La opera china, una reliquia en el Sudeste Asiático

La opera china se ha convertido en una reliquia en el Sudeste Asiático pese a que buena parte de la población procede del gigante continental, de donde ha llegado en el transcurso de los siglos en sucesivas olas migratorias.

Los conflictos armados y las motivaciones políticas han conducido a la suspensión de las representaciones en Laos, Vietnam, Camboya e Indonesia, y los únicos países del subcontinente en que aún pervive el ancestral arte escénico son Tailandia, Malasia y Singapur.

Los primeros espectáculos se remontan a la China del siglo X como una forma cortesana de entretener al emperador que adquirió carácter religioso cuando se trasladó a los templos de tradición taoísta, como reclamo a los creyentes y tributo a los antepasados.

Tras un largo periodo de transmisión oral, las partituras y guiones solo se empezaron a transcribir bajo la dinastía Ming (siglos XIV-XVII), de la que datan clásicos como Mu dan Ting (El pabellón de la peonía), compuesto por el poeta Tang Xianzu.

“Esa pieza es de 1598 pero aún se representa en la actualidad”, explica a Efe el musicólogo Ampan Charoensuklarp, que recuerda que en esa época se tienen constancia de las primeras escenificaciones en Tailandia, durante el reino de Ayutthaya, al norte de Bangkok.

“En principio la audiencia estaba compuesta por la diáspora china pero después se incorporó el público local”, dice el experto, de 74 años y que tras recibir formación en China ha dedicado su vida a garantizar la supervivencia de ese tipo de opera en este país.

De origen chino, Ampan subraya que en los espectáculos se aborda, como en la opera europea, la paleta completa de pasiones humanas.

“También el propósito de ilustrar al pueblo y los mensajes moralizantes, en importante medida en defensa del poder”, apunta.

En contraste, no obstante, con la opera occidental, la china recurre a disciplinas como las artes marciales y la acrobacia, así como al empleo de máscaras y el uso simbólico de los colores -cada uno tiene un significado distinto- en el maquillaje y el atrezo.

Ampan, que reconoce el declive de los espectáculos en Tailandia -donde tienen cuatro siglos de antigüedad pero ahora no se organizan más de tres o cuatro al año-, ha adaptado y traducido al tailandés varias obras para que no desaparezcan las funciones locales.

Una de ellas se ha escenificado este noviembre en un enclave de la comunidad china que ha sido rehabilitado en el centro de Bangkok.

“Bao Zheng” narra la historia de un legendario magistrado que vivió en China durante la dinastía Song (siglos IX-XIII) y que debe enfrentarse al doloroso dilema de elegir entre la justicia y la familia cuando se ve obligado a juzgar a un sobrino por corrupto.

Pese a las continúas súplicas, ruegos y llantos de su hermana, madre del acusado, el juez condena finalmente a su sobrino a muerte.

El papel de Bao Zheng, interpretado en la capital tailandesa por el actor local conocido como Somboon -también de ascendencia china y que se lamenta de que la opera de su país de origen “se está perdiendo” en Tailandia-, da mucho de sí en términos operísticos.

Y es un buen ejemplo de la versatilidad de los personajes.

El acto representado este mes en Bangkok es solo uno de los dos centenares de episodios que se han inspirado en ese magistrado -que encarna al dios de la justicia y un figura que admite variantes y es asombrosamente fértil-, a lo largo de la historia del género.