Reza la leyenda de un fino tatuaje que luce en el interior de la muñeca derecha, acompañando la silueta del Urriellu: onde soi quien quiero ser. Un homenaje a esas montañas que ocupan el pensamiento, el sentir y la razón de ser de Noelia Ordieres Buarfa Mohamed, llanisca de la cosecha del 85. Montañera “no profesional”, recalca, que se prepara para volver al Pamir, en Asia Central.
Persigue un sueño: convertirse en Leoparda de las Nieves, el reconocimiento que alcanzan las personas que completan sus cinco sietemiles. Este verano coronó el pico Lenin (7.134 metros), en Tayikistán, un lugar que descubrió gracias a la historia de Elvira Shatayeva y sus siete compañeras de cordada.
Todo nació a raíz de una lesión. Hace cuatro años se rompió una pierna entrenando en el rocódromo, lo que le supuso un año de parón. Durante la recuperación, afirma que se leyó 23 libros de montaña para “seguir ligada” a ella, a pesar de no poder ir. Así descubrió la historia de la alpinista soviética que lideró la primera cordada íntegramente femenina que coronó el Lenin.
En 1974, Elvira Shatayeva, Nina Vasilyeva, Valentina Fateyeva, Irina Lyubimtseva, Ilsiar Mukhamedova, Tatiana Bardasheva, Lyudmila Manzharova y Galina Perekhodyuk fallecieron durante el descenso, en un ejemplo extremo de sororidad: decidieron no abandonar a una compañera enferma aun sabiendo que eso las conduciría a la muerte.
Una muerte silenciada
Las condiciones meteorológicas durante el descenso parecen ser la razón fundamental del accidente, pero, según sostiene Ordieres, el propio sistema también las mata de alguna manera. “Busco información sobre esta historia y encuentro muy poco. La URSS lo oculta: lo que ocurre allí, allí se queda”, explica. Esa búsqueda es la que la lleva a subir esta montaña, que corona en agosto de 2025, siguiendo sus rastros y como autorregalo de su 40 cumpleaños. Allí se encuentra con los restos de estas ocho mujeres en el campo base, a más de 4.000 metros de altitud, exactamente 51 años después de su fallecimiento.
Este reto fue la motivación para su recuperación, “muy dura”, y aún hoy sin haber recuperado la movilidad al cien por cien. No en vano lleva dos placas y 16 tornillos. “Hay que salir adelante a pesar del dolor. Tengo que prepararme lo máximo posible”. El Ararat, el Atlas y las montañas de Asturias, entre otras, han sido hitos en su camino hasta llegar a Kirguistán este pasado mes de agosto.
Ordieres explica que Elvira y su cordada fueron pioneras del alpinismo soviético y mundial, pero que, pese a ello, su historia sigue siendo desconocida. “Me llamaba mucho la atención que una de las mayores tragedias del alpinismo, y el primer y único rescate en altitud para bajar tantos cuerpos, haya pasado desapercibida”, señala. Apunta también a lo obsoleto del material con el que iban en comparación con las cordadas masculinas y pone el foco en la educación patriótica soviética: una mujer enferma y las demás acompañándola, aun sabiendo que nadie iba a salir a rescatarlas.
Era la primera vez que las montañas del Pamir se abrían al mundo y había 170 alpinistas de distintas nacionalidades en la zona. “Se las culpó a ellas de lo ocurrido. Incluso en algún momento se disculpan por haber decepcionado, cuando ya habían hecho cumbre y les atrapa la tormenta”, recalca.
Noelia Ordieres cuenta además con un testigo de lujo: el marido de Elvira, Vladimir Shatayev, que a sus 88 años y tras publicar un libro sobre este hecho en 2023, le está relatando la realidad de aquel momento. “Tuvo que pedir permiso al Comité de Deportes Soviético para organizar un rescate que llevó un año de planificación. De entre cientos de voluntarios eligió a treinta, dos de ellas mujeres. Es el mejor rescate de la historia, basado en su filosofía de que los cuerpos no pertenecen a la montaña, sino a la tierra”. Por eso reposan en el campo base.
