El miedo que provocan las medusas en quienes se bañan en el mar se debe casi siempre a la idea de que su único papel es picar. Su aspecto gelatinoso y los tentáculos finos que se agitan bajo el agua hacen que muchos las perciban únicamente como un riesgo.
Sin embargo, estas criaturas cumplen una función ecológica que va mucho más allá de la picadura. Se alimentan de zooplancton, larvas de crustáceos y pequeños peces, lo que regula la presencia de estas poblaciones en el océano. Además, son alimento para especies marinas como tortugas y peces luna, que dependen de ellas para sobrevivir.
Pero más allá de su papel en el ecosistema, su cuerpo simple y su eficiencia para desplazarse con un gasto mínimo de energía despertaron el interés de un grupo de investigadores de la Universidad de Colorado en Boulder, que decidió estudiar de cerca a las medusas lunares para aprovechar su biología en proyectos científicos.
Los impulsos eléctricos funcionan como un marcapasos que guía a los animales por el agua
El trabajo de la ingeniera Nicole Xu comenzó hace más de una década, cuando se fijó en la eficiencia con la que estos animales se desplazan en el agua. La idea cristalizó en un proyecto innovador que consiste en acoplar dispositivos electrónicos a los ejemplares para estimular su movimiento y guiar su dirección.
Según explicó Xu en declaraciones recogidas por la propia universidad, el método funciona de manera comparable a un marcapasos que controla la contracción de los músculos encargados de la natación. Estos experimentos dieron lugar a las primeras pruebas en campo abierto en 2020, en aguas costeras de Massachusetts.
El objetivo inmediato de la iniciativa es utilizar a las medusas como portadoras de sensores capaces de recoger datos ambientales en lugares donde resulta muy complicado acceder. Con este enfoque, se plantea un sistema que pueda registrar valores como la temperatura o el pH a profundidades que normalmente exigen equipos demasiado costosos. Xu señaló que el proyecto busca ofrecer alternativas más económicas frente a la tecnología oceánica habitual, que requiere inversiones millonarias y una logística compleja.
Las medusas lunares destacan por su eficiencia energética, ya que consumen muy poca energía en comparación con otros animales marinos de tamaño similar. Esta característica, junto a su capacidad para vivir tanto en aguas someras como en profundidades extremas, las convierte en candidatas ideales para proyectos que aspiran a explorar regiones poco conocidas.
Algunos ejemplares se han localizado incluso en la fosa de las Marianas, el punto más profundo del planeta, a 11.000 metros bajo el nivel del mar. Su estructura corporal sencilla, sin cerebro ni médula espinal, pero con redes nerviosas que permiten coordinar sus movimientos, facilita también el uso de dispositivos externos sin alterar en exceso su comportamiento.
La ética de los experimentos con invertebrados abre un debate entre los investigadores
El equipo de Xu trabaja además en nuevas formas de observar cómo interactúan estos animales con el agua. En un estudio reciente publicado en Physical Review Fluids, se describió el uso de partículas biodegradables como la fécula de maíz para trazar los patrones de flujo que generan al nadar. Este método reemplaza a los trazadores sintéticos tradicionales, como las microesferas de vidrio recubiertas de plata, que resultan más caros y pueden dañar el entorno. Según Xu, la intención es apostar por opciones que sean sostenibles y asequibles, además de menos tóxicas para los ecosistemas marinos.
Otra de las líneas de investigación se centra en la ética de trabajar con invertebrados. Durante mucho tiempo se pensó que carecían de capacidad para sufrir, aunque hay estudios que apuntan a reacciones ante estímulos adversos en algunas especies.
Xu publicó junto a otros investigadores un artículo en el que se destaca la necesidad de analizar los efectos que este tipo de investigaciones puede tener sobre los animales. En el caso de sus experimentos, no se han detectado señales de estrés en los ejemplares, que mantienen la reproducción habitual en los tanques del laboratorio, lo que sugiere que el impacto de las pruebas es limitado.
El interés de Xu no se limita a las medusas como plataforma para sensores. Ella y su equipo consideran que entender la forma en que nadan puede inspirar el diseño de vehículos submarinos más eficientes, con aplicaciones en ciencia y en ingeniería. La manera en que estos organismos impulsan su cuerpo mediante contracciones sucesivas ofrece un modelo que podría aplicarse a tecnologías marinas futuras. Por lo tanto, lo que comenzó como una observación sobre la elegancia de un movimiento en apariencia sencillo se ha transformado en un laboratorio lleno de prototipos que miran al mar en busca de nuevas respuestas.