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“Algunas normas discriminan indirectamente a los gitanos”

Sara Giménez, representante española en el Comité Europeo contra el Racismo y la Intolerancia

Ana Sánchez Borroy

Sara Giménez (Huesca, 1977) reconoce que “lleva bastante regular” lo de que le pregunten con sorpresa si, siendo gitana, también es abogada. Ha dirigido el departamento de Igualdad y Lucha contra la Discriminación de la Fundación Secretariado Gitano. Ahora, el Ministerio acaba de designarla la representante española en el Comité Europeo contra el Racismo y la Intolerancia, un organismo control que pertenece al Consejo de Europa.

¿Se ha marcado alguna prioridad para su etapa en el Comité contra el Racismo y la Intolerancia del Consejo de Europa?

Este comité aborda la intolerancia en su grado máximo, con el objetivo de intentar que las políticas de los estados sean más efectivas en la lucha contra la discriminación. Para alcanzar ese gran objetivo, al final, hace falta conocer la realidad de cada uno y elevar propuestas que mejoren la igualdad efectiva, que a veces es lo que ven lesionada muchas personas. Yo conozco la realidad de la víctima. Por eso, creo que mi obligación es elevar a comités de esta envergadura el día a día de una víctima de discriminación: con qué trabas nos encontramos y cómo el sistema actual de protección de los derechos todavía no ha logrado realmente que las víctimas sean protegidas y resarcidas.

¿Todavía hay discriminación en las leyes y normas europeas?

No hablaría de discriminación en las propias leyes. Lo que sí veo es que algunas normativas podrían provocar situaciones inesperadas, al impactar indirectamente en determinados grupos de población. Es decir, en un plano técnico podríamos distinguir entre una discriminación directa y la indirecta, como contempla la directiva 43. Las discriminaciones indirectas suelen ser mucho más estructurales. Podríamos analizar, por ejemplo, las legislaciones relacionadas con el acceso a las viviendas públicas, cómo impactan en los grupos, si algún colectivo se queda fuera de los requisitos que se establecen... es decir, cómo funciona realmente esa normativa. No es fácil afirmar que hay discriminaciones en las leyes desde un punto de vista técnico, pero creo que sí hay normas que impactan negativamente de una manera indirecta en determinados grupos. También diría que, aunque la legislación contempla de iure un reconocimiento a la lucha contra la discriminación, la aplicación en la práctica de esa lucha no es suficiente.

¿Nos puede poner algún ejemplo de estas normativas que acaban provocando una discriminación indirecta?

Un ejemplo de esta discriminación indirecta y de impacto con la comunidad gitana sería un caso ya sentenciado por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Se demostró que en Ostrava, un pueblo de la República Checa, los niños gitanos acababan siendo escolarizados con niños con discapacidad intelectual por culpa de unos requisitos y formalismos que se habían establecido y que parecían neutros, pero no lo eran. Como resultado impactado, según analizó el propio tribunal, los padres habían firmado una serie de consentimientos que escasamente comprendían. Además, las pruebas y las valoraciones no estaban adaptadas a las situaciones que tenían esos niños. El Estado fue condenado.

¿Hay casos también en España?

Hemos conocido casos de discriminación indirecta, por ejemplo, en el registro civil, cuando el funcionario que atiende a una persona de determinada etnia o nacionalidad actúa de manera discriminatoria y añade requisitos formales, aunque no aparezcan en la normativa: más documentos, con traducción jurada... Esto pasaba a algunas personas rumanas de etnia gitana en España. Esos requisitos añadidos sólo generaban una traba para acceder a un permiso o a un registro. Otras veces, detectamos criterios que pueden parecer neutros, pero que resultan no serlo. Si para un puesto de reponedor en un supermercado una empresa pide unos niveles educativos que realmente no son necesarios, el objetivo puede ser establecer unos criterios que parecen neutros y normales, pero que provocan que gitanos e inmigrantes no puedan acceder a ese trabajo. Por eso, hay que valorar estadísticamente esos criterios y cómo están impactando en determinados grupos de población.

En España, la población inmigrante era muy minoritaria hasta hace no tantos años. ¿Su llegada ha modificado las actitudes hacia el colectivo gitano?

Que seamos una sociedad cada vez más diversa conciencia al ciudadano de que tenemos que convivir diversidad de opiniones, culturas y formas de ver la vida. Lamentablemente, el pueblo gitano llevamos en España desde 1425 y, desde entonces, hemos sufrido una trayectoria histórica de legislaciones anti gitanas. Ya los Reyes Católicos llevaron a cabo una política homogeneizadora que nos hizo mucho daño y nos lesionó derechos fundamentales en cascada: se prohibió nuestra identidad, nuestras formas de vida, nuestros oficios, nuestra lengua... A veces, nos preguntan por qué otros gitanos europeos sí hablan el romano y nosotros no. Es porque nos lo quitaron a la fuerza; ahora está resurgiendo. Con la Constitución del 78, tenemos un reconocimiento de la igualdad de iure, pero el rechazo social hacia los gitanos permanece. Me gustaría poder decir que la percepción social es mejor y creo que se ha evolucionado gracias a una buena política de inclusión social, pero el sentimiento de rechazo hacia el gitano todavía está muy arraigado en la sociedad, con prejuicios, estereotipos... Ante la palabra gitano o gitana, hay cierta reacción, pareciera que provocamos alergia. Por eso, hay una tarea pendiente de concienciación, de sensibilización y de educación; ya basta de rechazar a todo un pueblo que escasamente se conoce.

