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El Metro de Málaga llega al centro inaugurando una estación que se queda pequeña

Néstor Cenizo

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Málaga estrena este lunes la ansiada extensión del Metro hasta el Centro Histórico, pero el hito de la llegada hasta Atarazanas ha quedado difuminado esta semana por el hecho de que la estación sea tan reducida que habrá que cerrarla parcialmente cuando se prevea afluencia masiva de viajeros, como Semana Santa, Feria o Carnaval. Atarazanas, situada bajo la Alameda Principal, es un estrecho apeadero que será inaugurado junto a 1,7 kilómetros de vía y la estación de Guadalmedina 4.152 días después del 11 de noviembre de 2011, la fecha para la que se anunció. Las obras del tramo que ahora se estrena se iniciaron en mayo de 2009, aunque el Metro funciona desde julio de 2014.

A partir de ahora, la Línea 1 se prolongará cruzando el Guadalmedina hasta Atarazanas (desde Andalucía Tech), y la Línea 2 unirá el Palacio de los Deportes con la nueva estación de Guadalmedina, donde el viajero podrá hacer trasbordo sin cambiar de nivel para cubrir los 500 metros que la separan de Atarazanas. La Junta de Andalucía prevé doblar así los usuarios de Metro: de siete a 14 millones de viajeros al año, lo que reduciría la factura que se paga a la concesionaria de la explotación: en 2022 se presupuestaron 86,4 millones de euros para compensarla por no alcanzarse el número de viajeros previsto en el contrato. Siguen lejos los 20,7 millones de viajeros necesarios para rebajar la tarifa técnica (lo que paga la Junta por cada billete) a cuatro euros.

El coste total de la obra, adjudicada a la UTE Sando-Acciona, ha sido de 160 millones de euros. A partir de ahora, se tratará de dar continuidad a la Línea 2 hasta el Hospital Civil, siempre bajo tierra. En marzo se licitaron los primeros trabajos con un presupuesto base de 56,6 millones.

La estación más pequeña, en el centro de la ciudad

Ha transcurrido tanto tiempo desde que se anunció que pronto llegaría el Metro al Centro de Málaga que había pasado desapercibido lo que estaba en los planos y advertían los operarios desde hace meses: Atarazanas, la estación que debería canalizar la llegada de miles de malagueños y turistas al centro comercial y cultural de la ciudad, es la estación más pequeña de todas. Tiene una única boca de entrada hasta el andén, con un ancho de cuatro metros frente a los ocho habituales. Solo se puede llegar por una vía y hay quien la llama ya “La Manquita”.

La estrechez de la estación y del andén explica que la Policía Local, la Agrupación de Cofradías, la concesionaria Metro Málaga y la Agencia de Obra Pública acordaran que Atarazanas no funcione como punto de llegada entre el Domingo de Ramos y el Viernes Santo de 17:30 a 23:30 de la noche. No es seguro que cada cinco minutos un tren a rebosar escupa personas desde un estrecho apeadero a una calzada ya masificada para ver procesiones.

En lugar de cruzar el río en Metro y desembocar frente a la Casa del Guardia, los viajeros deberán apearse en la estación de Guadalmedina. Es previsible que se adopte la misma decisión en otros días de eventos multitudinarios. Durante la semana han aparecido titulares con la palabra “chapuza” y ha cundido en la ciudad la sensación de estafa y de que, para este resultado quizá no mereció la pena el esfuerzo, el tiempo y el dinero invertido.

Cruzar el río a toda costa

La nota oficial con la que se anunciaron las restricciones contiene una frase involuntariamente reveladora: “Recordar que la distancia a pie entre ambas estaciones [Guadalmedina y Atarazanas] es de apenas 500 metros”. Corresponden, en gran parte, a la anchura del río Guadalmedina y fueron el penúltimo gran escollo de un tramo (de El Perchel -inaugurada en 2014- a Atarazanas) que fue encontrando obstáculos de todo tipo a cada paso: arroyos subterráneos, restos arqueológicos, el río y, finalmente, la llegada a la Alameda.

La construcción del tramo fue reconocida en 2021 como la “mejor obra pública de Andalucía” por el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, y hay quien sostiene que superar el río fue para los técnicos un reto técnico que apuntar al currículum, por encima de otras consideraciones económicas o de utilidad. Los técnicos querían cruzar el río y los políticos, el titular de que el Metro llega al Centro. “El criterio era que al Banco Europeo de Inversiones se había enviado un proyecto que llegaba al Centro, pero aquello era negociable”, explica Enrique Salvo Tierra, por entonces director de Metro.

En realidad, el punto de llegada y sus limitaciones se fijaron hace casi una década. Inicialmente la idea era llegar a la Plaza de la Marina, despejando del camino al aparcamiento bajo la desembocadura de calle Larios. Pero SMASSA (una sociedad mixta con un 51% de capital privado y el 49% del ayuntamiento), que explota ese parking, pidió mucho dinero a cambio.

Las alternativas, como llevar el túnel hacia la parte sur de la Alameda o incluso hasta Muelle Heredia, tampoco convencían, aunque en 2003 el alcalde llegó a presentar un gran intercambiador en la Plaza de la Marina. “El ayuntamiento pedía la parte norte, porque era donde menos afección se producía”, recuerda Salvo. En el ambiente también pesaba el recuerdo del vía crucis que fue la reordenación de la Plaza de la Marina para Pedro Aparicio (alcalde de Málaga de 1979 a 1995).

