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La confitería lusa, una tradición secular que conquista a turistas españoles

La confitería lusa, una tradición secular que conquista a turistas españoles

EFE

Lisboa —

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Al pasear por las calles de cualquier ciudad portuguesa es imposible no tropezar con una pastelería tras otra, cuyos escaparates avalan una tradición para elaborar dulces que se remonta a siglos atrás y que no deja de conquistar a los turistas españoles.

La Confeitaria Nacional, Nicola o la Antiga Confeitaria de Belém, todas en Lisboa; el Café Majestic, en Oporto,; Piriquita, en Sintra, o el Café Vianna de Braga, entre muchos otros, han seducido los paladares de los más golosos con dulces que van desde los omnipresentes pasteles de nata hasta otros más regionales.

A la centenaria Confeitaria Nacional se acercan cada día centenares de clientes en busca de probar algunos de los dulces típicos que han otorgado su buena fama a la repostería lusa.

“Cada día tenemos en nuestra tienda, en la Plaza da Figueira, cerca de 900 clientes, muchos extranjeros que quieren probar nuestros dulces, entre ellos muchos brasileños, franceses e ingleses, pero los principales son los españoles”, reveló a Efe la responsable de ventas y marketing de la Confeitaria, Ana Martins.

Los famosos dulces portugueses surgieron siglos atrás a partir de recetas creadas por monjas que vivían en los conventos, lo que se conoce como confitería conventual, y en la actualidad casi todas las regiones de Portugal tienen su propio dulce tradicional.

Los primeros tenían como ingredientes el azúcar y las yemas de huevo, ya que las claras era utilizadas para almidonar los hábitos de las monjas y los curas.

Con yemas de sobra y con una enorme producción de azúcar, después de que en el siglo XV se popularizara la cultura agrícola de la caña de azúcar en la isla de Madeira, fue inevitable el aumento de los dulces elaborados en conventos.

La mezcla de yemas y azúcar dio origen al dulce más característico de la zona de Aveiro, los ovos moles (“huevos blandos”), que están considerados el primer dulce conventual portugués, con más de 500 años.

El beijo-de-freira (“beso de monja”) también tuvo su origen en un convento, el de Santa Clara (Oporto), y recibe ese nombre porque las monjas le daban forma de labios.

Con el paso del tiempo, se sumaron varios dulces con origen conventual, como los pasteles de Santa Clara, las brisas do Lis de Leiria, los jesuitas de Santo Tirso, el tocino de cielo de Guimarães y los Trás-os-Montes o las tigeladas de Abrantes.

Sólo unos siglos más tarde empezaron a surgir otros tipos de dulces, como las famosas queijadas de Sintra de la fábrica “Piriquita”.

Esta fábrica, situada en la célebre villa a unos 30 kilómetros de Lisboa, fue fundada en 1862 por Costança Gomes, una señora a la que el rey Carlos I apodó como “Piriquita” (en alusión a un periquito) debido a su baja estatura.

Contança Gomes comenzó a elaborar las queijadas para satisfacer la gula del rey, a quien le gustaba pasar sus vacaciones en Sintra e ir a comprar a la panadería, donde un día llevó la receta de las queijadas para pedir que las hicieran.

El otro dulce estrella de “Piriquita”, los travesseiros de Sintra, aparecieron durante las Guerras Mundiales, cuando la hija de “Piriquita” decidió innovar con esa receta, que hoy en día incluso superan en fama a las queijadas.

Este negocio portugués acumula ya siete generaciones de una misma familia, que guarda el ingrediente secreto de sus queijadas desde hace más de 150 años.

Durante la Navidad también hay muchas recetas típicas que atraen a portugueses y extranjeros, como el conocido bolo rei, parecido al roscón de reyes español y que llegó a Portugal de la mano de la Confeitaria Nacional de Lisboa.

La famosa pastelería, fundada en 1829 y en la misma familia desde hace seis generaciones, tiene 116 productos diferentes, entre las grandes ventas que hacen de pasteles de nata, pasteles de arroz y garibaldis, aunque el bolo rei es su producto estrella.

“En Navidad el bolo rei es el dulce más vendido, La Confeitaria Nacional es conocida por el bolo rei, porque fue quien trajo la receta a Portugal y porque es la única del país que lo fabrica durante tanto tiempo, desde finales de septiembre a marzo”, señaló Ana Martins.

A lo largo de todo el año, los doces finos del Algarve -figuras de mazapán con forma de flores, animales u otros diseños-, la torta de Azeitão, los biscotes de Louriçal, el pão de ló -un bizcocho suave especialidad de Aveiro- o los afamados pasteles de Belén son otros de los dulces tradicionales de Portugal.

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