Cada vez son más pequeños, más veloces, más silenciosos y más autónomos. Al principio los drones servían para tareas sencillas, como inspecciones técnicas o transporte de objetos, pero con el tiempo se han infiltrado en operaciones de inteligencia, seguridad y hasta en conflictos armados.
El ritmo de su desarrollo no ha sido gradual ni estable: ha dado saltos técnicos en periodos muy cortos, cambiando por completo su función y su impacto. El avance ha sido tan constante que muchos de estos aparatos han pasado de simples dispositivos experimentales a recursos estratégicos, sin que la mayoría haya percibido esa transformación.
La última muestra de este cambio proviene del ejército chino, que ha desvelado un prototipo con forma de insecto desarrollado por la Universidad Nacional de Tecnología de Defensa (NUDT).
El ejército chino apuesta por un dron con forma de mosquito para infiltrarse sin ser visto
Lo sostiene entre los dedos como si fuera un objeto frágil. Liang Hexiang, estudiante del NUDT, lo muestra ante las cámaras del canal estatal CCTV y lo presenta como un sistema diseñado para misiones militares especiales y tareas de reconocimiento en campo enemigo. Su aspecto, efectivamente, imita al de un mosquito. Y su tamaño también.
El diseño se basa en una estructura con dos alas finas que baten a gran velocidad y tres patas delgadas que le servirían para posarse con estabilidad. El objetivo, según explicó Hexiang en esa intervención televisiva, es crear un aparato lo suficientemente discreto para operar en zonas urbanas sin ser detectado. En sus palabras, este dron “está especialmente indicado para el reconocimiento de información y misiones especiales en el campo de batalla”.
El dispositivo, aunque aún está en fase de desarrollo, representa una apuesta clara por la miniaturización extrema. Su interior alberga componentes complejos: fuentes de energía compactas, sensores reducidos y sistemas de navegación integrados en una carcasa que apenas ocupa el espacio de una moneda. A pesar de las limitaciones que impone su escala, su mayor ventaja está en su capacidad para pasar desapercibido.
Noruega y Estados Unidos llevan años apostando por modelos similares, aunque con enfoques distintos
Esta línea de investigación no es exclusiva de China. Noruega lleva años invirtiendo en microvehículos aéreos, y uno de sus modelos ya se encuentra operativo dentro de las fuerzas de la OTAN. Se trata del Black Hornet, un dron del tamaño de la palma de la mano que ha evolucionado hasta su cuarta versión. El último modelo incorpora mejoras en el alcance, la protección de datos y la resistencia estructural, aunque su diseño dista de tener un aspecto tan insectoide como el dispositivo chino.
En Estados Unidos, instituciones académicas como Harvard han desarrollado aparatos similares. Uno de los más conocidos es RoboBee, un microdrón experimental que puede mantenerse en el aire, aterrizar en superficies e incluso operar en entornos acuáticos. A diferencia del proyecto del NUDT, su propósito ha estado centrado en la investigación científica y no se ha vinculado formalmente a programas militares.
El mosquito artificial chino anticipa un futuro donde lo invisible se convierte en arma
Las implicaciones de esta tecnología van mucho más allá del diseño. Según un informe de Naciones Unidas recogido por el medio New Scientist, en 2020 un dron autónomo realizó un ataque selectivo sin intervención humana en Libia, lo que confirmó que los sistemas de combate automáticos ya han entrado en escena. Aunque el informe no detalla víctimas concretas, el precedente marcó un punto de inflexión.
Los retos que plantea esta evolución son múltiples: desde el control ético hasta los riesgos de espionaje masivo o ataques invisibles con extrema precisión. Un dron capaz de entrar por una rendija y transmitir información en tiempo real abre posibilidades que hace apenas una década eran impensables en un contexto bélico. La tecnología ya existe; su uso dependerá de decisiones estratégicas.
La aparición del mosquito del NUDT, aunque todavía no está confirmado si será incorporado de forma operativa, muestra con claridad hacia dónde se orienta la carrera tecnológica en el ámbito de los vehículos aéreos no tripulados: reducir el tamaño, multiplicar las funciones y eliminar cualquier barrera entre la máquina y su objetivo.