Sobre este blog

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia,  Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.

Alguien roncó en el Hotel Madrid

Hotel Madrid, situado junto a la Plaza De Cairasco, Las Palmas de Gran Canaria. (Alejandro Ramos)

Jorge Batista Prats

Estábamos sentados Otis Redding y yo. Él, silbando en el muelle de la bahía en Nueva York. Yo, callado en la terraza del Hotel Madrid, en la Plaza de Cairasco. Los dos, con mucho soul, que es alma. Los dos, negro y blanco, bajo mucho sol. Acababa de comenzar la Primavera. El entorno de la plaza es muy agradable, pese a que unos desalmados taparon hace muchos años el barranco de Guiniguada con una autovía. Los coches, los semáforos y los pasos cebra, ante la falta de cultura de una clase política en la indigencia intelectual y ávida de dinero – pesetas, entonces – sustituyeron sin corte alguno como se dice en las calles, a vetustos pero atractivos puentes de piedra y palo y a un cauce por donde bajaban las aguas cuando llovía y se decía, como aún se dice que “corría el barranco”. El barranco preso quería libertad. Por ello, escapaba en sus aguas de la cárcel que es la isla.

Humberto Pérez, en Mi Gran Canaria, señala: “Frontera entre los dos guanartematos de la isla, este barranco era una puerta natural y un pasillo hacia el interior. Por allí se retiraron los aborígenes canarios tras intentar abortar la fortificación de los invasores en la batalla del Guiniguada. Posteriormente, junto a las aguas de este río, se asentó el Real de Las Palmas, que pasó en poco tiempo de ser un campamento guerrero a convertirse en una floreciente villa. Agustín Millares narra el primer enfrentamiento bélico entre las tropas de Juan Rejón y los aborígenes, basándose en la crónica del conquistador:

“Diósele el mando de las tropas a Doramas, el cual las dividió en dos cuerpos, confiando uno a Adargoma y otro a Maninidra, guerreros ambos de justa y merecida fama…”, lo que luego daría lugar a la conocida como la Batalla del Guiniguada, que narra así: “ … Al día siguiente, 29 de junio (1478), desde que el sol asomó por el horizonte, los canarios, divididos como ya hemos dicho en dos cuerpos, bajaron con rapidez por las montañas de San Francisco y de San Juan, y se dispusieron a atacar el Real de Las Palmas...”, de donde los canarios se retiran rechazados por los castellanos.

Cerveza, aceitunas y pan 'bizcochao'

Y hasta hoy. Aunque, no hace mucho tiempo – puede que un poco antes de comenzar la denominada crisis – los políticos, como la Iglesia frente a Galileo, pidieron perdón, básicamente al sentido común, y anunciaron su intención de volver a lo que fue. Me temo que la inversión necesaria lo imposibilita. Ello no quita que una caña con aceitunas curtidas en mojo en la mesa en la que estoy sentado con Otis – me ha asegurado que no es accionista de los ascensores – la caña, las aceitunas, digo, y también el pan bizcochao, no sean un manjar mientras se contempla como pasan desde una familia burguesa a un rasta, desde un chuihuahua a un boxer, desde un niño que llega a un anciano que pronto habrá de marcharse. Si la isla tiene microclimas climáticos, la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria tiene microclimas convivenciales. Y aquí se respira paz. Y hasta diría que en el ambiente, si uno pone a prueba toda su sensibilidad, está la respiración del pasado entre ruido de sables, armaduras de hierro y pieles de borrego. Al lado, a la Plaza de las Ranas, al llamado Quiosco de la Música, me llevaba mi padre para comprar partituras que mi madre ejecutaba al piano. Yo debía ser muy pequeño, pero recuerdo el rostro afilado de nariz aguileña del viejillo a veces malhumorado que nos atendía, no obstante con mucha educación. ¿A dónde habrá ido?

Las vivencias son tan amplias como uno quiere

Es fácil sumergirse en la nostalgia que siempre trae la mirada al pasado. Incluso cuando ese pasado no se haya vivido sino que haya llegado a nosotros a través del estudio, la lectura o el cine. Yo siempre he sentido no haber acompañado a John Wayne en la diligencia, o haberme sentado con Woody y Diane frente al puente de Queensboro (la mayoría de las personas creen que es el de Brooklyn), mientras suena Rhapsody in blue de George Gershwin, interpretada por la Filarmónica de Nueva York bajo la batuta de Zubin Mehta. Y me hubiera gustado enamorarme y besar a Kristin Scott Thomas en El paciente inglés, encontrarme con Ilsa en Casablanca, volar sobre la sabana africana en el biplano de Redford, fotografiar algunos puentes en Madison y también subirme a un escenario flanqueado por Miles Davis y Charlie Parker … y tantas cosas más. Supongo que alguien dirá que sólo puede existir nostalgia de lo que se ha vivido, a lo que responderé que la vida y las vivencias son tan amplias como uno quiere y no se extinguen en lo físico.

