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En unos cuantos días, en una cuantas horas Aragón volverá a celebrar su 23 de abril, su Día de Aragón, y a lo largo de esa jornada Aragón será protagonista de su pasado, de su presente y de su futuro. Aragón será protagonista en Aragón. Luego llegará el 24 de abril, el 25 de abril… y Aragón irá desvaneciéndose, ya casi nadie recordará su historia y su pasado serán solo las piedras que duermen a los pies de Peña Oroel, paisajes en blanco y negro de pueblos abandonados y a los que nadie mece y una sangrienta batalla del Ebro que hirió de muerte a la II República. Hace unos días una amiga periodista me hablaba sobre #ElAragónQueSoñamos, la escuché, me dijo que era preciso salir del victimismo en el que nos habíamos instalado ante el desprecio del Gobierno central por todo lo nuestro. Mientras ellas me hablaba, yo pensaba que el destino de los pueblos lo forjan los mismos pueblos y lo hacen con sus batallas y sus luchas, con sus escritos y sus defensas y me di cuenta que a Aragón, a mi hermoso y querido Aragón, apenas nadie lo había defendido, muy pocos lo acunaron porque tuvo demasiados padres y los años de fervor autonomista quedaron enterrados bajo la vergüenza de políticos sin vergüenza y bajo la vergonzosa realidad que todo lo olvida.
Vuelvo sobre las palabras de aquella compañera: #ElAragonQueSoñamos y entonces sé que es preciso soñar Aragón para que siga vivo, porque durante décadas lo han ido dejando sin oxígeno, lo han ido vendiendo letra a letra, inundando, despreciando, esperando que se convirtiera en un muerto al que enterrar con todos los honores y en el lugar más sagrado. Pero muerto.
Sin embargo Aragón sigue vivo y se reclama en cada pedazo de su historia, en todos las páginas que sobre él se han escrito, en los gritos que soberanistas reclamaban su autodeterminación, en las aguas de sus ríos y de sus ibones, en los picos que lanzan al cielo su roca rebelde y libre, en sus arcillas rojas, en el silencio de sus desiertos y en la fuerza de su nombre. También se reclama en su olvido y se retuerce y se estrangula y a veces piensa que lo mejor sería marcharse, tomar el valle arriba y desaparecer; luego recapacita y determinados versos, indudables gritos, luchas orgullosas y amores violentos y dulces lo hacen volver, como si nada hubiera pasado, a veces fatigado, a veces sediento, en ocasiones ardiendo, pero siempre deseoso de ser amado, comprendido, querido, incluso mecido.
El Aragón que yo sueño tiene nombre de río, es valiente, se escribe en femenino al atardecer y su masculino es plural y tolerante. El Aragón que yo sueño tiene secretos que jamás me contará, tiene amantes y amores escondidos, tiene vida, orgullo y no quiere ser mas que nadie, pero tampoco menos. En el Aragón que yo sueño caben todos, porque es un Aragón que mira al mundo de igual a igual, sin complejos; mi Aragón es fértil, solidario, justo, fraternal y tolerante. El Aragón que yo sueño no quiere enterrarse, quiere avanzar y espera que lo abraces con fuerza para que no vuelva a sangrar el pliegue de su corazón. El Aragón que yo quiero tiene nuestro nombre y aunque débil espera tu regreso, espera que lo mires a los ojos y le digas: “Vine para quedarme, no volveré a dejarte a la deriva; cuenta conmigo”. Y el Aragón que yo sueño vuela feliz, sabiéndose amado y respetado, sabiendo que es mucho más que un 23 de abril.