Espacio de opinión de Canarias Ahora
Detroit
Las ciudades americanas representan el escenario donde con mayor claridad se comprueba la gravedad de la crisis mundial que estamos viviendo. Por ejemplo, Detroit,la meca de la industria del automóvil, sede de la compañías Ford, Chrysler y General Motors, se ha hundido en el mayor abismo financiero que ha conocido una entidad local.
La megalópolis productiva de antaño, donde, por pensamiento y obra de Henry Ford, nació la sociedad de consumo, se ha declarado en quiebra, reconociendo su alcalde la incapacidad de hacer frente a las prestaciones de servicios públicos básicos debido a la escalofriante deuda municipal de 18.000 millones de dólares. El origen de este declive se encuentra en la crisis de las hipotecas subprime que estalló en el 2007 pero, seis años después, la crisis taladra los cimientos de múltiples urbes y la arrastra a una situación de caos institucional de la que, por declaraciones del alcalde Bloomberg, tampoco se escapa Nueva York. También los regidores de Chicago, que han despedido a 2500 maestros y personal de apoyo de escuelas municipales, advierten de que en 2015 puede producirse una bancarrota municipal.
Mientras los datos macroeconómicos se encargan de barnizar la situación y los gurús de la economía rastrean “brotes verdes”, las ciudades vomitan realidad y, lugares como Detroit, donde se ha producido el éxodo de más de la mitad de la población, nos mandan al callejón sin salida en que se encuentra el sistema capitalista.
A los habitantes de estas ciudades les dijeron que producir cada vez más, consumir de manera desenfrenada y especular financieramente era símbolo de prosperidad pero, en menos de una generación, todo ha terminado, y la mayor parte de los habitantes de esas urbes son castigados por una crisis económica dentro de un sistema que ha construido una moral pública que ve con normalidad que millones de personas no tengan acceso al trabajo, ni a la vivienda, ni a la sanidad, ni a cualquier otro servicio básico. En poco más de cincuenta años hemos podido comprobar el fracaso absoluto de un sistema político que se basaba en el crecimiento exponencial de la producción y del consumo, eliminado cualquier vestigio de solidaridad entre los seres humanos y como testigos de esa evidencia están las ciudades americanas.
Detroit es una metáfora del declive de un modelo productivo pero también podría ser la parábola que nos ayude a salir de este sistema y acercarnos a un mundo más justo.
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