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De tapas por el Realejo

Bar Candela, en el Realejo, Granada.

Nacho S. Corbacho

Yehuda Ben Saul Ibn Tibbón fue un poeta, médico, filósofo y traductor judío que vivió en la Granada del siglo XII. Es el patrón de los traductores y su estatua funciona a modo de puerta al Realejo: con una mano en el corazón y la otra levantada, parece llamar tu atención para que le sigas y te adentres con él en su barrio.

Es éste un lugar de estrechas callejuelas, recovecos y zonas peatonales donde pasear es un placer y circular en coche, un fastidio. Así que mejor dejarlo en la Carretera de la Sierra o en alguna zona cercana al río Genil y descubrir el Realejo a pie porque no hay mejor manera. Se trata de uno de los barrios más tradicionales de la capital granadina donde te cruzarás con turistas, estudiantes, nuevos vecinos del barrio y señoras que nacieron allí cuando esta parte de la ciudad era una huerta. También encontrarás multitud de bares. Mires para donde mires, siempre verás uno. O dos. Por eso podrás hacer siempre tu propia ruta por el barrio. Y por eso es tan fácil tapear por la zona: apenas te hará falta moverte.

La Brujidera (Monjas del Carmen, 2), a la espalda de la estatua de Ibn Tibbón, es un buen lugar para arrancar este recorrido gastronómico. Hasta 200 referencias de caldos de todo el país y ricos vermuts dan energías en esta casa de vinos para iniciar un sabroso paseo. Junto a la escultura también se inicia la calle Pavaneras, que unos metros más adelante cambia de nombre para convertirse en la calle Santa Escolástica. Allí se encuentra La Casa de los Tiros, la primera edificación de los nobles cristianos en este viejo arrabal granadino tras la expulsión de los judíos.

Un poco más adelante, el número 9 acoge el bar Candela, un clásico del Realejo. Abrió en 1994, siendo uno de los primeros de la zona en hacerlo, apostando por una barriada diferente en aquel momento. Entre dos magníficos graffitis de El niño de las pinturas –otro de los cicerones del barrio- este establecimiento es hoy un punto de encuentro para vecinos del barrio, profesores de los colegios cercanos o todo aquel que quiera sentirse en casa. También llegan estudiantes y algún que otro turista despistado a quien sorprende el espacio, como ocurrió a Oscar Isaac, que realizó allí una sesión de fotos antes de interpretar al rebelde Poe Dameron en la nueva película de Star Wars. Carteles de fiestas del Corpus, música de Kiko Veneno o Los Planetas, buen ambiente a todas horas y una rica carta compuesta por montaditos, bocatas y tostas integrales son la base del Candela. Vale la pena probar la ternera con paté al Oporto, el jamón con alcachofas y queso o cualquier otra propuesta que te apetezca.

Si decides no moverte mucho, a dos pasos del Candela queda uno de los mejores sitios para disfrutar de un buen vino en el Realejo, el bar Jaraiz (calle Sacristía de Santa Escolástica). A tres pasos se encuentra el Potemkin, con una soleada terraza en la Placeta del Hospicio Viejo donde ponen excelentes tapas y las noches del miércoles y el sábado está dedicadas al rico sushi. A cuatro está el restaurante Damasqueros (Calle Damasqueros, 3) y a cinco el bar Damasqueros (Cuesta del Realejo, 3), ambos con el mismo nombre pero cocina muy diferente. Por último, a seis pasos está El Jergón (Cuesta del Realejo, 10), una pequeña y peculiar cueva donde el flamenco suena a todas horas. Sus tapas se vegetarianas y, la mayoría, de cuchareo, como unas migas con granadas o unas acelgas con garbanzos, que ayudan a combatir el frío de la ciudad. También te puede ayudar la cerveza artesana cordobesa Bandolera del Sur, que en El Jergón te sirven encantados.

Apenas a 50 metros de allí se abre la plaza del Campo del Príncipe. Espaciosa, soleada y con una maravillosa concentración de bares de tapas de los que quizás no salgas nunca. Este espacio es un antiguo cementerio musulmán que más tarde los judíos usaron como plaza pública y, ya en 1497, acogió la boda de uno de los hijos de los Reyes Católicos, Juan, con Margarita de Austria. Bajo viejos edificios, pequeñas casas, la imponente figura del hotel Alhambra Palace y la estética kitsch del hostal La Ninfa, hay columpios, árboles y bancos para sentarse al sol del invierno; pero también una estatua del conocido popularmente como Cristo de los Favores.

