Casi todo el mundo lleva alguno. Un dibujo tribal en el hombro, un nombre escondido bajo la ropa o una fecha grabada para siempre en el brazo. Los tatuajes, que hace décadas se asociaban con castigos o marginalidad, hoy están en la piel de médicos, profesores y hasta jueces.
La tinta se ha normalizado tanto que apenas llama la atención en la calle, pero hubo un tiempo en que atravesar la piel con pigmento era un acto ceremonial vinculado a la identidad, al estatus y hasta a lo sagrado. Y aunque se sabía que los antiguos mayas practicaban esta técnica, lo que no se había encontrado hasta ahora eran las herramientas exactas que usaban para ello.
La ciencia respalda que estas piezas fueron usadas para insertar pigmento bajo la piel
No estaban en ningún museo ni habían sido documentadas en excavaciones anteriores. Había referencias coloniales, representaciones en relieves de piedra y algunas figurillas que mostraban marcas en la piel, pero ningún objeto físico. Las primeras piezas reales salieron a la luz en una cueva de Belice, donde un equipo de arqueólogos de Estados Unidos y Dinamarca identificó dos fragmentos de obsidiana con las características necesarias para perforar tejido y depositar pigmento.
Ambos datan del periodo Clásico, entre el 250 y el 900 d.C., y fueron encontrados en el interior de Actun Uayazba Kab, un lugar vinculado a lo ritual y a lo simbólico en el imaginario maya.
No se trataba de cuchillos comunes, sino de pequeñas lascas modificadas, afiladas y adaptadas para perforar con cuidado. Al analizarlas con microscopio, los investigadores descubrieron rastros de un pigmento negro que podría corresponderse con hollín o tinta de carbón, además de marcas de desgaste compatibles con el contacto repetido con piel. También descartaron que sirvieran para tallar madera o hueso, ya que los patrones de uso eran distintos.
Para probar su funcionalidad, los investigadores crearon réplicas modernas de las herramientas y realizaron pruebas sobre piel fresca de cerdo. Los resultados fueron claros: las réplicas podían tatuar con eficacia. La textura, la profundidad de la incisión y los residuos acumulados eran prácticamente idénticos a los hallados en los instrumentos originales.
A partir de estas observaciones, los autores del estudio apuntan que “los dos buriles retocados de Actun Uayazba Kab eran probablemente herramientas de punción utilizadas por los antiguos mayas para crear tatuajes”.
Tatuajes con valor, castigo o belleza según el caso
Aunque los restos de piel tatuada nunca han aparecido debido al clima tropical, las fuentes del siglo XVI describieron con detalle esta práctica. Según los cronistas españoles, los tatuajes masculinos representaban valentía, mientras que en las mujeres eran símbolo de belleza. Se utilizaban también como castigo, en especial para marcar a ladrones en la cara. Los diseños podían ser animales, glifos o formas geométricas, y estaban presentes en zonas visibles del cuerpo, como la mandíbula o la frente.
En cuanto al lugar donde se hallaron, los arqueólogos destacan su valor simbólico. La cueva estaba decorada con ofrendas, huesos humanos y otros objetos rituales, lo que sugiere un uso ceremonial. La hipótesis es que las herramientas fueron rotas de forma intencionada como parte de una “matanza ritual” y luego depositadas en el interior de la cueva. Dado que este tipo de espacios se asociaban con el inframundo, la fertilidad, la lluvia y la muerte, es posible que el tatuaje tuviera una dimensión espiritual que iba más allá del adorno corporal.
Otra posibilidad, según explican los investigadores en el artículo publicado en Journal of Archaeological Science: Reports, es que los tatuajes practicados en cuevas tuvieran un carácter exclusivo, reservado para personas de alto rango o para acontecimientos marcados por una fuerte carga simbólica.
Para el resto de la población, la práctica se habría realizado en entornos más cotidianos. En ese sentido, se señala que “para que los cronistas españoles fueran testigos de los tatuajes, éstos debieron producirse en lugares accesibles para ellos, es decir, lejos de las cuevas y cerca de las viviendas”.
Aunque aún quedan muchas preguntas abiertas sobre el uso social de estos tatuajes, el hallazgo ofrece una base física para comprender cómo se modificaban los cuerpos en una de las civilizaciones más complejas de Mesoamérica. La piel, lejos de ser solo un soporte decorativo, se convirtió en un espacio de expresión individual, memoria y pertenencia.