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El Museo de coches de época de la casa de Pepe Moreno

Pepe Moreno, con un Rolls Royce de su colección |N.C.

Néstor Cenizo

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Pepe Moreno tiene un sidecar, y sobre el sidecar hay una ametralladora. Es casi seguro que no se podría disparar con ella ni un solo tiro, porque va camino de los cien años, pero no importa: Pepe no tiene una ametralladora para disparar, sino porque es el complemento perfecto de la moto con sidecar BMW, fabricada en 1939 en la Alemania nazi con fines “exclusivamente” militares. Hoy Pepe todavía usa la moto de vez en cuando, y hace poco la llevó a una concentración en Motril (Granada). En el sidecar llevó a su señora, y la ametralladora la dejó en casa.

Dice Pepe Moreno que si él tiene hoy ese sidecar fue porque un barco con destino a las tropas de Rommel se averió en Mazarrón, y los nazis tuvieron que pagar suministros intercambiando las motos destinadas al África Corps. Es una de las muchas historias de los coches, motos y mil objetos que Pepe Moreno guarda en el museo particular que tiene en casa: dos impresionantes sótanos llenos de vehículos de época, piezas, ruedas y otros artilugios, que este hombre lleva coleccionando por puro gusto desde hace cuarenta años, y que muestra a quien quiera visitarlo.

Es difícil imaginar que en la imponente casa al pie de la Carretera de Pampanico, en El Ejido (Almería), se guarden tal cantidad de coches de época. Pepe Moreno, mecánico de profesión y ya jubilado, los cuida con esmero cada día, de modo que siempre está liado buscando o poniendo esta o aquella pieza a coches antiguos, más reconocibles hoy por su silueta que por su nombre. Un Studebaker de 1920, un Willys-Knight de 1927, o un Franklin de 1928.

Todos tienen su peculiaridad, y como Moreno es experto, las explica. Por ejemplo, el Franklin es un raro modelo refrigerado por aire. El Willys Knight es un coche de lujo que incorpora un sofá en el asiento trasero. El Jaguar lo compró en Pennsylvania, y pasó tres años atascado en el puerto de Nueva York porque faltaba la documentación necesaria para sacarlo de Estados Unidos. El Adler Triumph Junior fue el primer vehículo con tracción delantera y el primero de su colección. Cuando Pepe Moreno lo compró estaba para el arrastre. “Muchos los he cogido de pena”, comenta. Por eso siempre está liado.

“Andan todos”, dice, refiriéndose a los vehículos de la planta de arriba. Coches que se acercan al siglo y que de vez en cuando Moreno saca a pasear, o mueve simplemente para que no se estropeen sus piezas. Desde 2018, los vehículos catalogados como históricos tienen que pasar la ITV cada cuatro años, pero si conservan la original deben revisarse anualmente. El hecho de moverlos ya le toma su tiempo, porque apenas hay espacio en la cochera. 65 coches y un centenar de motos y bicis se agolpan en dos plantas.

Las paredes están forradas de ruedas, piezas y recambios, y Moreno admite que basta que algo sea antiguo para que le guste. Por eso tiene también su pequeña colección de botellines de gaseosa, incluyendo una de El Nacimiento de Laujar que tuvo que ir a buscar a un pozo, o una máquina de hacer caramelos diseñada hace 200 años.

Más modelos y coches singulares en la casa de Pepe Moreno: un Buick que perteneció al general Moscardó; un coche de la Policía de Los Angeles; un vehículo oruga de la Primera Guerra Mundial; una curiosísima moto preparada para ser arrojada con paracaídas desde un avión durante el Desembarco de Normandía; un Cadillac de siete metros que hacía de escolta de Franco; una máquina de vapor de 1885; un pequeño BMW Isetta; o un Biscúter, que se aparca manualmente. También un impresionante coche de bomberos con sus accesorios de 1915, al que Pepe quiere dar un toque para que la sirena termine de funcionar.

Como nadie tiene una colección así, a Pepe Moreno lo llaman a veces para los rodajes. Sus vehículos han aparecido en Las Aventuras del Joven Indiana Jones. Le pagaban, recuerda, 100.000 pesetas por día. Moreno dice que no echa cuentas de cuánto habrá gastado en estos coches, pero aclara que él no es “el típico adinerado”.

De esos hay unos cuantos en la comarca, ricos a base de producir pimientos y pepinos. Él tuvo un taller, que debió de funcionar bien, y empezó a coleccionar coches en 1978, aunque la afición por la colección la trae de chico. Sus primeros jefes en el taller de chapa y pintura tenían dos Impala y él lo vio claro: “Contre, si pudiera yo tener un día un coche de estos…”.

Ahora los tiene siempre a su lado. Desde su habitación puede ver gran parte de su colección. Le basta asomarse por la ventana para vislumbrar un Rolls Royce de época, un Austin Princesa o un Hupmobile de 1913. Por eso, nunca ha querido trasladar su colección a un espacio al uso. “Yo estoy desayunando y veo mis coches”, dice con satisfacción. Como en su casa no van a estar en ningún sitio.

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