El “Caga tió” o “el tió de Nadal”, es una de las tradiciones navideñas más arraigadas y entrañables de Catalunya, extendiéndose también a Andorra y algunas áreas fronterizas de Aragón. Esta costumbre, llena de alegría y humor, combina los elementos festivos de la Navidad con la rica cultura popular catalana, destacando valores como la generosidad y la unión familiar. De hecho, junto con la figura del Caganer del pesebre, el “Caga tió” preside numerosos hogares catalanes durante esta época del año, una figura que tendrá su máximo protagonismo el próximo día 25 de diciembre, cuando “cague” regalos ante los ojos expectantes de los más pequeños de la casa. El “tió de Nadal” es esencialmente un tronco de madera que, en su versión más elaborada, se decora con una cara sonriente, patas y una barretina, el gorro tradicional catalán.
El origen de esta celebración se halla en antiguos rituales que buscaban propiciar la abundancia y la cohesión familiar durante el periodo invernal, específicamente en tradiciones rurales de Catalunya y los Pirineos. Estas prácticas estaban fuertemente vinculadas con la naturaleza, el ciclo de la vida y las ceremonias de invierno. De manera más profunda, la raíz del “Caga tió” se remonta a rituales paganos precristianos. Estos estaban asociados al culto a la fertilidad de la tierra y la celebración del solsticio de invierno, un momento crucial en el que las comunidades festejaban el renacimiento de la luz y agradecían los recursos naturales. El tronco o “tió”, representaba un símbolo vital de calor y vida durante los meses fríos, similar al tronco de Navidad que se quemaba en otras culturas europeas como un acto de purificación y tributo a los espíritus naturales.
Originalmente, este tronco robusto se quemaba en la chimenea en la Nochebuena o el día de Navidad para que diese luz, calor y alimentos, y se guardaba el tronco restante o las cenizas. El fuego invernal simbolizaba la comunidad y la continuidad familiar, y sus cenizas se espolvoreaban sobre los cultivos, los establos e incluso las camas como un ritual de fertilidad. Con el tiempo, este ritual ancestral evolucionó, incorporando elementos cristianos y transformándose en un tronco “mágico” que “caga” regalos y dulces, probablemente como una manera de mantener viva la conexión con las tradiciones y de entretener a los niños.
La forma del “tió” también ha mutado significativamente a lo largo del tiempo. Si bien antiguamente era tan solo un trozo de madera en el suelo, hoy en día ha sido humanizado y puede ser una auténtica obra con ojos, barretina, piernas o patas y boca. Además, en los últimos años, ha dejado de ser una figura exclusivamente masculina, y cada vez son más comunes las tionas en los hogares catalanes, ofreciendo una variedad de apariencias, maquillajes y vestimentas. La tradición dicta que el tronco debe colocarse en las casas varias semanas antes de Navidad, cubriéndolo con una manta para protegerlo del frío, simbolizando que está vivo. Los niños crean un vínculo especial con él alimentándolo con elementos simbólicos como cáscaras o frutas cada noche, preparándolo para el gran día.
El punto culminante del ritual, conocido como “hacer cagar el tió de Navidad”, se celebra generalmente el 24 de diciembre, en la víspera de Navidad, o el 25 de diciembre, según las costumbres familiares. Es en este momento cuando los miembros de la familia, especialmente los niños, se reúnen para golpear el tronco con bastones mientras entonan la canción tradicional, animándole a que deposite regalos y dulces. Respecto a los obsequios que el “tió” proporciona, tradicionalmente se centraba en artículos pequeños. El tronco “caga” principalmente dulces, como turrones, caramelos, chocolates y otros alimentos típicos de la Navidad, junto con pequeños juguetes, figuritas de pesebre o artículos útiles como calcetines. Estos obsequios se encuentran bajo la manta que lo cubre, habiendo sido depositados allí para sorprender a los niños tras el ritual del golpeo.
Carácter escatológico
Históricamente, el “tió” nunca fue el proveedor de los grandes regalos, ya que estos estaban reservados para el día de Reyes (el 6 de enero). La intención principal de esta celebración catalana es generar un ambiente de alegría y sencillez, destacando el valor simbólico, la magia compartida y la sorpresa, manteniendo viva una tradición única y especial. No obstante, el carácter escatológico de la tradición, que se suma a la del Caganer (figura simpática que cada año se vende más y que se coloca en algún lugar estratégico del pesebre), a menudo sorprende a las personas ajenas a Catalunya o Aragón, que se extrañan al ver alimentar a un tronco durante unos días para acabar golpeándolo para que defeque regalos.
La canción es un componente esencial de la ceremonia, ya que mientras los niños golpean el tronco con bastones, el día de Nochebuena o de Navidad, cantan una melodía pidiendo que “cague” regalos y dulces. Aunque la letra puede variar ligeramente según la región o la familia, siempre mantiene un tono alegre y humorístico, y en ocasiones se incluyen versos personalizados. La versión más popular de la canción es la siguiente, la cual los más pequeños de la casa, acompañados por alguna que otra voz adulñta, entonan al aporrear al “tió”: “Caga Tió, tió de Nadal, no caguis arengades, que són massa salades, caga torrons, que són més bons!”.