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Libros verdes para conservar “la sabiduría de los pueblos de Extremadura”

Mamaeña, el último volumen de temática extremeña editado

Pedro Pablo G. May

Los hermanos Miguel y Elisa Herrero sostienen una editorial (ELAM Editores) para conservar “la sabiduría de los pueblos de Extremadura”, publican para ello textos sobre naturaleza y cultura rural donde se pueden encontrar desde una poética historia de los árboles hasta el origen de antiguas fiestas populares.

Procedentes de una familia de Ceclavín en el oeste de la provincia de Cáceres, se dieron cuenta de que muchos antiguos oficios, herramientas, tradiciones y conocimientos populares corrían el riesgo de perderse si no actuaban, porque eran exclusivamente de transmisión oral, y por eso empezaron a recopilar información consultando a las personas mayores, explica Miguel Herrero.

Históricamente integrado en la comarca o tierra de Alcántara, Ceclavín es un pequeño municipio extremeño próximo a la frontera con Portugal en una zona habitada desde épocas prehistóricas con larga tradición cultural donde “incluso se recogió una de las cantigas de Alfonso X el Sabio, que se había conservado oralmente”.

Gracias a esta labor etnográfica y folclórica “hemos recuperado conocimientos increíbles” porque “la gente de edad posee una gran filosofía de la vida y una sabiduría de la que muchas veces no es consciente ella misma”, detalla este escritor y editor que, además de naturalista, es profesor de la Universidad Complutense de Madrid y doctor en Inteligencia Artificial. Miguel y Elisa viven a caballo entre Madrid y Ceclavín.

20 tonos distintos de rebuzno

En el volumen “Mi Extremadura rural” se recopilan datos como los 20 tonos diferentes que son capaces de transmitir los burros según sus necesidades (desde el rebuzno de amor al de hambre), los diversos tipos de canciones populares y sus ritmos (de ronda, de fiesta, de labranza) o cómo aprovechar las bellotas de encina, alcornoque o roble.

También recoge “nuestru bichariu” o peculiar bestiario extremeño que incluye la denominación tradicional de la fauna local y su traducción: por ejemplo “alicanti” es la víbora, “garrapiña” es el águila perdicera, “sampedrina” es la mariquita y “cachopinu” es el murciélago.

Miguel Herrero detalla que hasta los años 50 o 60 del siglo XX la forma de vivir y trabajar en localidades como Ceclavín “no había cambiado mucho desde la época de los romanos” pero desde entonces las transformaciones han sido constantes.

Por eso, “mucha gente joven que marchó a las ciudades se ha interesado por nuestros textos al sentirse huérfanos de pasado” y reencontrar en ellos “el poso de sus mayores”, según “ellos mismos nos han explicado varias veces, por ejemplo en el Festivalino”, una conmemoración de la cultura popular rural que se celebra cada mes de abril en el pueblo cacereño de Pescueza.

Esos amigos, los árboles

Uno de los principales libros de la colección de ELAM Editores, editada sin ánimo de lucro, es “El alma de los árboles” en el que Miguel Herrero vuelca su amor personal por ellos, al explicar la historia y leyenda de varias decenas de especies.

“Es increíble que cualquier habitante de una ciudad no tenga problemas para reconocer tantos modelos distintos de coches y luego sea incapaz de nombrar los árboles más comunes”, se lamenta este partidario de la arboterapia o filosofía que propone el reencuentro con la naturaleza a través de la convivencia con los árboles para eliminar el estrés.

El libro está ilustrado por acuarelas de cada uno de los árboles elaboradas por otro de sus hermanos, Antonio José, pues las fotografías “son demasiado frías..., lo mejor es una recreación pictórica, más fresca y natural”.

Otro libro curioso es “Ceborrincho, relatos extremeños”, firmado por Miguel y Elisa Herrero, en el que se recogen cuentos “de la tierra” escritos en castúo, el dialecto extremeño del cual “surgen tanto los personajes como las vivencias realistas que se narran”.

También han publicado “Ciencia Exprés”, un texto firmado por el profesor de microbiología de la Universidad Autónoma de Madrid y director del departamento de cultura científica del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, José Antonio López Guerrero, más conocido como JAL, el nombre utilizado en su labor de divulgación científica en varios medios de comunicación.

“Nos interesa promocionar la naturaleza, pero también la ciencia y la cultura en general”, reitera Miguel Herrero.

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