Reencontrarse con ellas en el 51 aniversario de su muerte fue el momento “más emocionante”. “Si yo estaba allí era porque ellas estaban allí. Conocí su historia, las reconozco como mujeres, como deportistas y como amantes de las montañas”. Insiste en que “a ellas las mata una serie de circunstancias, no la falta de preparación”. Y ahí entra de nuevo la memoria de Vladimir.
Llenarse de coraje
“Tuvieron que llenarse de coraje para hacerlo. Y creo que sigue siendo así”, reflexiona Ordieres. “En las Semanas de la Montaña, solo el 10% de lo que se proyecta es de mujeres”. Habla del síndrome de la impostora, de esa sensación de que lo que se hace no vale nada. “Yo me tengo que reñir para recordarme la importancia de lo que hago. Cargo el mismo peso, con mis 53 kilos, que mi guía en el Lenin, Fernando Recalde, con sus 80. Sacamos adelante proyectos con todos estos condicionantes”.
Se refiere también a no ser deportista profesional, a ser mujeres normales, con una vida laboral y, en muchos casos, con hijos. “¿Por qué no me voy a proponer grandes retos, que en mi caso es subir a las grandes montañas del mundo?”, se pregunta.
Recuerda además que “no hay una edad para hacerlo” y cita a la exploradora Alexandra David-Néel, que con 55 años se convirtió en la primera mujer occidental en entrar en Lhasa, en 1924. “Hoy deberíamos haber avanzado para que, a cualquier edad, se emprendan proyectos. Pero hay muchos obstáculos que nos impiden soñar en grande. A veces el gran proyecto es recorrer todos los picos de Picos de Europa. Es lo que se plantee cada una”.
La importancia de la visibilización
Por eso insiste en la necesidad de visibilizar los proyectos liderados por mujeres, para que sirvan de referentes. Señala también el hándicap específico del alpinismo: “Esto da para un debate sobre qué es y qué no es deporte, y lo marca la competición. No podemos optar a ayudas porque no competimos”. Pone como ejemplo quedar en el puesto 123 de una competición de escalada de velocidad frente a realizar un trekking de una semana en los Tatras, “donde te juegas la vida”. “Si a eso le sumas la condición de género, tienes el cóctel perfecto para no salir en ningún sitio”. Así explica también por qué la historia de Elvira Shatayeva y sus compañeras ha sido invisibilizada durante más de medio siglo.
Actualmente, embarcada en el objetivo de completar los cinco sietemiles y convertirse en Leoparda de las Nieves —un título que en España solo ha logrado la gallega Chus Lago—, Ordieres prepara la expedición de 2026 a los picos Comunismo (7.495 metros) y Korzhenevskaya (7.105). Le quedarían pendientes el Pobeda (7.439), el más difícil de todos, y el Khan Tengri (7.010).
Habla de la complejidad añadida del cambio climático y de la necesidad de recursos económicos y técnicos. En esta campaña ha contado con el apoyo de la Consejería de Cultura y Deportes y de Puru Remangu. También destaca la visibilización del proyecto en redes sociales: sus publicaciones sobre el Lenin han alcanzado más de 100.000 visualizaciones, 60.000 solo el día de la cumbre, y cerca de 400.000 en los últimos meses.
Con la charla La expedición al Picu Lenin y la historia d’Elvira Shatayeva participó en la Semana de la Montaña de San Martín del Rey Aurelio; en Villaviciosa; y el lunes 22 estará en la previa de la Semana del Grupo de Montaña Torrecerredo, en Xixón, la más importante de Asturias.
Cuenta que una de las preguntas más habituales es si no tuvo miedo. Su respuesta es inmediata: “Prefiero morirme así que en mi casa sin vivir. Tengo cero miedo a la muerte. Me preocupa más no vivir estando viva”. Y concluye parafraseando a José Saramago: “Siempre acabamos llegando a donde nos esperan”.