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Banqueros y empresarios esperan agazapados el fin de la tormenta electoral

Ana R. Cañil

Lunes, 11 de mayo. Ni un banquero –ni grande ni chico- ha acudido a escuchar a Albert Rivera al hotel Palace de Madrid. Aunque es la estrella emergente de la derecha, la esperanza blanca del Ibex 35 y tiene en su mano la clave de la gobernabilidad tras el 24M y quizá tras las elecciones generales del otoño frente al desgastado Rajoy, al café solo comparece alguna figura institucional, como es el caso del presidente de la CEOE, Joan Rosell o el de la patronal eléctrica, Eduardo Montes.

Se ven otras caras ya arrugadas y menos influyentes, como la de Eugenio Galdón, ex gran ejecutivo de Ono y ahora presidente de la fundación Everis, o Pedro López Jiménez, ex presidente de Unión Fenosa, pero sobre todo, hombre de Florentino Pérez en tantas cosas. Es verdad que Rivera ha llegado para presentar a su candidata por Madrid, pero desde hace dos meses no hay acto del líder de Ciudadanos que no esté abarrotado y su ascenso en las encuestas tranquiliza a la cúpulas económicas. Además, en Eurofoum tiene que responder a las preguntas de los asistentes. Si Rivera es la esperanza del poder económico frente a Podemos, ¿por qué se esconden los poderosos?

“Hay citas entre banqueros y políticos, pero a oscuras. No favorece a ninguno darles publicidad. Los banqueros están todos metidos bajo las piedras”, responde el más importante lobista de este país, que ha acudido a charlar con Rivera buscando una cita para abordar temas clave, como sus ideas sobre Internet. Pero “no solo se esconden con Albert, pese a que es cierto que es su gran esperanza, sino también con los del PP. Por ejemplo, en los últimos actos de Luis de Guindos no ha estado ni un banquero”, remata el influyente personaje, que hace años que trabaja con todos, en una u otra operación nacional e internacional.

Es fácil constatar la afirmación. En la presentación que el ministro de Economía de Rajoy hizo de la comisaria Cecilia Malström, a finales de abril y en el mismo Euroforum, no es que no hubiera banqueros clave, es que ni siquiera estaban los directores de comunicación (dircom) de la gran banca. La cosa no era nueva. En el desayuno del periódico económico Cinco Días, celebrado un mes antes, a finales de marzo, sus grandes señorías del poder económico y financiero brillaron por su ausencia ante la charla de Luis de Guindos, con excepción del patrocinador del evento, el presidente del Sabadell, Josep Oliù.

Es un hecho que los banqueros se la juraron a De Guindos desde que el de Economía intentó vetar al presidente de la patronal bancaria, José María Roldán, entre otras cosas porque era amigo de Rodrigo Rato, allá por el año 2013. Pero ya ha llovido mucho y aunque intentaron ningunearle buscando como alternativa al director de la Oficina Económica de La Moncloa, Álvaro Nadal, pronto la pedantería del personaje se les hizo insoportable. “Al menos Guindos era uno de los nuestros y no se pierde en las pretenciosas ”harvardiadas“ (de Harvard se supone) de Nadal, que es casi más pedante que Luis Garicano” (el fichaje económico de Rivera), en palabras del economista de uno de los servicios de estudios más notable de la banca.

Más allá de dimes y diretes, el manual tradicional marcaría que la banca reconozca a Rajoy que esto marcha mejor en un año electoral complicado para el que gobierna. “Ni hablar, precisamente por eso, por la volatilidad del momento, no lo hacen. Tira de hemeroteca -corta rápido una experta interlocutora- La banca, comenzando por el nuevo consejero delegado del Santander, José Antonio Álvarez, lo que dice que es no se puede hablar de recuperación mientras haya un 25% de paro. Fue el primero en airearlo, y unos días después dijo lo mismo el entonces consejero delegado del BBVA, Angel Cano (cesado por su jefe, Francisco González hace unas semanas). Lo único que los banqueros reconocen al Gobierno es que les ha regalado los bancos vendidos tras la crisis. La recuperación que hay, débil, se la deben a Draghi y a la coyuntura internacional”, explica sin matices la analista de finanzas, que insiste en guardar el anonimato por su jefe.

Todo lo anterior ¿es suficiente para qué los rostros más notables del mundo financiero y empresarial se evaporen cuando la situación política está a punto de dar un vuelco qué influirá también en lo económico? No basta. Lo anterior eran pipas. Hay más razones.

Una: las mismas elecciones en sí y la situación tan volátil de los sondeos, que les aconseja ponerse a cubierto. Cuanto menos se acuerden de ellos, mejor, que apechuguen los políticos con las culpas de la crisis, no quienes la originaron.

Dos: el caso Rodrigo Rato. Si tomamos los rostros de los presidentes de las primeras grandes corporaciones del Ibex, varios de ellos le deben todo a Rodrigo Rato “y el trato dado a Rodrigo ha sido deleznable, asqueroso. Aunque se haya equivocado mucho, pero los suyos -del PP- le han sometido al escarnio para rentabilizarlo políticamente”, explicaba en susurros, tras el desayuno de Albert Rivera alguien que fue gran amigo del exvicepresidente del Gobierno y de todos los presidentes que ahora le deben su puesto, empezando por Francisco González y César Alierta.

Tres: tras la elecciones europeas asomaron la patita para asustar con el fenómeno Podemos que a su vez les asustaba a ellos, pero ahora ha quedado neutralizado tanto por Ciudadanos como por el giro hacía el centro que está protagonizando el partido de Pablo Iglesias.

Seguro que habrá otros motivos que aconsejan a los Ibex35 mantener el perfil bajo o parapetarse tras los muros de sus grandes fortalezas, pero que intentan escaquearse del estrado hasta las generalas es un hecho. No había más que ver la cara y la respuesta de Joan Rosell, cuando al finalizar el desayuno de Rivera la periodista le abordó preguntando en calidad de qué estaba allí, si de amigo, de catalán o de presidente de gran patronal.

“Estoy aquí por ser presidente de la CEOE y también catalán –dos hechos innegables- pero no pienso hacer ni una declaración más. Ni una”. Y se fue a abrazar al líder de Ciudadanos, quien unas horas después se despachó con aquello de que los nacidos después del 78 eran los que debían liderar la política. No dijo nada de la Edad Media del mundo empresarial y económico, la mayoría nacidos en la década de los 40 y los 50 del siglo pasado.

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