Modernismo y cultura

Cae la tarde sobre la plaza – sunday morning coming down – y comienzan a encenderse las luces y a cambiar la vestimenta de los paseantes. No tiene el escenario el exotismo de la Jemaa el Fna ni hay cobras adormiladas que bailan al sonido de flautas, pero se desperezan los trasnochadores y al paisaje se incorporan los que más cercanos se sienten a la bohemia, si es que queda algo de ella. Basta girar la cabeza para apreciar el fogonazo que representa la fachada del Gabinete Literario, que fuera el Teatro Cairasco cuando yo no era y era el siglo XIX. Llegaba el Modernismo y los arquitectos Fernando Navarro y Rafael Massanet proyectaron la fachada que miro. Tras ella hay arte y billar, que también es arte a tres bandas.

Acabamos de dejar atrás el mes de marzo de 2016. Pues hace 172 años, unos señores llamados Cristóbal del Castillo y Manrique de Lara, Domingo J. Navarro, Juan Evangelista Doreste y Antonio López Botas dieron contenido cultural al edificio al fundar el Gabinete Literario de Fomento y de Recreo de Las Palmas que, lejos de quedarse en aquello que atañe al ocio frívolo, se atrevió con la literatura, la música e, incluso, con las ideas políticas ilustradas, facilitando las Bienales Regionales de Bellas Artes. Todo ello ocurría en pleno reinado de Isabel II, a la que me referiré – merece la pena – en un complemento de este texto que por ahí cerca lo tendrán.

Cairasco, erótico y religioso

Era ya de noche. Otis se puso un gabán y yo una cazadora de cuero. Hablábamos de la humedad, esa que provoca que la sensación térmica no concuerde en absoluto con la temperatura que hace. Me decía cosas de Georgia, de Memphis y del Mississippi mientras on my mind entraba Ray Charles y recordaba la magnífica Mistic River de Clint Eastwood. Y pasan las guaguas a detenerse enfrente, en la Alameda de Colón, y algunos detienen taxis para volver a casa. Pero Bartolomé Cairasco de Figueroa permanece quieto como un gran padre de letras y poemas. Dicen que se lo impusieron las circunstancias y fue canónigo, el primer Prior de la Catedral de Las Palmas, si bien su vida estuvo, como la de casi todos, entre el mundo, el demonio y la carne. Fue tan erótico como religioso, además de un escritor que contaba con el respeto de los grandes del Siglo de Oro, entre ellos, Lope de Vega, Cervantes y Góngora. En los jardines de la Catedral, mientras otros se largaron al Café Gijón, fundó una tertulia literaria que se acercaba mucho más a lo pagano que a la fe. Apolo Délfico se llamaba la tertulia, pero, que yo sepa, nadie supo si desde allí se lanzaron ditirambos a los alisios.

La habitación número 3

¡Quieto! ¿Lo sientes Otis? Parece que alguien ronca ya en el Hotel Madrid. Por favor camarero, ¿son acaso ronquidos eso que escuchamos? ¿Molestan, señores? No, no, el caballero emisor debe estar disfrutando de un reconfortante sueño. Yo no les he dicho nada, pero se trata de un general que duerme en la habitación número 3. El general Francisco Franco Bahamonde. Se comenta que el Ejército español en el norte de África se ha levantado en armas contra la República. Les ruego que no digan nada. Estamos a 17 de julio de 1936 y no quisiera que estos fueran mis últimos días. ¿Un golpe de Estado, sugiere usted? Me temo que sí señores. El general ha llegado de Tenerife y se dice que un avión que va a pilotar su hermano Ramón, el Dragón Rapide, va a llevarlo a Tetuán para incorporarse a la rebelión. Nadie sabe desde donde va a salir el aparato, pero a mi me han llegado rumores de que será desde la bahía de Gando. ¿No será peligroso estar aquí tomando una cañas? No, no, pueden seguir sin problemas. Aún nos queda una hora y media para cerrar.

Canarias, bajo el control de Franco

Ambos, Otis y yo, consideramos que ya habíamos pasado bastante tiempo hablando y que era el momento de retirarse a descansar. Fue al día siguiente, cuando me acerque a El Herreño a desayunar, cuando lo supe todo:

“A primeras horas del sábado 18 de julio, el general Franco sale del Hotel Madrid y se dirige a la Comandancia Militar de Las Palmas desde donde proclama el estado de guerra en todo el Archipiélago. Todos los edificios oficiales son tomados por los militares sublevados y los gobernadores civiles de las dos provincias son detenidos. En Las Palmas se declara la huelga general pero el intento de algunos grupos de obreros de llegar al Gobierno Civil es impedido por las fuerzas militares. En Santa Cruz de Tenerife, donde se encuentra el general Orgaz, por haber sido desterrado allí por orden del gobierno, la resistencia obrera al golpe es mayor y las tropas han de salir a la calle. Ese mismo día, 18 de julio, se da a conocer en Tenerife un Manifiesto redactado por el general Franco en el que justifica el alzamiento militar y que termina con vivas a España y al honrado pueblo español. A mediodía, el Archipiélago Canario está bajo el control de los sublevados”.

Sigue leyendo la historia de La Frescachona y Paquita Natillas y mira la fotogalería de la Plaza Cairasco y sus alrededores.

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Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódico Canarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia,  Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.

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