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Aceite de palma y petróleo, los peligros ocultos detrás de un paquete de galletas

Fotograma del documental 'Revelaciones de un paquete de galletas'.

Juan Garro

El objetivo principal del documental 'Revelaciones de un paquete de galletas' es sensibilizar a la sociedad de la estrecha relación que existe entre el consumo irresponsable y el deterioro del medio ambiente y la pobreza. El problema de los pozos petrolíferos es quizás la parte del documental más conocida, no obstante resulta de gran importancia recordar cómo las empresas afectan a las personas que viven alrededor.

Por otro lado, el aceite de palma, presente en una ingente cantidad de productos es la parte más reveladora de la obra. Recientemente, saltó a la actualidad todos los problemas de salud que acarreaba el consumo desmedido de este tipo de aceites, afectando de manera grave a las personas a nivel cardiovascular, pero obviando las terribles consecuencias de sus plantaciones.

Inés Delgado, una estudiante de la Universidad de Cantabria y protagonista del documental, cuenta que uno de los testimonios que más le impresionó fue el que aportó un agricultor que hablaba sobre las condiciones en las que una empresa petrolífera había dejado el agua de un pozo cercano, totalmente contaminada. Su estado impedía el correcto crecimiento de las plantaciones de alimentos tan básicos en la región como el maíz o la naranja.

El agricultor contaba que unos sicarios habían intentado acabar con su vida, ejemplificando los peligros a los que se exponían las personas que intentaban defender sus tierras. “A mí me impactó mucho”, cuenta Delgado a eldiario.es, añadiendo que que es una situación en la que se encuentran muchos activistas en Sudamérica que “son asesinados día sí y día también por sicarios contratados”.

Cero euros, un documental, dos personas y 14.000 kilómetros. Esta fue la premisa con la que la Asociación Imagine comenzó a empapelar las universidades de Cantabria buscando alumnos que quisieran embarcarse en una aventura. En la convocatoria no había más información que esa, y a pesar de todo se presentaron varias decenas de voluntarios, entre ellos Inés Delgado y Pablo Ortiz. Ambos de 21 años y estudiantes de la Universidad de Cantabria: ella estudiante de Física y él de Magisterio.

Para apuntarse, tanto Pablo como Inés, tuvieron que escribir en una hoja en qué países habían estado, qué estudiaban, qué motivos les llevaba a inscribirse y, sobre todo, qué les había llamado la atención de un anuncio que explicaba poco y escondía mucho.

Tras un primer proceso de selección, quedaron 15 candidatos. “Las preguntas empezaron con un carácter general y fueron acercándose poco a poco al tema”, cuenta Ortiz a eldiario.es. Les preguntaron por sus conocimientos sobre el aceite de palma y sobre la situación precaria de las selvas, entre otros. “En base a lo que contestamos nosotros y a lo que contestaron los demás, nos seleccionaron”, comenta.

En total pasaron dos semanas en diversas zonas de Ecuador, sobre todo en la parte de la selva, grabando entrevistas con especialistas y personas que se habían visto afectados por el acoso de la industria petrolífera y la industria del aceite de palma. El sector alimenticio, en su implacable uso de este nocivo componente, ha deforestado gran parte de las selvas de América del Sur y África, según Ecologistas en Acción.

Para poder realizar el documental estuvieron conociendo el país: haciendo turismo, hablando con gente, viviendo el día a día de esa sociedad. “El contexto general del país”, cuenta el estudiante de 21 años. Los días que pasaron en la selva se alojaron con una familia que les acogió, durmiendo en unas hamacas improvisadas en el salón y conviviendo con ellos. El documental de casi 28 minutos de duración puede encontrarse fácilmente en la plataforma de Vimeo.

Una experiencia peligrosa

En el noveno minuto del documental comienza una sucesión de planos que no estaban previstos. La conversación se envuelve en una tensión sutil pero palpable, la conclusión de todo el equipo es que una camioneta les está siguiendo.

“En ningún momento pensé en que nos pudieran detener”, comenta Delgado sobre la situación, pero sí que temió porque les arrebataran el material que habían grabado hasta entonces. “Yo tenía miedo”, cuenta Ortiz, explicando que se oye en las noticias que los ecologistas que denuncian ciertas causas y “sufren accidentes o desaparecen”. Matiza que “no pensaba que fuera a llegar a tanto, pero siempre corres cierto peligro”.

La situación se desarrolló de una manera que les hizo sospechar. Tras grabar unos planos cerca de unos pozos petrolíferos, observaron que había una camioneta blanca, al marcharse de allí comprobaron que ésta estaba detrás de ellos. “Al principio creía que no nos seguía”, comenta, pero las condiciones de la carretera les llevaban a conducir a una velocidad reducida y muchos coches les sobrepasaban, la camioneta no.

Decidieron ponerle a prueba y comenzaron a reducir aún más la velocidad, el vehículo blanco siempre se mantuvo detrás. Al llegar a la siguiente zona de grabación prevista, se bajaron del coche dispuestos a realizar su trabajo, pero expectantes por ver qué podía suceder. La camioneta también se paró, y por la zona se encontraban unos militares. Al finalizar allí, se marcharon, pero continuó el seguimiento.

En una bifurcación giraron a la derecha y se detuvieron. La camioneta tomó la misma dirección pero fue incapaz de frenar sin que pareciera sospechoso, por lo que siguió circulando. “Ahí fue cuando vimos que en el asiento del copiloto iba sentado un militar”, explica Ortiz. Dieron media vuelta y tomaron la salida de la izquierda de la bifurcación, continuaron la carretera y se bajaron para grabar otra serie de planos.

El coche en el que iban los estudiantes no podía quedarse allí estacionado, así que tuvo que marcharse. Al reunirse de nuevo con el conductor, este les contó que había vuelto a ver la camioneta blanca, la que les había rebasado en la carretera de la derecha. Llegaron a la conclusión de que había realizado la misma maniobra que ellos: dar media vuelta, y encaminarse hacia la carretera de la izquierda. “Está claro que nos estaban siguiendo”, concluye Ortiz.

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