Correa representa, es cierto, el fruto electoral de las movilizaciones populares, campesinas e indígenas que tumbaron a tres presidentes por doblegarse a los ajustes neoliberales de los deudores extranjeros y sus beneficiados políticos locales. En un gesto contra la corrupción, el presidente se bajó el sueldo presidencial a la mitad, de 8.500 a 4.000 dólares mensuales, y anunció que ningún funcionario recibirá un salario mayor a 3.500 dólares. Alguien disparará enseguida, aludiendo al carácter populista de esta decisión, pero en Ecuador la lucha contra la corrupción de los partidos tradicionales fue un eje de la campaña electoral y goza de un gran significado simbólico para los ciudadanos.El mayor exportador mundial de banano y quinto productor latinoamericano de petróleo mantiene al 61% de la población pobre y sin servicios básicos. De ahí la emigración. “Si no fuera por las remesas -dijo el presidente- ya hubieran quebrado la dolarización y la economía nacional”. Los emigrantes también participarán en la votación y composición de la próxima Asamblea Constituyente. Tras una crítica de fondo a las perversiones del mercado y la competencia, señalando también la urgencia de abordar los gastos sociales en sanidad y educación, el presidente abordó el tema de la deuda externa, en parte ilegítima, que debe “rediscutirse y reestructurarse porque resulta inaceptable, por ejemplo, que el país dedique a su servicio el doble de lo destinado a educación”.La otra corrupción, la económica está representada sobre todo “por los banqueros que nos quebraron”. Advirtió que el Banco Central no seguirá actuando sin controles e inmediatamente avanzó una propuesta a los presidentes latinoamericanos, la de crear un Banco del Sur. No fue ésta la única apuesta bolivariana. También planteó la perspectiva de “una legislación laboral común” para todos los países, que ponga punto final a la precariedad laboral. Como un paso más hacia la unidad del sur del continente y la dignificación del trabajo, que “no puede tratarse” como mercancía. “Estamos ante un punto de partida. Como un milagro se han derrumbado los gobiernos serviles, la democracia de plastilina, el modelo neoliberal, y ha empezado a surgir la América Latina altiva, libre, soberana, justa y socialista del siglo XXI”.El discurso alentador del nuevo presidente merece algún comentario adicional. La resistencia a cargo de los de siempre, dentro y fuera de Ecuador, será brutal a pesar de que ninguno de los cambios anunciados va más allá de ligeras reformas nacionalistas. Por ahora. Hacen falta más medidas para desmontar el neoliberalismo y hablar en serio de socialismo. A pesar de esa timidez programática, Rafael Correa necesitará toda la energía de los ciudadanos para quebrar la resistencia de la derecha corrupta de su país. Tendrá que acudir a la movilización de los verdaderos actores, justo quienes tumbaron en las calles y finalmente en las urnas a los últimos presidentes de Ecuador. La batalla por el futuro apenas comienza. Rafael Morales