibilidad con un objeto tan cotidiano como el papel, esperan despertar vocaciones científicas y fomentar la divulgación.
Técnicamente, el proyecto también plantea desafíos significativos. Sin sistemas de seguimiento ni propulsión, el lugar de caída de los origamis es incierto, lo que hace difícil su recuperación y análisis posterior. Esta incertidumbre subraya la dificultad de trazar trayectorias controladas sin tecnología embarcada, y convierte al experimento en una prueba de los límites actuales de los materiales y la ingeniería minimalista.
Este tipo de iniciativas se enmarca en una tendencia más amplia de la ingeniería aeroespacial por reducir la huella ambiental de las misiones y emplear materiales más accesibles y reciclables. Aunque aún no se ha fijado una fecha concreta para el lanzamiento, los investigadores confían en colaborar con la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA) para concretar una primera prueba experimental desde la ISS en los próximos años.