Días de Empresa es un espacio en el que eldiarioand quiere contar las historias de las empresas andaluzas. Cómo discurre sus días, cómo nacen y cómo se consolidan, y cómo, desde aquí, desde Andalucía se construye sociedad a través de las iniciativas empresariales.
Cuidar con vocación: la vida en Novocare SCA, la cooperativa andaluza que pone a las personas mayores en el centro
Son las diez de la mañana en una jornada especial. Es festivo, pero en las seis residencias que gestiona Novocare SCA en Andalucía, las rutinas no se detienen. Se escucha el eco de las tazas en el comedor, un hilo de música suave acompaña la mañana, y en los pasillos, profesionales como Esperanza y Lola, gerocultoras con décadas de experiencia, ayudan a residentes a comenzar el día. No hay prisa, pero sí un ritmo firme: el del compromiso diario. “Aquí no se para”, resume una de ellas.
Fundada en 1985 como cooperativa de trabajo asociado, Novocare no nació para cuidar, sino para servir en el sector de la hostelería. Pero en 1996, impulsada por una necesidad social creciente y una visión distinta del servicio a las personas, la entidad se reinventó por completo para dedicarse a la atención de mayores. Hoy, con casi 500 personas atendidas y un equipo de cerca de 300 profesionales, se ha consolidado como una referencia en el cuidado humanizado en Andalucía.
Una cooperativa que crece sin perder su propósito
Patrocinio Wals, presidenta de Novocare desde 2014, recuerda que la transformación no fue un salto al vacío, sino una evolución natural. “Era un momento en que el cuidado de mayores empezaba a profesionalizarse más, y desde dentro vimos que podíamos aportar mucho, pero desde otro enfoque: el cooperativo”, cuenta. Ese enfoque lo impregna todo: desde la forma en que se toman las decisiones (de manera horizontal y participativa) hasta la relación entre quienes dirigen y quienes cuidan.
En Novocare, los socios trabajadores —que pueden ser desde auxiliares hasta miembros de la dirección— participan en la gestión diaria. Esto permite una toma de decisiones más pegada al terreno: “Lo que nos llega desde abajo no se pierde en despachos. Se escucha, se procesa, y se actúa”, señala Patrocinio. Esa estructura, lejos de ralentizar, ha servido para mejorar los cuidados, detectar problemas antes de que escalen y garantizar que las personas, todas, estén en el centro: residentes, familiares y profesionales.
“No buscamos maximizar beneficios, sino garantizar empleos estables y un cuidado digno y continuado”, insiste la presidenta. Y esa diferencia se nota.
Vocaciones que llegan tarde... pero para quedarse
Esperanza llegó a Novocare en 2006, cuando el centro en el que trabaja abrió sus puertas. Hasta entonces había sido auxiliar administrativa desde los 16 años, pero su verdadera vocación estaba en otro sitio. A los 45, decidió dar un giro radical a su vida: se matriculó en un grado de Formación Profesional de Técnico en Cuidados Auxiliares de Enfermería (TCAE) y compaginó los estudios con su trabajo. Fue duro, pero lo logró. “Nunca me había sentido tan satisfecha”, dice ahora. Durante sus prácticas en la residencia, el equipo la vio trabajar, y no la dejaron marchar. Desde entonces, no ha salido.
“Este es mi sitio”, afirma. A unos meses de su jubilación, con 66 años, confiesa que no quiere pensar mucho en ese momento: “Voy a echarlo de menos. El cansancio físico es real, pero lo que te da este trabajo, emocionalmente, no se puede explicar. Te llena. Te cambia la forma de ver la vida”.
Lola, otra gerocultora veterana que trabaja en Novocare desde 2002, dice algo parecido. Llegó por casualidad, apuntándose a un curso de geriatría sin imaginar que acabaría dedicando su vida a esto. “Y cuando entré, me encantó. Me gusta el trato con los residentes, lo agradecidos que son, y la sensación de que cada día les aportas algo bueno”, dice ella.
Ambas coinciden en que el trabajo es duro, pero profundamente vocacional. Que no todo se aprende en los libros, y que parte del aprendizaje diario viene de los propios residentes. “Con ellos desarrollas empatía. Te ves reflejada. Aprendes cada día. Y sabes que estás haciendo algo valioso”, añade Esperanza.
