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Sánchez y Feijóo, durante su encuentro en el Congreso el pasado 12 de diciembre

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Termina el 2023 y tengo algunas buenas noticias para ti. Contra todo pronóstico, España aún no se ha roto, vivimos en una democracia y el terrorismo de ETA hace más de una década que terminó. 

La crisis económica que tanto profetizaba la derecha, por ahora, también sigue sin llegar. A pesar de la pandemia, de dos guerras y un volcán, España está en máximos históricos de empleo y es el país europeo con mejores datos de crecimiento y de inflación. Tal vez el año que viene –parece lo más probable– la economía empeorará. Pero tengo la certeza de que, en 2024, tampoco se romperá España, ni terminará la democracia ni el terrorismo de ETA volverá.

Lo que sin duda sí pasará es que el PP seguirá otro año más en la oposición. Y por lo tanto continuará eso que antes llamábamos crispación y que ahora nombramos como polarización. Es la estrategia de desgaste que siempre utiliza la derecha cuando no tiene el poder: consiste en embarrar el campo. Suele ser muy eficaz, aunque en muchas ocasiones la derecha se pasa de frenada, y se estrella después.

Hay una pequeña anécdota que me contaron varios testigos directos hace unos meses y que hoy viene a cuento sobre esta cuestión. 

Ocurrió este verano en Madrid, en una fiesta de cumpleaños, el 24 de julio, un día después de la inesperada y estrepitosa derrota del Partido Popular en las últimas elecciones generales. 

En ese cumpleaños, entre otros invitados, coincidieron el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero y un veterano periodista conservador. Y durante un buen rato, ese periodista intentó convencer a Zapatero de la necesidad, de la bondad, de la importancia de un gran acuerdo entre el PSOE y PP: un pacto de Estado entre los dos grandes partidos para que la gobernabilidad de España no dependiera de los nacionalistas vascos y catalanes, especialmente de Arnaldo Otegi y de Carles Puigdemont. Una gran coalición que el periodista presentaba a Zapatero como la mejor y casi como la única opción. 

Durante un buen rato, en silencio, Zapatero lo escuchó. Hasta que se plantó. Se giró hacia él. Le miró de frente. Y muy serio, con solo cuatro palabras, le respondió:

–Que te vote Txapote.

El periodista intentó continuar. Pero Zapatero repitió la famosa frase una vez más, muy despacio, con su característica y solemne entonación, mientras movía las manos para enfatizar sus palabras, de arriba hacia abajo, como un golpe seco: “Que te vote Txapote”. Y así zanjó la conversación.

El 2023 ha sido un año muy peculiar. La derecha se veía en La Moncloa y subió al máximo el volumen del insulto y la descalificación. En su alocada competencia con Vox, el PP cabalgó una campaña que, hace no tanto, nadie hubiera podido imaginar. ¿Quién habría pronosticado, apenas un año atrás, que el PP se subiría a ese insultante lema –el famoso “que te vote Txapote”– inventado por un ultra que amenazó en directo a un equipo de TVE? Una consigna que equipara al presidente del Gobierno –y de paso, a todos los que votan a los partidos que lo respaldan– con un terrorista de ETA condenado por una docena de asesinatos. ¿Quién habría pensado que el PP jalearía esa gracieta en contra de las propias víctimas de Txapote, que durante meses rogaron parar esa campañita que Ayuso lideraba abiertamente y que Feijóo nunca se atrevió a desautorizar?

“Que te vote Txapote”. Y luego habrá quien se sorprenda de que el PSOE no solo se niegue a gobernar en coalición con el PP sino que también se sacuda sus habituales miedos y complejos, haga “de la necesidad virtud”, y termine el año pactando con absolutamente todos esos partidos que Vox quiere ilegalizar. Incluso una investidura. Incluso una amnistía. Incluso una moción de censura en Pamplona a favor de un alcalde de EH Bildu. 

Nuestro compañero Arturo Puente –que es navarro– lo resumía en este irónico tuit.

El apoyo socialista a la moción de censura de EH Bildu en Pamplona es un claro cambio de posición. Durante años, el PSOE negó que tal cosa pudiera ocurrir. En los últimos meses –tras las elecciones municipales y autonómicas de mayo– volvieron a negar tal posibilidad. Y solo ahora, tras el apoyo de EH Bildu a la investidura de Pedro Sánchez, han permitido a la izquierda abertzale gobernar esta ciudad.

La historia de cómo hemos llegado hasta aquí tiene algunos hitos que conviene recordar. 

