Destrucción, dolor y solidaridad

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Debemos ser siempre conscientes de que vivimos en un archipiélago de origen volcánico. Y también de que, especialmente en las islas más jóvenes de Canarias, las más occidentales, el riesgo de erupción persiste, y estas y futuras generaciones serán testigos de nuevos episodios eruptivos de menor o mayor impacto. Hubo varias en el pasado siglo XX, una en Tenerife (el volcán Chinyero), en la primera década, y dos en La Palma, en los años 1949 (San Juan) y 1971 (Teneguía).

Hace apenas diez años el volcán Tagoro surgió en el mar cerca de La Restinga, en El Hierro, obligando al desalojo de sus habitantes. Y estos días la isla de La Palma es escenario de una erupción de gran dimensión y enorme poder devastador de un volcán al que todavía no se ha asignado nombre; personalmente me sumo a los que apuestan por denominarlo con algún topónimo indígena, homenaje a nuestros orígenes, respeto a nuestra Historia.

A diferencia de la erupción del Teneguía, la actual está afectando de forma significativa a zonas pobladas. Destruyendo centenares de viviendas y obligando al desalojo de distintos núcleos poblacionales y de más de seis mil personas. Afortunadamente, no se han producido daños personales, por la diligente actuación de los distintos servicios públicos encargados de la protección ciudadana y por la responsable, ejemplar y serena actuación de la población palmera en momentos tan dolorosos.

Como ejemplar ha resultado la coordinación y colaboración entre las distintas administraciones. Y, asimismo, la unidad de las distintas fuerzas políticas, a excepción, como siempre, de la ultraderecha, que intenta aprovechar cada oportunidad para tratar de generar división y fomentar el odio. Como bien señaló el escritor Alexis Ravelo hace unos días, “traficando con el dolor” para buscar réditos políticos y electorales.

Solidaridad

Ante una tragedia de estas dimensiones, lo primero que corresponde es mostrar la solidaridad con todas las personas que están sufriendo estos días la pérdida de sus hogares, en muchos de los casos dejando atrás en ellos buena parte de los recuerdos de sus trayectorias vitales. Desapareciendo también el terreno sobre el que se asentaban estas.

Asimismo, ejercer la solidaridad con aquellas otras que han podido ver cómo la lava anegaba sus tierras de cultivo o el espacio en el que cuidaban a sus animales, acabando en pocos minutos con su medio de vida. En ambos casos, el de las casas y el de las fincas agrícolas y ganaderas, sufriendo cuantiosas pérdidas económicas y sin posibilidad de recuperación dado el devastador efecto perenne de la lava. Su tristeza y su dolor merecen toda nuestra empatía y nuestro afecto, aunque sepamos que es difícil superar la traumática situación, que les queda por atravesar un largo período de duelo.

Una vez más han aflorado los mejores valores y sentimientos humanos, produciéndose numerosas muestras de solidaridad con los damnificados. Desde el trabajo del voluntariado a los ofrecimientos de casas en que refugiarse provisionalmente. Una vez más, cuando la tragedia nos golpea, las ocho islas no han dudado en fundirse en un fraternal abrazo y todas son hoy La Palma.

 A ello ha ayudado el papel desarrollado por buena parte de los medios de comunicación y, especialmente, al que desde el minuto uno jugó la radiotelevisión canaria (RTVC), volcándose inmediatamente y al minuto en ofrecer la información de lo que sucedía en la isla, cumpliendo con su papel de servicio público; y dejando una vez más sin argumentos a los que, en distintas etapas, han pretendido su cierre o debilitamiento en favor de intereses opacos.

 Es verdad que junto a ello se dieron errores de todo tipo en diversos medios de ámbito estatal o de otras comunidades -evidenciando, en muchos casos, una enorme ignorancia sobre Canarias-, así como muestras evidentes de sensacionalismo y de espectacularización de la tragedia, divulgación en las redes sociales de diversos bulos e incluso, como está ocurriendo con la Crisis Climática o la pandemia de la Covid 19, el surgimiento de negacionistas de los hechos. Deleznable el papel de quienes han querido convertir La Palma en un plató con el que ganar audiencia y a sus desolados habitantes, en figurantes, sin el más mínimo respeto a su intimidad ni sus sentimientos. Esa vampirización terminará tan rápido como bajen los índices de audiencia de puro hastío. Entonces se irán y La Palma dejará de existir para ellos porque ya no vende, ya no será un espectáculo.

