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El desafío

José Miguel González Hernández

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La evolución demográfica nos enfrenta a importantes desafíos, en donde la variable económica aparece como destacada. A nadie se le escapa que el envejecimiento de la población, el aumento de la esperanza de vida y la disminución de la tasa de natalidad están generando profundas implicaciones en los sistemas económicos donde uno de los impactos que más nos puede preocupar y ocupar es el derivado del sostenimiento del denominado Estado del Bienestar a nivel general y más concretamente del sistema de seguridad social. ¿Por qué? porque a medida que pasa el tiempo se requiere un mayor músculo financiero para garantizar la sostenibilidad. Pero ojo, no hablamos solo de tamaño muscular. Hablemos también de eficacia, dado a que la disminución de la tasa de natalidad implica una proporción menor de población trabajadora con relación a la perceptora de algún tipo de prestación, originando tensiones financieras.

Desde la perspectiva del mercado de trabajo, la evolución demográfica también tiene un impacto significativo en la oferta y demanda laboral. Con una menor proporción de población joven debido a la mencionada disminución de la tasa de natalidad, se puede experimentar escasez de habilidades y talento, afectando de forma negativa a la productividad y a la competitividad de las regiones. Por esa razón, se hace necesario implementar acciones dirigidas hacia la educación y formación que promuevan la adquisición de habilidades relevantes para el mercado laboral del futuro donde es posible que formemos a las personas para ocupaciones que desconocemos, asumiendo que desaparecerán profesiones mientras que aparecerán otras. En el mercado de bienes y servicios la evolución demográfica también tiene implicaciones en los patrones de consumo, puesto que se espera una demanda creciente de bienes y servicios relacionados con la atención médica, el ocio y el cuidado a las personas en general, pudiendo generar oportunidades para ciertos sectores económicos. Sin embargo, también implica desafíos para otros sectores que necesitarán adaptarse para satisfacer las necesidades cambiantes. 

Pero ¿cómo se explica este progresivo envejecimiento de parte de un planeta que no para de crecer desde la perspectiva de la población? Por el papel de Asia y África. Y, aquí, de forma indudable, hay que hablar de la dinámica migratoria siendo unas de las variables de compensación poblacional, planteando retos en términos de integración social y cultural, así como en la planificación de políticas migratorias equitativas y sostenibles, promoviendo la igualdad de oportunidades y la inclusión social para aprovechar al máximo el potencial de todas las personas en una sociedad en constante evolución demográfica. De hecho, aterrizando el debate a Canarias, en los últimos cuarenta años el crecimiento vegetativo se ha desplomado en más de un 120% creciendo la población en casi un millón de personas, elevando la pendiente del índice de envejecimiento de las islas frente al de la media nacional. Esta tendencia ha provocado que desde 2015 la tasa de dependencia de la población de menos de 16 años se coloque por debajo de la de la que tiene más de 64 años, cuando lo normal es que suceda justamente lo contrario. Ahora bien, el PIB salvo en los periodos de crisis, no ha parado de crecer, no así su reparto medido a través de su distribución per cápita. Por esa razón, el debate no se debe centrar en un problema derivado de la cantidad ni siquiera se debe ubicar en el concepto de capacidad, sino en el rendimiento y su posterior redistribución.

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