Allí, cada Viernes Santo a las tres de la tarde tienes permiso para pedir tres favores, aunque quizás a esas horas prefieras estar en Los Altramuces, uno de los bares más conocidos de la zona. Y donde grandes tapas y clásicos como las patatas bravas, el salmorejo, un lomo con ajos o los caracoles compiten por tu estómago con un plato de codorniz o una ración de pajaritos fritos. A ambos lados hay más opciones de carácter similar: como La Esquinita, Las Niñas o el Faquilla, viejo templo del flamenco donde, por qué no, lanzarse a por un plato alpujarreño.

A apenas unos pasos y en el propio Campo del Príncipe, la variedad gastronómica se amplía desde la taberna La Opípara, que mezcla la cocina francesa con la andaluza y propone un rico rabo de toro cordobés hasta al Trasgu, un asturiano donde tomar croquetas de cecina, carne de buey o pastel de cabracho. También sirven platos vegetarianos.

Paralela al Campo del Príncipe trascurre la calle Molinos, una larga vía que aún mantiene la verdadera idiosincrasia del Realejo. Viejos ultramarinos y bares de toda la vida se mezclan aquí con nuevas tiendas de bicicletas y espacios como la enoteca Evohé. Un paseo por calle Molinos debe realizarse con calma, conversando con unos y otros, preguntando y disfrutando de una parte de la ciudad que se encuentra a menos de 10 minutos del centro y que parece estar a 20 años de distancia.

Cerca de allí se encuentra también la bonita Plaza de Santo Domingo, protagonizada por una estatuta del santo y una iglesia con su nombre. Las callejuelas de alrededor permiten descubrir rincones insólitos y de gran interés como el Cuarto Real de Santo Domingo: ubicado en la cuesta de Aixa, fue lugar de retiro y descanso de la reina Fátima, madre del último Rey de Granada, Boabdil. Del edificio original –que posteriormente adquirió la reina Isable la Católica- sólo queda la maravillosa Qubba, un antiguo salón de protocolo convertido hoy en una espléndida joya arquitectónica de la cultura musulmana.

Con la imagen de fondo de la blanca Sierra Nevada, una caminata por los paseos del Salón o de la Bomba harán que tu estómago vuelva a pedir una continuación por la ruta gastronómica por el Realejo. Un buen sitio para retomarla es el Papaúpa (calle Molinos, 16), donde mezclan la cocina andaluza y latinoamericana. El pisto es la estrella de la casa, pero también te puedes adentrar en exquisiteces exóticas como una yuca frita o las apetitosas hallacas venezolanas. Otra opción es el Hicuri (calle Santa Escolástica esquina con Plaza los Girones), restaurante vegano donde probar las maravillas de esta cocina que van de los batidos a la lasaña vegetal pasando por salmorejo con aguacate y una rica tarta de zanahorias. Además, posee un espectacualr interior decorado con murales de, una vez más, El niño de las pinturas, que en el Realejo parece sentirse como en casa.

Muy cerca se encuentra la Picoteca 3 maneras (calle Santa Escolástica, 19), un lugar diferente en el barrio que acaba de cumplir su primer año de vida con un notable alto. Luminoso y de blanco impoluto, su salón está compuesto por apenas seis pequeñas mesas y una enorme para compartir con quien aparezca. Riquísimas tapas de cocina creativa como el cazón a la crema o el bacalao en tempura con salsa romesco pueden acompañarse de vinos granadinos como Señorío de Nevada o Spira. El jefe de cocina es Antonio Rojas, que además de manejar los fogones lleva las riendas del negocio y, también, ha diseñado el local y la carta. “El local es ‘3Maneras’ por nuestras tres formas diferentes de comer: con las manos, con cubiertos y con palillos”, explica Rojas, que ha desarrollado una sección de platos internacionales versionados a su manera, como el ceviche de pulpo, langostinos, mejillones y nachos o la denominada fritura japo-andaluza con gambas y coco, pulpo en tempura y bacalao dulce. Son muestras de esa cocina sin ataduras que manejan en esta picoteca, donde se siente orgullosos de platos como el cachopo de merluza relleno de salmón y cheddar con salsa de marisco y mejillones o el tataki de ternera con toque japo. Nunca olvides conocer qué hay fuera de carta, ya que en cocina siempre andan buscando nuevos platos e investigando sabores.

Seis números más abajo, en el 13, se encuentra Casa Diego, un remozado ultramarinos que abrió en 1927 donde encontrar algunos de los productos que has probado en la ruta de tapeo y, también, lo mejor de Granada. Desde jamones de Trevélez a cervezas artesanales, pasando por vinos muy de carácter granadino como el Mala Follá o el Ni pollas, un rico espumoso de la Contraviesa de Granada. Desde la puerta de Casa Diego puedes ver de nuevo a Ibn Tibbón, que seguro mantiene su mano en el corazón y su brazo en alto. Dicen que quien toca su talón vuelve seguro a Granada, pero tras la ruta de tapeo por el Realejo probablemente ni te haga falta: volverás sí o sí a por más. No lo dudes.

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