En 2007, el Partido Socialista Navarro intentó apoyar a una coalición nacionalista, Nafarroa Bai, para desbancar a la derecha del gobierno foral. Desde Ferraz dijeron que no, y permitieron a Unión del Pueblo Navarro (UPN) gobernar, a pesar de que existía una alternativa por la izquierda. ¿El resultado? Una enorme caída del PSOE navarro en las siguientes elecciones autonómicas, de 2011.

En 2014, los socialistas navarros volvieron a plantear una moción de censura contra el Gobierno de UPN. Hacían falta los votos de Bildu, y de nuevo la dirección del PSOE lo vetó. ¿La consecuencia? Que en 2015 los socialistas cayeron aún más, quedando relegados a la quinta posición del Parlamento de Navarra, con un 40% menos de votos que en 2007. 

Tras ese desastre, llegó el cambio de estrategia. En 2019, con María Chivite, recuperaron esos votos perdidos y lograron alcanzar la presidencia de Navarra. Y en 2023 la han vuelto a revalidar. Gracias también al apoyo de EH Bildu, que permitió estos gobiernos con su abstención.

Desde la derecha hoy pronostican que los socialistas pagarán un alto coste electoral por sus acuerdos con Bildu. Pero en Navarra los datos históricos demuestran que es justo al revés. Lo que castigaron los votantes socialistas es que se permitiera gobernar a la derecha; buena parte de ellos se fueron en 2011 y 2015. Y solo volvieron cuando el socialismo navarro rectificó.

En este gráfico se ve con mucha claridad.

¿Y en el resto de España? Una reciente encuesta de La Sexta da algunos datos interesantes. Alrededor de la mitad de los ciudadanos está en contra de tratar a EH Bildu como a un partido más. La otra mitad está a favor. Pero si se miran los datos por partidos es todo más clarificador. La inmensa mayoría de los votantes del PSOE (85,7%) y de Sumar (96,7%) están de acuerdo con esta moción de censura en Pamplona. La izquierda no tiene tantas dudas sobre esta alianza. Y trece años después del fin de ETA, es partidaria de normalizar a EH Bildu como otro partido más. 

“Desde hoy, España pierde un partido de Estado”, dijo este jueves, con voz solemne, Alberto Núñez Feijóo. Me queda la duda de cuándo ha considerado al PSOE como tal, teniendo en cuenta lo que lleva diciendo desde hace años de esta formación. 

Para el líder del PP, el respaldo a esta moción de censura también sitúa al PSOE “fuera del constitucionalismo”. Cabe preguntarse qué entiende la derecha por constitucionalismo, cuando ya solo entran en esa definición el PP y Vox. 

¿Es constitucionalista incumplir la Constitución durante cinco años, como hace el PP al bloquear el Consejo General del Poder Judicial? ¿O acaso es constitucionalista la posición de Vox, que plantea ilegalizar a varios partidos y dejar sin derechos políticos a una gran parte de los votantes catalanes y vascos? 

Decía Manuel Fraga, en 1978, en el debate en el que se aprobó la Constitución: “Al pueblo se le puede hacer escoger entre democracia y España misma, porque por encima de todo está España, lo único importante”. Buena parte de esta derecha sigue pensando igual: que su idea de España –tal y como ellos la entienden, sin ningún matiz– es más importante que la democracia, que las libertades y que el voto y los derechos políticos de los propios españoles. Y cuando dicen que EH Bildu es “heredera de ETA”, en el fondo, desarrollan esa misma posición. Como si lo que definiera a ETA fuera su defensa del independentismo vasco, y no el asesinato. Como si lo criticable fueran las ideas, y no las armas. 

No ha pasado tanto tiempo. Seguro que lo recordarás. Durante décadas, desde la política y los medios de comunicación –también la prensa de derechas– se repitió que, en ausencia de violencia, todo se podría negociar. Que la única arma debía ser la palabra. 

¿Y ahora? Después de más de una década desde que el Gobierno de Zapatero terminó con ETA, después de haber pedido perdón a las víctimas –como ya ha hecho EH Bildu– ¿qué más pasos tienen que dar? ¿Cuáles son hoy los argumentos para equiparar a la izquierda abertzale con ETA y negar a estos representantes públicos los mismos derechos que tienen los demás?

Ante estas preguntas, la derecha tiene una respuesta: “Que te vote Txapote”. Insultar a Pedro Sánchez y a millones de españoles que votan a los partidos que respaldan a este Gobierno de coalición. 

Luego pierden las elecciones porque casi nadie quiere pactar con ellos en el Parlamento, y se preguntan qué es lo que ha podido salir mal. 

Me despido por hoy. Con un último deseo para el año que viene: que termine la matanza de Gaza y llegue de una vez la paz a Palestina.

Te mando un abrazo.

Ignacio Escolar

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