 Por otra parte, es cierto que para la comunidad científica constituye una oportunidad de valor extraordinario el poder seguir in situ el nacimiento de un volcán. También que una erupción ofrece imágenes muy llamativas, especialmente las nocturnas. Pero esto último debe permanecer en un segundo plano frente al sufrimiento humano de los palmeros y las palmeras; y el debate sobre sus posibles efectos beneficiosos sobre el turismo es inoportuno y debe quedar relegado en el tiempo. 

Ayudar y reconstruir

Ahora considero que es el momento de ayudar y de reconstruir, de garantizar el presente, normalizando la vida cotidiana de la gente, y de ganar el futuro. Los numerosos daños sufridos por las infraestructuras (carreteras; colegios; centros de salud; suministros de agua, electricidad y telecomunicaciones…) se reparán con recursos públicos. Resulta esencial la declaración de La Palma como zona de Emergencia por parte del Gobierno central, que da cobertura inmediata a todo el proceso de ayudas a las personas afectadas.

 Es urgente devolver una mínima normalidad a estas familias; y para ello se arbitrarán ayudas directas por parte de las distintas administraciones para la adquisición de enseres y bienes básicos, así como acciones de apoyo a empresas y autónomos. Por otra parte, está encauzado lo relativo al alojamiento de emergencia de las personas afectadas, en hoteles, apartamentos o viviendas vacacionales. E iniciamos un proceso para la compra inicial de más de un centenar de casas vacías, para su alojamiento provisional. Además, se precisan compensaciones rápidas para quienes se han quedado sin empleo mediante la aplicación de ERTE extraordinarios, ayudas a los sectores damnificados, y medidas fiscales para facilitar la recuperación vital y económica de los afectados.

 Asimismo, está prevista la creación de una Oficina interinstitucional para coordinar a las administraciones, asesorar a la gente y canalizar las ayudas. Una vez recabados todos los datos de la catástrofe, se elaborará un plan de actuación destinado a la reconstrucción de infraestructuras públicas y de viviendas, así como a diseñar un programa de recuperación económica, con participación de todas las administraciones.

 La Palma fue siempre vanguardia en nuestro Archipiélago. La masonería tuvo una especial relevancia en la isla desde principios del siglo XIX. En ella se data el primer ayuntamiento democrático del Estado. Fue de los pocos lugares de Canarias que resistió al golpe fascista de Franco en el 36. Luego en el comienzo de la democracia Santa Cruz sería la única capital insular canaria con un alcalde del PCE, Antonio Sanjuán. Tiene relevantes y originales fiestas populares. Dispone de un rico patrimonio histórico y arqueológico. Y cuenta con una instalación científica de importancia internacional, el Observatorio del Roque de los Muchachos. Su naturaleza es de una enorme belleza, albergando uno de los cuatro parques nacionales de Canarias, la Caldera de Taburiente, que da nombre al grupo capaz de componer canciones maravillosas sobre esa tierra: “Catedral del sol, / canto del amor / a la naturaleza. / Fortaleza azul, canto natural / que emerge de la tierra”.

 Además, la fortaleza y creatividad de su gente han sido una constante histórica. Ahora, en esta dura etapa, en esta catástrofe originada por una erupción volcánica, estoy convencido de que ese carácter y esas convicciones serán determinantes para recobrar, más temprano que tarde, la normalidad en la vida cotidiana y la recuperación económica y social. No estarán, en ningún caso, solos para afrontarlo. Que sepan que la Isla Bonita seguirá eternamente siendo bonita, distinta, con una nueva cara hija del dolor de todo nacimiento, pero igual o más bonita.

 Román Rodríguez es vicepresidente y consejero de Hacienda, Presupuestos y Asuntos Europeos del Gobierno de Canarias.

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