Hacer el Camino de Santiago implica moverse, etapa tras etapa, con todo lo necesario a la espalda. Pero eso no significa llevarlo todo. De hecho, el arte de preparar la mochila del peregrino consiste en saber qué sí y qué no. Un equilibrio entre lo imprescindible y lo prescindible. Porque cada gramo pesa más al cabo de los días.
Hay una regla básica: nunca sobrepasar los 10 kilos. Todo lo que metas debe servirte, y si no lo usas cada día, es probable que no lo necesites. El equipaje debe adaptarse a ti, no tú a él.
Imprescindibles: lo que no puede faltar
Empezamos por lo básico. La credencial del peregrino, que te permitirá sellar en albergues, iglesias y locales del camino. Sin ella, no podrás obtener la Compostela al llegar a Santiago.
El calzado ya adaptado al pie, nunca nuevo. Botas de trekking con suela dura o zapatillas de senderismo resistentes, según la estación y el tipo de terreno. Acompáñalas con chanclas o sandalias para los momentos de descanso, ducha o caminatas suaves al final del día.
No hay que olvidar la ropa técnica: dos camisetas transpirables, un forro polar ligero, pantalones cómodos, ropa interior adecuada y una chaqueta impermeable. En cuanto a los calcetines, que sean de algodón o lana, sin costuras, y siempre limpios.
Añade una toalla de microfibra, una linterna frontal, gafas de sol, una gorra o pañuelo para el sol, tapones para los oídos y una funda para la mochila impermeable. Y por supuesto, una botella reutilizable de agua: la hidratación es clave.
Botiquín básico y protección solar
La mochila del peregrino debe incluir un pequeño botiquín, adaptado a las exigencias del camino. No hace falta llevar una farmacia entera, pero sí lo esencial:
- Agujas hipodérmicas para reventar ampollas
- Apósitos de gelatina
- Tiritas y vendas compresivas
- Crema solar e hidratante
- Analgésicos y pomada antiinflamatoria
- Tijeras pequeñas y algún desinfectante
- Sales minerales o sobres de rehidratación
Recuerda: los pies, rodillas y tendones son las zonas que más sufren. Cuídalas desde el primer día.
Útiles, pero opcionales
No todo lo que ayuda es estrictamente necesario. Algunos objetos son prescindibles para unos y esenciales para otros. Entre ellos, el bastón o bordón, que ayuda a mantener el equilibrio y a descargar las articulaciones. Hay quienes prefieren los bastones telescópicos, otros optan por el clásico de madera.
También puedes llevar un pequeño diario de notas, un libro ligero, una navaja multiusos o una bolsa para la ropa sucia. Y, por supuesto, la clásica concha de vieira, símbolo del camino, que muchos cuelgan de la mochila como emblema de su viaje.
No, gracias: lo que conviene dejar en casa
Evita cargar con objetos duplicados, aparatos electrónicos que no uses a diario, ropa innecesaria o productos de higiene en formatos grandes. El Camino de Santiago está lleno de farmacias, tiendas y supermercados. Lo que falte, se puede conseguir por el camino.
Tampoco es necesario llevar saco de dormir en verano si se va a dormir siempre en albergues equipados. A veces, un saco sábana es suficiente.
La mochila también es parte del camino
La mochila del peregrino es más que un equipaje: es tu casa temporal, tu armario y tu farmacia. Pero también es un símbolo. Llevarla ligera, ordenada y útil no solo aligera el cuerpo, también aclara la mente. Aprender a caminar con lo justo forma parte del aprendizaje del camino: te obliga a decidir, a priorizar, a dejar atrás.
Y cuando llegues a Santiago, y te la quites por última vez, notarás que pesa menos... no porque lleve menos cosas, sino porque tú llevas mucho más.