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De cañas

José H. Chela / José H. Chela

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¿Para el copeo?, se pregunta uno - ¿O no? ... Y planteo la interrogante, o sea, la duda, porque lo de irse de cañas no es lo mismo que pegarse una juerga o que dejarse llevar por la marcha o que irse de copas. Eso me parece a mí, al menos. Se dice irse de cañas, pero no para tomar muchas cañas, en realidad, porque la birra aburre, cansa, harta y corta el apetito. O sea que se empieza con una espumosa rubia y se sigue vaya usted a saber. Se dice irse de cañas como en otras partes se habla de la hora del vermú, aunque lo que tome el personal en esos momentos sean vinos, y como se habla del cortadito de media mañana del funcionario público, aunque en ese escaqueo laboral el café no tenga el menor protagonismo y sí lo tenga acaso –miren ustedes por dónde se puede cerrar el sociológico círculo- la cerveza.El caso es que los andaluces, por ejemplo, se inclinan por un hombre del espectáculo –cinematográfico, aclaro- y pasan de los políticos. Antonio Banderas desbanca a Chávez como compañero ideal a la hora del aperitivo y la conversa correspondiente. Pero, en Madrid sucede lo contrario. Las gentes del Foro, si pudieran, optarían por compartir cañita, chato de tintorro y boqueroncito en vinagre de taperío, con Rodríguez Zapatero o Esperanza Aguirre antes que con Penélope Cruz, un suponer. Quiere decir que la política gana a la famosería o al revés según las idiosincrasias de las ciudades y de los ciudadanos, pero también significa que las buenas gentes tienen claro, pese a todo lo anterior, que ir de cañas no es más que un eufemismo y que de lo que se trataría, respondiendo a la propuesta, sería de charlar y de abordar temas que inquieten o preocupen a los encuestados: por eso huyen del presidente andaluz, con fama de pésimo comunicador, pero sí les apetecería alegar con quienes, en apariencia y según la imagen mediática que se han forjado, pudiesen, distendidamente, informarles sobre esos asuntos candentes, cotidianamente candentes. Las cañas son lo de menos. Si se tratase de ir de copas, o sea de fiesta y cachondeo, Penélope Cruz, imagino, habría barrido del mapa demoscópico –sobre todo entre los consultados masculinos- a cualquier dirigente político, incluidos el magnético Zaplana y el irresistible Pepiño Blanco. Si ya se ha hecho público el resultado del sondeo “¿con quién se iría usted de cañas” en el Archipiélago, un servidor, les jura, no se ha enterado aún. Y por lo tanto no sabe si vencerían los personajes populares (seguramente hay quien escogería como compadre eventual a Manolo Vieira, un suponer, ignorando que no tiene el amigo muy buena bebida que digamos) o los políticos profesionales. Ante esta segunda posibilidad, cada cual –como en todo- puede tener sus gustos o sus curiosidades. Si alguno de los sondeados es tan masoquista como para elegir de eventual e hipotético contertulio de barra a Pepe Segura, sepa, de antemano, que de hacerse realidad su deseo, será él, o sea el interesado y curioso, y sólo él, quien tendrá que pagar las consumiciones trasegadas durante la experiencia en su totalidad.El que avisa –lo dice Pepe Alemán, y lo suscribo- es avisador.

José H. Chela

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