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La Democracia en veremos

José A. Alemán / José A. Alemán

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No obstante, lo admito, algo ha evolucionado la derechona. Y de forma muy meritoria porque lo ha hecho sin salir de la caverna, ahora enmoquetada. Wert, por ejemplo, mejoró aquella propuesta de Carrero Blanco, la de cerrar las facultades de Ciencias Políticas y Económicas para acabar con la agitación estudiantil de la época, visto que la represión policial no lograba exterminar a los estudiantes. Una evolución que afecta al conjunto del Gobierno que todo lo hace por nuestro bien, para acabar con la crisis y crear empleo y defender la Democracia y la Constitución amenazadas por los antisistema; los que cuando Él habitaba entre nosotros eran eternos descontentos y militantes de la anti-España. No solo ha aliviado la derechona el nomenclátor sino que proclama el Gobierno su compromiso con la Democracia y una defensa tan encendida de la Constitución que baraja limitar el derecho de manifestación, tan vinculado a la libertad de expresión que debo darme prisa en enviar esta columna porque hoy es viernes de Consejo de Ministros, no vayan echármela para atrás.

Hemos de ser comprensivos y pacientes con el Gobierno. No achucharlo a lo 23-F, Cospedal dixit. Hay que darle tiempo de leer la Constitución y enterarse de la obligación de los poderes públicos de respetar y promover la igualdad y la libertad de los ciudadanos y ciertos principios básicos también presentes en la ley de leyes; como la redistribución de la renta que garantice a todos la cobertura de necesidades esenciales, según acaba de recordar, entre otros, Joaquim Bosch, portavoz de Jueces para la Democracia. Si el Gobierno lee la Constitución igual cae en cuenta de que la reforma laboral precarizó la situación de los trabajadores; que los recortes en Sanidad y Enseñanza y de todo tipo de prestaciones sociales no son muy constitucionales que digamos; tampoco lo son las subidas de impuestos a las clases medias y trabajadoras, mientras las grandes empresas, los bancos y las grandes fortunas eluden contribuir al mantenimiento del Estado social de derecho, como hacen en los países europeos más avanzados. Nadie ha dicho, desde luego, que España sea uno de ellos pero eso no los legitima nadie, salvo a ojos el Gobierno, para coger el dinero e irse. Sé que es un imposible categórico que Rajoy les meta mano, que ya tiene las pensiones para rebañar antes de no llegar a eso. Pero el dinero es cobarde, ya saben y no excluye la posibilidad de que al PP le dé un pronto bolchevique no previsto ni por los mayas.

En realidad, lo de darle tiempo al Gobierno para leerse la Constitución es recurso con que llenar líneas. Yo creo que se la ha leído y que, sencillamente, no le gusta. Como indica Bosch, está muy en la línea del Tea Party USA que abomina del Estado de Bienestar generador de gandules a la sopaboba. Se aleja Rajoy del modelo social europeo consagrado por la Constitución. Europa acaba en los Pirineos sin que sepamos lo que sigue para abajo. Aunque diga Rajoy que no haría recortes si no fueran imprescindibles, es evidente que le mueven razones ideológicas, no de coyuntura. Responde, en fin, a la línea de pensamiento neoliberal pepera de fortalecer a los sectores privilegiados a costa de mayores desigualdades sociales y creciente deterioro de los servicios públicos con la privatización de los más básicos; los que sean negocio, claro. El “que se jodan” de la diputada Fabra fue la forma malcriada de expresar que se jodan los parados, los trabajadores privados de derechos que no llegan a final de mes porque lo comienzan mal, los enfermos, los discapacitados físicos y psíquicos, los viejos, las familias de pocos teneres. En definitiva, cuantos no dispongan de fortuna suficiente para pagar lo que haga falta y a los que quedaría, en el mejor de los casos, la beneficencia y la caridad cristiana; y en el peor la puta calle y la delincuencia si están en edad.

Nada nuevo hay en lo que digo, aunque insisto en que la política de Rajoy no es coyuntural, hasta que se supere una crisis. Son cambios estructurales, de vuelta de calcetín. La “recentralización” de las autonomías es uno de los objetivos confesados por el ministro Wert al acusar a las comunidades autónomas de utilizar la Educación para promover el separatismo. Añora a la lista de los reyes godos y el vociferío en las escuelas del 9x1, 9. Se refería, el muy ministro, a Cataluña y no han tardado en recomendarle un vistazo a sus propias estadísticas ministeriales en las que los estudiantes catalanes arrojan el mayor índice estatal de conocimiento de la lengua castellana. El deseo de Wert de servir al proyecto de “recentralización”, o sea, de devolver a las grandes empresas mesetarias el imperium incontestable del BOE, que esa es la levadura del nacionalismo español, le ha cegado hasta el extremo de no ver que para los catalanes el castellano es el idioma que les facilita contactos y negocios en el exterior y no van a renunciar a él así como así; y en cuanto a la tabla del 9, bien sabemos que nacen sabiéndola.

No les cuento de los proyectos de Gallardón para devolvernos a Trento; ni de las iniciativas de otros ministros no menos conspicuos y añorantes, que ahí están. Solo insistiré en que no afrontamos una situación coyuntural sino ante una avalancha de cambios estructurales. Cambios que siguen el modus operandi de radicalidad y rapidez para evitar que los perjudicados reaccionen a tiempo, según recomendara Milton Friedman, gurú de esta gente. Y para eso nada mejor que el decreto, que viene a ser el café instantáneo de los políticos. Rajoy ha hecho de la mayoría absoluta una autocracia que nos está cambiando la vida mediante decretos que ignoran la Constitución que dice defender. Resulta cínica desvergüenza que la derechona presente las manifestaciones del otro día como asalto al que llaman “templo de la soberanía popular”. Será por eso que Rajoy procura no profanarlo y si hasta ahora procuraba no comparecer y nunca lo ha hecho para explicar nada (se cargó, recuerden, el debate del Estado de la Nación), acaba de anunciar largos periodos en el que no le verán sus señorías ni el pelo. Para qué si le basta tirar de decreto. A los mejor pensantes podrá parecerles excesivo que se hable de dictadura, pero resulta que el uso sistemático de los decretos es el procedimiento usual de los dictadores. Hay añoranzas que no casan con la Democracia. Si los catalanes están cansados de España, yo empiezo a estar harto, qué voy a decirles.

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