¿Tiene un valor añadido su nombramiento teniendo en cuenta que usted, además de gitana, es mujer?

Como mujer gitana, conozco bien el techo de cristal: que las mujeres profesionalizadas lleguemos a puestos de responsabilidad no es fácil. Lo comprobamos con los datos de cuántas mujeres están en los comités de dirección de las grandes empresas, cuántas catedráticas hay... Si además de mujer, eres gitana, tienes una doble barrera, una discriminación interseccional; interactúan en ti dos características que te provocan unas dificultades especiales. El componente étnico también se asocia a los estereotipos de las mujeres. Es decir, los roles de cuidadoras, madres, esposas y poco más... que se asocian a las mujeres, todavía pesan más en las mujeres gitanas. Es un doble reto.

¿Cuántas veces ha causado cierta sorpresa que usted se presentase como mujer gitana y abogada?

Muchas. Cuando me preguntan si me he sentido alguna vez discriminada, siempre digo que ahora vivo la discriminación cuando me dicen: “Ah, pero eres abogada y ¿eres gitana?”. Incluso me han preguntado: “¿Y hay otras gitanas como tú?”. Eso lo llevo bastante regular porque es un termómetro que me dice qué imagen hay todavía de la mujer gitana en la sociedad. Conozco a otras mujeres gitanas muy profesionalizadas; cada vez hay más diversidad. Soy consciente de que no estamos en el mismo nivel en el acceso a la igualdad de oportunidades y de trato que la mujer en general, porque todavía hay muchas mujeres gitanas que ni siquiera tienen la formación básica. Pero que haya tanta sorpresa porque una mujer gitana sea abogada tampoco se corresponde con la realidad. Con todo, un reto claro es la educación. Según los estudios de la Fundación Secretariado Gitano, un 64% del alumnado gitano no termina Secundaria.

¿Por qué cree que se mantienen esas cifras de abandono de los estudios entre los adolescentes gitanos?

Aquí, entra en juego el derecho fundamental a la educación. Cuando tienes un problema global que afecta a un derecho fundamental de niños y niñas, lo que hay que hacer es establecer buenas medidas específicas para corregir esta situación. Hay buenas experiencias, por ejemplo, con el programa “Promociona”, que hemos trabajado desde la Fundación Secretariado Gitano. Sin embargo, quien debe desarrollar una política activa es el estado, porque, como digo, supone garantizar un derecho fundamental. Por tanto, por un lado, hace falta que se asuma la responsabilidad de la garantía del derecho por el estado. Por otro lado, debemos esforzarnos y trabajar también con las familias gitanas, para que tengan una visión de vida, con cambios ideológicos y de mentalidad. Todos los gitanos y gitanas que estamos formados y sensibilizados tenemos por delante una tarea de referencia para la nueva generación, para que vean claro que la llave de acceso a una vida digna es la educación. Los hogares gitanos no deberían ver la educación como algo que puede generar una pérdida de identidad. Para nada: la educación nos hace conseguir promover más nuestra cultura, mejorarla y apoyarla. Además, el sistema educativo tiene que incluir a la comunidad gitana en sus currículos, como se ha hecho en Castilla y León. Se trata de que se hable de los gitanos en la escuela, que se sientan parte de esa escuela, que los gitanos tengan esa visión de vida de que la educación es muy importante para mejorar su futuro, como lo tienen interiorizado el resto de niños y niñas. Yo lo he vivido en primera persona: mi hogar, en relación a la educación, no era el mismo contexto que el de mis amigas de clase no gitanas. En mi casa, yo no tenía referencias universitarias ni educativas intermedias que me pudieran ayudar para hacer los deberes. No siempre tenía los materiales que pudiera necesitar. No estaba tan interiorizado en nuestro día a día. Todo eso te hace un contexto que no es el mismo que el del resto. Habrá que poner en marcha políticas para garantizarlo porque, lamentablemente, en muchos hogares gitanos no disponen de los recursos para permitirse clases o profesores particulares.

¿Faltan referentes para los niños y niñas gitanas?

Falta que se conozcan. Estoy contentísima de que, en comparación con cuando yo empecé a estudiar la carrera, en el año 95, ahora hay muchísimas más mujeres y jóvenes gitanas que acceden a la universidad, a módulos... que están muy profesionalizadas. Creo que a veces, como no nos correspondemos con el imaginario social que hay todavía de los gitanos, pasamos desapercibidas. Por eso, sí que hay que visibilizar estas referencias, para que la nueva generación tenga modelos que ayuden en esa visión de cambio.

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