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Migrantes y activismo: tomemos de una vez la palabra

Imagen de archivo: manifestación en Barcelona el Dia Internacional del Migrante / ROBERT BONET

Paula Guerra Cáceres

Activista de SOS Racismo Madrid —

¿Podría alguien concebir que el espacio discursivo de la lucha feminista no fuese ocupado por mujeres? Nadie. ¿Por qué no ocurre lo mismo con la lucha por los derechos de las personas migrantes?

Desde hace un tiempo vengo debatiendo en diferentes espacios de activismo la necesidad de que las personas migrantes comencemos a ocupar la primera línea en el debate de todo aquello que nos incumbe. Nuestro colectivo sufre en primera persona, y en múltiples ámbitos, una serie de problemáticas que se relacionan con el hecho intrínseco de ser “migrante”, categoría que tiene implicancias sociales, políticas y económicas para quienes formamos parte de ella. Sin embargo, estas problemáticas suelen ser “contadas” y “explicadas” por quienes no viven en primera persona esta situación.

Ejemplos hay muchos: debates televisivos, charlas, mesas redondas, foros, etc., en los que personas no migrantes –casi siempre blancas y españolas– hablan sobre lo que nos ocurre y afecta. Lo mismo pasa en las marchas y concentraciones que se hacen en favor de nuestros derechos, donde es común que la portavocía recaiga sobre una persona española. La premisa parece ser: “Yo soy capaz de contar mejor que tú lo que te pasa a ti”.

¿Por qué ocurre esto? En parte, porque no hemos sido capaces de construir un discurso articulado, transversal a nuestras reivindicaciones, que nos permita ocupar ese espacio discursivo. Nos hemos mantenido siempre en una segunda línea, en el ámbito de la acción. Participamos en manifestaciones, en asambleas, en espacios de activismo social y político, pero no hemos sido capaces de construir nuestro propio relato. A tal punto llega esta situación que no es raro escuchar a una persona migrante hablar en tercera persona sobre “los migrantes”. Nos hemos convertido en ese “otro” que se ve así mismo como “la otredad”. 

Esta ausencia de una narrativa propia tiene una estrecha relación con una característica que es común a gran parte de los proyectos migratorios: la necesidad de pragmatismo para la sobrevivencia cotidiana. Cuando se está intentando conseguir “papeles” o pensando en cómo reunir los requisitos para renovar el NIE difícilmente la construcción de discurso se convertirá en un aspecto prioritario.

Pero este no es el único factor. Otro hecho que influye es el paternalismo de una izquierda que nos sigue viendo como objetos políticos de su discurso y no como sujetos del mismo. Es necesario romper esa barrera.

Nuestra lucha, nuestras reivindicaciones necesitan del apoyo de las miles de personas solidarias que han trabajado y siguen trabajando en favor de nuestros derechos. Pero al igual que en la lucha feminista los hombres concienciados jamás pensarían en hablar “en nombre de las mujeres”, del mismo modo nuestras compañeras y compañeros de lucha deberían ayudarnos en nuestro proceso de empoderamiento cediendo los espacios discursivos.

Solo cuando seamos capaces de liderar nuestro propio debate, las personas migrantes estaremos en condiciones de completar un proceso de empoderamiento que no será tal mientras permanezcamos en ese espacio simbólico de infantilización que nos impide hablar en primera persona.

Esta es una demanda cada vez más fuerte entre las personas migrantes que participamos de los movimientos sociales. Queremos hacer el tránsito hacia la adultez, pasar de ser objetos a sujetos políticos. Ya estamos en la acción. El paso que sigue, hacernos con la palabra.

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