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Vilvoorde, la ciudad belga que cerró a tiempo la puerta al imán de Ripoll

Vilvoorde, la ciudad belga que cerró a tiempo la puerta al imán de Ripoll

EFE

Vilvoorde (Bélgica) —

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La localidad belga de Vilvoorde, que lleva años luchando de forma puntera en la prevención del terrorismo yihadista, cerró la puerta en 2016 al imán de Ripoll, Abdelbaki Es Satty, al recelar de sus inexistentes credenciales religiosas y la escasa información que daba sobre su pasado.

Situada a 12 kilómetros de Bruselas, con algo más de 40.000 habitantes, Vilvoorde es una localidad industrial del Brabante flamenco desarrollada en torno a la minería, que sufrió un duro golpe social hace unos años con el cierre de una planta del fabricante de vehículos Renault.

En Vilvoorde, más del 30 % de su población es extranjera, muchos de ellos marroquíes, aunque también hay una importante comunidad española que emigró en los años sesenta, la mayoría del pueblo cordobés de Peñarroya-Pueblonuevo.

Uno de ellos es Juan Miguel Latorre, que dijo a Efe que nunca ha visto nada peligroso en la localidad, “aunque viendo las cosas que pasan, es triste, pero te da pánico, y más sabiendo que estuvieron aquí”.

En 2012, Vilvoorde se situó tristemente en el mapa del terrorismo europeo después de saberse que una treintena de personas de esta población había viajado a Siria para unirse a las filas del Estado Islámico (EI).

Entonces, su alcalde, Hans Bonte, se puso manos a la obra e hizo de la lucha contra el terrorismo y la prevención de la radicalización su prioridad número uno creando incluso un departamento específico de antiradicalización y polarización, que dirige la joven Jessika Soors.

Desde 2014, sus esfuerzos dieron fruto y ya no constan más viajes a Siria ni que existan terroristas en la localidad, un éxito que ha sido destacado más allá de las fronteras belgas por el expresidente de Estados Unidos Barack Obama.

Soors explicó a Efe que tienen un enfoque “muy exhaustivo”. “Combinamos los esfuerzos de prevención con las intervenciones individuales, lo cual significa que cuando el individuo está en riesgo de radicalizarse, nosotros intervenimos”, relató.

“En un entorno de múltiples agencias, proporcionamos apoyo psicológico, ideológico, social y educativo, muy exhaustivo y muy necesario. Y si no hay nada más que podamos hacer, también colaboramos de forma estrecha con los servicios policiales para asegurar que la ciudad se mantenga segura”, añadió la experta en antiradicalización.

El propio Hans Bonte destacó en una entrevista con Efe que ese trabajo de cercanía, en el que también está implicada la comunidad musulmana, fue clave para recelar de Es Satty, que fue incluso expulsado de la mezquita.

El imán de Diegem alertó a Bonte y a la Policía local de las dudas que les despertaba Es Satty, lo que pone de relieve una implicación de la comunidad musulmana en la lucha antiterrorista de la que el alcalde dijo sentirse “orgulloso”.

Hoy el nombre de Vilvoorde aparece en periódicos de medio mundo por haber sido durante unos meses el hogar del imán de Ripoll, implicado en los recientes atentados en Cataluña, que han dejado 15 muertos y más de un centenar de heridos.

En la principal calle de tiendas de la localidad flamenca, un vecino marroquí, Abdel, explicaba a Efe que lleva más de veinte años en Bélgica y vive perfectamente integrado.

“Cuando uno viene de fuera es normal que haya quien desconfíe, pero luego uno trabaja y se muestra respetuoso y enseguida se gana el cariño de la gente”, aseguró.

Más complejo le parece el asunto de la integración a Libe, una madre de familia belga que trabaja con refugiados y tiene un piso alquilado a musulmanes en la cercana población de Kortenberg.

“Tenemos miedo de lo que no conocemos. Pero, junto a eso, la integración no es fácil, la diferencia de culturas es complicada y resulta difícil vivir con ello”, añadió.

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