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Salir del armario en el mundo rural: “En la despoblación nunca se habla del colectivo LGTBI”

Albergue Allucant en Gallocanta

Candela Canales

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La “cabezonería” impulsó la vuelta al pueblo de Miriam Sánchez, que después de estudiar en Zaragoza regresó a Velilla de Ebro, un pueblo de 200 habitantes, para asentarse junto a su pareja, Pilar Serrano, que se mudó “por amor”. “Queremos romper la idea de que ‘pueblo chico, infierno grande’, siempre hay un relato pesimista en torno al medio rural, que la gente es mucho más cerrada… y nuestra experiencia es diferente”, recalca Miriam. Sin embargo, resalta la gravedad del sexilio rural, el éxodo de los pueblos por la condición u orientación sexual, del que no hay datos exactos, te obliga a vivir fuera de una comunidad y te aleja de tus raíces o incluso te meten en el armario porque no terminas de ser tú en tu comunidad“, explica.

El sexilio rural es una de las preocupaciones de Chuse Aliaga, activista y creador de una red rural LGTB: “Te das cuenta de que muchísima gente se ha ido de su lugar de nacimiento en algunos momentos porque ha querido, pero a veces se ha visto obligado. Remarcamos la importancia de que si te quieres ir, sea por tu decisión, no porque te veas forzado. En la despoblación o migración se habla de muchos colectivos, pero nunca del colectivo LGTBI, a nadie se le ocurre”.

Para dar a conocer esta problemática y, sobre todo, para crear redes y vínculos entre las personas del colectivo de los pueblos, Chuse creó la red rural LGTBIQ+, “se me ocurrió en un momento dado que podría resultar interesante hacer una red de personas que compartimos el espacio rural y lo primero que recibí fue una respuesta muy positiva. Otra de las cosas que hicimos a partir de ahí fue tomar contacto con otras localidades que habían empezado a tener iniciativas en otras comunidades”, explica.

Esta red no se limita solo a Aragón, sino que pretende poner en contacto a personas “que viven muy lejos unas de otras. No hemos puesto fronteras, teníamos que romper con las divisiones territoriales y nos basamos en el modo de vida y su realidad cultural y diaria que tiene más que ver”, cuenta Chuse Aliaga.

En esta red está involucrado también Javier Mañas, su albergue Allucant ha sido escenario de encuentros dedicados a abordar este tema. Javier nació y se crio en Gallocanta, estudió en Zaragoza y Barcelona y en 1993 volvió a sus orígenes para trabajar en su localidad natal. Dos años después abrió Allucant, un albergue que nacía con la idea de convertirse en un centro social y cultural.

Javier, agricultor y hostelero, vivió la adolescencia en el pueblo como un “hetero cualquiera”, en cuadrillas y descubriendo el mundo que se iba viviendo en los 80 y 90. Se fue a estudiar fuera y trabajó durante años fuera del pueblo, hasta que decidió volver. Insiste en la naturalidad con la que siempre ha llevado el ser gay en un pueblo. “Vivir siendo gay en el pueblo para mí es lo mismo que vivir siendo hetero, depende de cómo cada uno lo vea. Lo importante para mí fue salir del armario delante de la familia y siempre me sentí arropado, al igual que por mis vecinos, en un pueblo tan pequeño de unas 130 personas. A mí nadie me ha dicho nunca '¡maricón, quítate de ahí!' porque no dejo que me falten al respeto. Los que somos del pueblo en sitios pequeños lo tenemos mejor, según mi experiencia”, relata Javier.

Ser pareja LGTBIQ+ en el medio rural

Pilar Serrano llegó hace cuatro años a Velilla de Ebro, con “con muchos miedos y muchos prejuicios” pero “llegas aquí y te das cuenta de que al final el mundo rural es mucho más diverso de lo que piensas, conoces gente de todo tipo, de ideologías muy diferentes y también es una manera de ser visible delante de gente muy diferente, ya no en tu circulo solo”.

Su relato como pareja es “siempre positivo, rompiendo una lanza a favor porque se nos tiene como gente más cerrada, a veces salir del armario supone que salga toda tu familia del armario, hay códigos éticos del que dirán, inseguridades, pero lo más importante es la visibilidad y acabas siendo uno más”, cuenta Miriam. Destacan que han conocido relatos “muy duros” de otras generaciones, “pero que hay que cambiarlo y mostrar que el mundo rural es muy diverso”.

Pilar estaba convencida de que quería vivir en el mundo rural y destaca que le ha permitido desarrollar su trabajo como ilustradora. También hablan de homofobia, aunque cuentan que no han sufrido ningún episodio directamente, sí que ha habido comentarios y aseguran que en un pueblo “no pasan desapercibidos. Si se da una agresión en una ciudad puede quedar en el anonimato, en el mundo rural se va a señalar al agresor, creo que en ese aspecto es más positivo”.

Siete familias de menores trans en los pueblos de Zaragoza

La jornada online 'Las personas LGTBIQ+ en el medio rural', organizada por la Diputación de Zaragoza también contó con el testimonio de Elena Gutiérrez, la maestra y miembro de la asociación Chrysallis, que dio su visión de cómo es y qué supone ser un menor transexual en el medio rural. En esta asociación hay actualmente 70 familias de menores trans, 43 de ellas viven en la provincia de Zaragoza, y solo 7 en el entorno rural.

Elena destaca que el peor enemigo de este colectivo es su familia cuando no les aceptan, lo que les genera un “gran sufrimiento” aunque reconoce que su hijo apenas ha tenido problemas para mostrarse tal y como él es, y que siempre ha recibido el apoyo del colegio y de sus compañeros. “La verdad es que no tuvo muchos problemas en el colegio, su principal enemigo éramos sus padres, que no aceptábamos su identidad. A los 9 años lo comprendimos y lo apoyamos, fue a partir de ese momento cuando hablamos con todos los niños y niñas del colegio para explicárselo. No tuvimos que dar más explicaciones, ni en el cole, ni en el pueblo. Ahora está en el instituto, donde tampoco ha tenido ningún problema”, asegura. 

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