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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

¡Rajoy va desnudo!

Antonio Aramayona / Antonio Aramayona

“Pedro” –le conminó- “te insisto en que  es un error muy grave y muy malo para España y el conjunto de los españoles los pactos entre pentapartidos y la exclusión del PP en las negociaciones emprendidas tras las elecciones del 24-M. Si te empecinas en pactar con la izquierda radical, incurres así en un nocivo sectarismo, lo cual tiene una lectura dentro y fuera de España que afecta y mucho a los intereses de los españoles”.

Como Rajoy había propalado tal monólogo telefónico hasta los confines de su reino, algunos ciudadanos mandaron a La Moncloa a un tal Protágoras de Abdera, que le habló de esta guisa: “Escúchame, Mariano, hace ya más de 2.400 años dejé escrito en mi obra Los discursos demoledores lo que ahora te comunico: el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son. Que cualquiera de tus vecinos está a tu izquierda es una obviedad. Que tildes a esa izquierda de radical indica primordialmente tu propia radicalidad desde la que interpretas a los demás como presuntos radicales. ¿Acaso has olvidado, Mariano, que ‘radical’  viene del latín ‘radix’ (raíz), y los tres primeros significados que la RAE da de ‘radical’ son: 1) Perteneciente o relativo a la raíz: 2) Fundamental, de raíz. 3) Partidario de reformas extremas, especialmente en sentido democrático? ¿Tienes algo que decir además de que España es un gran país que hace cosas importantes y tiene españoles, y que España es una gran nación y los españoles muy españoles y mucho españoles?”.

Algo contrariado tras escuchar las palabras de Protágoras, Rajoy convocó a sus asesores más fiables, todos ellos formados brillantemente en la Hans Christian Andersen University, que ipso facto dieron con la clave maestra de todas las soluciones posibles a cualesquiera problemas que advinieren: el rey Rajoy, que tenia un vestido distinto para cada hora del día, iba a tener uno nuevo con el que podría averiguar qué funcionarios del reino son ineptos para el cargo que ocupan, y  también podría distinguir entre los inteligentes y los tontos. Aprobado lo cual, aquellos asesores montaron un telar, se hicieron traer sedas muy finas y oro de muchos quilates, que fueron a parar directamente a sus bolsillos y emplearon todas sus artes en simular que estaban trabajando día y noche, aunque nada tenían en la máquina. Cuando Rajoy se acercaba a inspeccionar cómo iba la confección de su traje, solo veía  el telar vacío, pero no osaba confesar que nada veía, pues entonces conocerían los demás que era un inepto y no servía para rey.

Reprimiendo sus dudas, Rajoy resolvió que el pueblo debía conocer cuanto antes aquel traje maravilloso del que todo el mundo hablaba. A la mañana siguiente, se hizo vestir en sus aposentos por los asesores, que, con mucha ceremonia, fueron poniéndole el pantalón, la camisa, la casaca y el manto que el rey Rajoy seguía sin ver ni tocar ni admirar. “Qué bien le sienta, le va estupendamente! -exclamaban los asesores-. ¡Vaya corte y vaya elegancia! ¡Es un traje precioso!”.

Al salir a la calle, unos ayudas de cámara se encargaron de sostener una larga cola, donde, según los asesores aseguraron a Rajoy, podía leerse en letras muy grandes y doradas: “CRECIMIENTO ECONÓMICO Y CREACIÓN DE EMPLEO”.

La gente, agolpada en calles y balcones, exclamaba: “¡Qué precioso es el traje del rey Rajoy! ¡Qué gran verdad se lee en tan magnífica cola! ¡Tenemos hambre, pero gracias a él hemos superado la crisis!”, pues, aun sin ver nada, nadie quería ser tenido por incapaz en su cargo o por estúpido.

“¡Pero si no lleva nada! Ese hombre va desnudo” -gritó de pronto un niño al verlo pasar.

“¡Por favor, escuchen la voz de la inocencia!” -dijo su padre, que también cayó en la cuenta de que Rajoy iba desnudo; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir aquel niño. “¡Pero si Rajoy va desnudo!” -gritó, al fin, el pueblo entero.

Aquello inquietó a Rajoy, pues barruntaba que el pueblo tenía razón, por lo que resolvió que prosiguiera el cortejo, mientras los ayudas de cámara sostenían la inexistente cola y el inexistente mensaje: “Crecimiento económico y creación de empleo”.

Por la tarde recibió un whatsapp de un tal Bárcenas: “Mariano, sé fuerte. Mañana te llamaré”. Y Rajoy lloró…

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