Vivir con dignidad también en la vejez
Ana lleva ya diez años como residente en uno de los centros de Novocare. Tiene 85 años, es cordobesa, pero cuando habla, su acento deja entrever una vida lejos de aquí. “Viví en Australia 42 años. Allí me casé, allí trabajé, y allí nació mi hijo. Pero mi marido, cuando enfermó, quiso volver a morir en su tierra. Así que volvimos. Y aquí estoy”. El marido falleció catorce meses después del regreso. A partir de ahí, Ana fue viniendo más a la residencia, primero durante el día, hasta que su salud la llevó a quedarse de forma permanente.
“Aquí me tratan con respeto, con dulzura. Las trabajadoras son muy buenas. Y si no estuviera contenta, ya me habría ido a otro sitio”. Tiene amigas con las que charla, aunque también disfruta de su independencia: “No me siento sola, pero tampoco necesito estar todo el tiempo con gente. Hablo con quien me habla y tengo mi espacio cuando me apetece”. Cada año, su hijo viaja desde Australia para visitarla. “Ya no tengo muchas raíces allí, pero me queda él”.
Pepe, en cambio, prefiere no hablar mucho. Tiene un carácter más reservado, pero le cambia la voz cuando menciona el jardín. “Yo jardineo”, dice satisfecho. Aprendió en casa de su sobrina, y se ha encargado de cuidar plantas, podar y segar el césped desde entonces. “Me enseñó un sobrino político. Siempre me ha gustado coger la máquina de segar y ponerme a cortar. Me relaja”.
Ahora, para Pepe, lo más importante es estar tranquilo. No suele participar en las actividades del centro, pero eso no significa que no esté integrado. Tiene sus rutinas, su espacio. Y eso, para él, es bienestar.
Rehabilitación y autonomía: un modelo que evoluciona
Uno de los desarrollos más importantes en los últimos años en Novocare ha sido la creación de unidades de rehabilitación que no solo atienden a residentes, sino que se abren al entorno. En Córdoba, por ejemplo, esta unidad ha tenido un crecimiento notable. “La sociedad está más concienciada con la importancia de la recuperación funcional tras un ictus, una fractura o un proceso neurodegenerativo”, explica Susana, psicóloga especializada en neuropsicología y coordinadora de la unidad.
Su llegada a este ámbito fue personal: tuvo que enfrentarse a una necesidad familiar relacionada con su hijo, y eso la llevó a formarse y especializarse. Hoy lidera un equipo que valora, diseña y aplica tratamientos personalizados para recuperar la autonomía del paciente. “Trabajamos desde la neuroplasticidad del cerebro, pero también desde el vínculo emocional. Lo que conseguimos aquí no es solo físico: es también autoestima, seguridad, integración”.
La unidad aborda desde la movilidad hasta la cognición, y siempre en conjunto. “Es clave implicar a las familias, para que lo aprendido aquí se traslade a la vida diaria”, añade Susana.
Un modelo humanizado que se adapta a nuevos retos
Novocare está en constante evolución. El perfil de los residentes está cambiando: hay personas cada vez más jóvenes, con alteraciones de conducta o patologías complejas. El modelo institucional clásico ha dado paso a uno mucho más humano y flexible. “Queremos que las residencias sean una prolongación del hogar. Que la persona mayor no pierda su individualidad, su historia, su autonomía”, explica Patrocinio Wals.
Para eso, están aplicando un sistema de auxiliares de referencia, en el que cada profesional tiene asignadas tres personas a su cargo de manera especial. Se encargan de su bienestar, de comunicarse con sus familias, de que no les falte nada. “Esto fortalece el vínculo y permite detectar cualquier problema emocional o físico antes de que se agrave”, apunta Lola.
Patrocinio recoge una reflexión que lo resume todo: “Nuestra razón de ser es cuidar, pero no de cualquier manera: Cuidar con dignidad, con humanidad, con presencia. Y hacerlo juntos. Eso es lo que nos hace diferentes”.
En un sector a menudo marcado por la precariedad o el olvido, Novocare representa otra forma de hacer las cosas. Una que no se mide solo en cifras, sino en vínculos, en proyectos de vida compartidos, en pequeños gestos que cada día hacen grande la tarea de cuidar.