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¿Cómo divertirse en un país neutro en emisiones de carbono?

Madrileños observan aves en el río Manzanares, después de su naturalización.

Clemente Álvarez

Esta misma semana el Reino Unido ha anunciado su compromiso de convertirse en un país neutro en emisiones de carbono para 2050, siendo la primera gran economía que se dispone a introducir en sus leyes este ambicioso objetivo. No debería resulta extraño por tanto que una universidad también británica, la de Surrey, publique en Journal of Public Mental Health un estudio relacionado con una de las cuestiones fundamentales: ¿Y cómo vamos a divertirnos? “Can we still have fun if the UK goes carbon neutral?” (¿Podemos seguir divirtiéndonos si el Reino Unido se convierte en neutro en carbono?), titulan en la presentación del estudio en un servidor de noticias científicas.

Sin duda que sí somos capaces de seguir divirtiéndonos, no hay que ponerse tan dramáticos, ni exagerar. Sin embargo, también parece claro que responder a la crisis climática no es solo poner más energías renovables e impulsar el coche eléctrico, sino que requiere igualmente reflexionar sobre los actuales hábitos de consumo y de ocio de la sociedad moderna. En este punto, el trabajo de la investigadora Angela Druckman analiza distintas actividades que se pueden realizar en el tiempo libre teniendo en cuenta tanto su huella de carbono como el bienestar subjetivo que producen.

Subirse a un coche o coger un avión produce una alta huella de carbono en forma de emisiones de CO. Usar o consumir productos, como ropa o un libro, ha requerido previamente generar emisiones en su fabricación. Encender aparatos electrónicos supone utilizar electricidad que se traduce de nuevo en emisiones. Hoy por hoy, casi cualquier plan significa emitir CO. Pero también hay actividades bajas en carbono que no requieren consumir productos o utilizar máquinas. El estudio considera que acciones como sentarse a comer puede suponer altas emisiones de más de 4 kilos de CO cada hora, mientras que otras como hacer deporte al aire libre implicarían menos de 1 kgCO/h si no se realiza ningún viaje.

En realidad esta no es una cuestión meramente ambiental, sino que tiene mucho que ver con la forma en la que empleamos en el tiempo, con nuestra relación con los bienes de consumo o con cómo nos socializamos. Una de las conclusiones del trabajo de la Universidad de Surrey es que hay determinadas actividades con bajas emisiones que favorecen un alto bienestar, como puede ser reunirse en casa con amigos o familiares, cantar en un coro, hacer deporte... Sin embargo, los investigadores advierten que estas mismas actividades pueden tener una huella de carbono mucho más alta dependiendo de cómo se lleve a cabo, sobre todo, si se requiere viajar.  

El estudio recalca que para favorecer estas actividades bajas en carbono, pero altas en bienestar, se requieren infraestructuras a escala local como centros comunitarios o espacios deportivos, así como sistemas que favorezcan los desplazamientos a pie o en medios como la bicicleta. Así pues, el trabajo considera que hacen falta políticas a escala local que incentiven este tipo de ocio y otras que desincentiven los viajes de largas distancias, sobre todo, los que suponen subirse a un avión.

El estudio no tiene en cuenta el cambio tecnológico. En un país neutro en carbono en el que la electricidad se produjese completamente con fuentes renovables, la huella de utilizar equipos electrónicos bajaría de forma considerable. Sin embargo, como en otros sectores, esta reflexión provocada por la crisis climática quizá debería aprovecharse para plantear de forma general qué tipo de ocio se quiere fomentar en nuestra sociedad, al margen de las emisiones.

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