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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

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Aritmética del discurso. El ataque defensivo

Marta Cambronero

Es cierto que algunas candidaturas de unidad popular, como Ahora Madrid, han conseguido desbordar con éxito el perímetro de lo que se esperaba de ellas hace apenas un par de meses. Decían los carteles de celebración que “estaban flotando” y vaya si era cierto. Tanto flotaban que no han visto la necesidad -o no han tenido tiempo- de poner en el camino al centro del tablero algunas fichas básicas de apoyo. Saltar desde la comunidad movimentista más creativa de la ciudad hasta el prime time de la opinión pública total ha dejado una buena resaca -y esperemos que en eso quede-.

En este artículo de El Diagonal se explica muy bien la cadena de errores que se han acumulado en el proceso. Solo añadiría una: No haber minimizado la exposición de la cuenta de Twitter en el momento en que Zapata se presentó como candidato en una lista de primarias. ¿Cómo nadie pudo imaginar que la guerra sucia podría ir por ahí? Para una parte de las bases, renunciar a la libertad de expresión que ofrece Twitter es sinómino de renunciar a la transformación social. En cambio, si entendemos la comunicación como una herramienta al servicio de la estrategia política, minimizar la exposición de los enunciados en los que experimentamos con los límites se trata de un movimiento que nos coloca en una situación de menos vulnerabilidad ante los ataques mediáticos y, por tanto, en mejor disposición de llevar a cabo las propuestas programáticas avaladas por las urnas. Elaborar los mensajes de forma que permitan resistir mejor en el nuevo escenario, lejos de implicar derrota, afianza la posibilidad de consolidar una victoria.

Tenemos un problema: La hipótesis tecnopolítica ha generado el desarrollo de una forma comunitaria y casi ritual de comunicación que se activa de forma autónoma y que, si no va alineada con una estrategia que incluya las dinámicas propias de la capa del prime time, puede llegar a ser contraproducente. Desde la respuesta del concejal a las críticas vía telemática hasta la activación espontánea de los enjambres, esta reacción no estaba teniendo en cuenta el funcionamiento de la capa prime time. En lugar de rebajar una polémica que se estaba convirtiendo en una ratonera -aunque él no quisiera decir eso en ese momento, ¿cómo defender algo tan rocoso como chistes de humor negro con tintes xenófobos?-, la hicieron más grande, dando cada vez más leña al adversario. La comunidad quiso arropar a Zapata pero obviando el coste que podría suponer dejar tocado el barco entero.

En comunicación política, el objetivo se resume en evitar en lo posible emitir enunciados desfavorables. Cuando te enfrentas a la opinión pública total, el qué decir viene determinado por el a quién escuchar y el para quién hablar. Eso es lo que llamo la aritmética del discurso. La opinión pública total está compuesta por todos los agentes en juego. Para empezar: 1) la comunidad o bases, 2) los que te han votado que no te conocen de nada más allá de los actos y carteles electorales, 3) pero también los que no te han votado -cuyo temor debe mantenerse en mínimos para que tu gobierno tenga cierta estabilidad-. Es un marco que viene dado, nos guste o no, y perfectamente exigible a un concejal. Aceptar esta realidad es un primer paso imprescindible para cambiarla.

En lugar de abrir un blog, quizás el domingo por la noche no tenía que haber ido Manuela Carmena a El Objetivo y sí Guillermo Zapata para dar explicaciones en prime time y deshacer todo el entuerto lo más rápido posible. Pero claro, es fácil decirlo a posteriori y muy difícil afrontarlo en el momento personalmente con todo el aturdimiento, menuda situación. Por eso entiendo que Fort Apache o La Tuerka no sirven tanto para hacerle competencia a La Sexta como para prepararse para saber contraatacar desde ella si toca.

¿Qué hacer ahora que el listón del renuncio está tan bajo? Lo primero, no seguir cayendo en la táctica del adversario basada en la desorientación. Cada minuto que se habla de los tuits de los nuevos concejales -o de cualquier cuestión de su pasado- es un minuto que se pierde para hablar de las políticas que llevan a cabo. La caverna mediática está dejando guantes envenedados aquí y allá, tratando de sacar el lado radicaloide de figuras tan respetables como Beatriz Gimeno, Pablo de Soto o Rita Maestre. No seamos nosotros quienes cojamos esos guantes. Minimicemos que se dispersen y polinicen. Los buenos periodistas saben bien que esos guantes o no se cogen o, si no queda otra, se cogen con pinzas. En lugar de criticar a los medios por criticar, exijamos buen periodismo, que los periodistas cuando quieren -y querer es poder- saben hacerlo. Eso siempre es bueno en democracia.

Lo segundo, a medio plazo, transformar ese mundo nuevo que llevamos en nuestros corazones -y en nuestros timelines- en hegemonía capaz de resistir pero también de convencer a la mayoría -imprescindible leer artículo al respecto en Sentit Critic-. No renunciar ni tener miedo a lo que somos, pero al mismo tiempo aceptar que estamos en riesgo de máxima exposición y que conviene preguntarse antes de enunciar -en Twitter o donde sea-: ¿Cómo defendería esto ante mis amigos, mis simpatizantes y mis enemigos de forma de que la imagen que quede de mí y de mi gobierno no sea negativa? Esto es lo que me atrevo a llamar el arte de la aritmética discursiva, que creo que cualquiera puede aprender mediante el entrenamiento; tan solo requiere práctica y constancia, ensayo y error. ¿Quizá Carmena está ahora tratando de afinar su discurso según esta lógica aunque no satisfaga a algunos miembros más pegados a la comunidad? Démosle un poco de tiempo; puede que lo que hace tenga sentido. No sé si lo hace a idea, pero lo que dice tiene virtud para calmar a sectores moderados tras la agitación a la que les ha sometido la caverna.

Por último, y así en general, mientras vamos horadando la realidad para transformarla con cada paso que damos, sea pequeño o grande, es imprescindible aceptar las reglas del nuevo medio en el que toca moverse: 1) Usar códigos que los medios puedan interpretar y transmitir, 2) de un modo que las audiencias estén dispuestas a comprender y aceptar, 3) códigos que los adversarios políticos no puedan utilizar para contraatacar y que, en caso de que lo intenten, salgan más perjudicados que uno mismo.

¡A sus puestos! Que el baile -con los medios- tan solo acaba de empezar.

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