El resultado es que el Metro se quedó frente a la Casa del Guardia, desde donde aún habrá que caminar bajo tierra otros setenta metros para entrar en el vagón. “La estación de Atarazanas es la mitad de lo que tendría que ser”, lamenta Salvo. “Fue uno de los motivos para presentar mi solicitud de cese. No entendía cruzar el río si no teníamos claro el destino final. Ahora el túnel es extraordinariamente estrecho y creo que cercena las opciones de futuro”.

Tras una década de retrasos, el Gobierno del PP y Ciudadanos se marcó como objetivo la pronta terminación de la obra, que ya había llegado al borde oriental del Guadalmedina, pero desde 2019 han pasado cuatro años más. Entre tanto, Juanma Moreno y sus consejeros han ido inaugurando todo lo que han podido, aunque no tuviera uso: en abril del año pasado, a las puertas de las elecciones autonómicas, el Presidente inauguró la estación de Guadalmedina. Se pondrá en funcionamiento casi un año después.

Una zona abierta en canal

En superficie, las obras han tenido abierta en canal a una zona central de la ciudad durante 13 años, provocando un trasiego continuo de camiones frente a la Plaza de la Solidaridad. Aún hoy, un gran boquete ocupa un tramo importante de Callejones del Perchel, y no es previsible que se cierre pronto. “El 14 de febrero de 2010 anuncié el inicio de las obras [en superficie] y que terminaríamos en menos de un año. Los vecinos estaban contentos. Pero aquello se encasquilló”, recuerda hoy Enrique Salvo.

Pronto aparecieron los problemas. Aún en la orilla occidental del río se descubrió una gran torre octogonal, y Cultura pidió protegerla con un mallado, en lugar de trasladarla. Fue el primero de los hallazgos arqueológicos, algunos de los cuales se expondrán en un futuro museo en el interior del suburbano. “Callejones del Perchel era una maravilla arquitectónicamente. Era la oportunidad de contar la historia de Málaga Este”, señala el exdirector de Metro. Llegó la crisis, la concesionaria Ortiz exigió más dinero y, finalmente, fue apartada de las obras, que no se retomaron hasta agosto de 2018. Al proyecto también lo lastraron las discrepancias entre Junta de Andalucía (por entonces en manos del PSOE) y el ayuntamiento (PP).

Mientras se sucedían los inconvenientes bajo tierra, a pie de calle los vecinos y los comercios de la zona sufrían. Principalmente, los de Callejones del Perchel. “Para nosotros ha sido una ruina”, explica José Aguilar, dueño del Mesón Aguilar, cuya clientela bajó en torno al 80%: “Tuve que tirar de amigos y familiares para que vinieran a consumir, porque por aquí no pasaban ni las ratas”.

En 2012, llegaron a protestar cortando el tráfico, pero nadie les compensó nunca por nada en los años en que la calle estuvo cortada para todo, hasta 2014. De los que estaban entonces, sólo el mesón y una farmacia siguen en pie. Y ahora que la boca de Metro le quedará justo enfrente, afronta la amenaza de desahucio por una promotora que ha comprado la manzana con la intención de echar a los vecinos y comercios para derribar los edificios y promover apartamentos turísticos.  

Con casi doce años de retraso, el Metro, cuyo coste total bordeará los 1000 millones de euros, cruzará al fin el río y llegará al Centro. Desde el año pasado, ha ido creciendo la impaciencia, a medida que se iban filtrando fechas (Feria de 2022, Navidad de 2022), nunca confirmadas por la Junta de Andalucía. Las pruebas de seguridad han tardado casi un año en completarse, debido a la complejidad de la infraestructura y a la precisión con la que deberán sincronizarse los servicios, que tendrán una frecuencia de seis minutos en hora punta.

La pequeña estación de Atarazanas espera recibir los primeros viajeros a última hora de la tarde del lunes. A menos de 500 metros aguarda también la de Guadalmedina, bautizada por Moreno como “la más grande de Andalucía”. Trece años después, el Metro llegará al Centro, aunque no será a lo grande. 

Turnos variables y condiciones económicas “ridículas”

En las últimas semanas, los trabajadores de Metro Málaga han amagado con movilizarse coincidiendo con la inauguración. La concesionaria (integrada por el fondo francés Vauban -74,2%-, la Agencia de Obra Pública -23,7%- y Comsa -2,1%) quería asumir la ampliación aumentando la carga laboral de la plantilla. Este viernes, CCOO anunció un acuerdo para incorporar dos trabajadores y abrir un nuevo proceso de selección de 12 trabajadores para los nuevos turnos.

La mayoría de los trabajadores entraron en plantilla en 2014, con el inicio de la explotación. Ya entonces, los sindicatos protestaron por las condiciones económicas, “ridículas” en comparación con las de Sevilla, según Daniel López, de CCOO. Aunque han mejorado, el salario base de un operador de línea es de 22.000 euros anuales brutos (más pluses de convenio y disponibilidad), unos 8.000 menos que la figura equivalente en Sevilla y 5.000 menos que el conductor en Sevilla, según López.

En Málaga, el operador puede hacer las funciones de conductor, supervisor de instalaciones e interventor. CCOO cree que es una forma de precarizar y reclama también una separación de funciones. La otra gran reivindicación son los turnos: un operador de línea puede entrar a las 5.40, a las 7.10 y a las 15.00 en una misma semana. “La concesionaria tiene la potestad organizativa, pero eso te rompe la vida”. López aspira a que cuando en septiembre lleguen los tres nuevos trenes (a sumar a los 12 actuales) se configuren unos turnos con una estabilidad semanal.