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Catorce de agosto

Esperanza Pamplona / Esperanza Pamplona

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Caminar por la ciudad silenciosa y pegajosa en verano permite que afloren sensaciones nuevas. Da tiempo a reencontrarse con rincones cotidianos que suelen pasar desapercibidos, a pararse y charlar con cualquiera, a pensar, a sentir y a añorar. Es la misma sensación que se produce cuando nos quedamos solos en una casa habitualmente bulliciosa. Resulta inevitable asomarse a algunos armarios.El calor y el silencio forman al mezclarse una especie de amalgama que nos envuelve y nos acolcha ante las presiones habituales: prisa, nervios, miedos…. Así que nos sentimos más libres, más intrépidos, más dueños de todo… y más solos, inevitablemente.En estos días he redescubierto mi ciudad, he podido escuchar el rumor de los árboles en zonas en las que habitualmente sólo se escucha el ruido del tráfico, las conversaciones entre vecinas, el ladrido de los perros, las voces de los niños, he leído placas que siempre han estado ahí pero que nunca había tenido tiempo para darme cuenta, he observado las estatuas como lo haría en una ciudad de visita. A veces necesitamos pagar un billete para mirar con los ojos abiertos. O sentir una nostalgia anticipada cuando se avecina una despedida y una larga ausencia.Catorce de agosto. El calor asfixia la noche y sólo el camión de la basura se atreve a romper esta especie de calma antinatura que impregna el asfalto.

Esperanza Pamplona

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