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Echedey Eugenio es el síntoma, Fernando Clavijo el problema

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Canarias tiene una población de más de 2,2 millones de habitantes, un presupuesto de 10.180 millones de euros, recibió el año pasado 16,21 millones de turistas, la mayor cifra de visitantes de su historia, y tiene escolarizados a 237.000 menores.

A pesar de esos datos, Fernando Clavijo se empeña en vender que la llegada de menores no acompañados hace tambalear los cimientos de Canarias, como si fuéramos un país tercermundista sin recursos ni capacidad.

Más allá de sus afinidades ideológicas y su natural tendencia de escorarse a la derecha, Clavijo necesita convertir a la inmigración en el problema de Canarias para poder crear un escenario de tensión con el Gobierno de España pero, sobre todo, para ampararse tras esa cortina de humo, pues sabe que le espera una legislatura complicada.

La falta de vivienda, la masificación turística, los bajos salarios y las duras condiciones laborales en el sector no son circunstancias exclusivas de Canarias, como puede comprobarse un día cualquiera en la prensa nacional, pero sí son extraordinariamente importantes en las islas, por su alto grado de especialización y dependencia del turismo y no resulta aventurado pensar que, salvando todas las diferencias, la situación termine por desembocar en un nuevo 15M, sin acampadas en Sol pero con un alto grado de tensión y enfado.

Ante esa perspectiva, Clavijo ha encontrado un terreno fértil en el que sembrar su supuesta preocupación por la inmigración, gracias a que el Partido Popular, algo más que un mero socio de gobierno, necesita recurrir también al falso debate de la inmigración ante la imposibilidad de atacar a Pedro Sánchez por la marcha de la economía y una vez comprobado que España no solo no se rompe, sino que Catalunya se normaliza.

Se trata de una apuesta peligrosa, de la que probablemente obtendrá más réditos Vox que la propia Coalición Canaria, y cuyo resultado final no puede ser otro que una sociedad cada vez más crispada en la que campen el discurso del odio y el miedo.

Se trata de una apuesta peligrosa porque nadie puede controlar al genio una vez se destapa la botella, como acaba de demostrar Echedey Eugenio, el primer teniente de alcalde de Arrecife y secretario de Organización insular de Coalición Canaria, con su preocupación porque sus hijos y nietos tengan que compartir aulas y consultas médicas con menores extranjeros.

Se trata de unas declaraciones inaceptables, indignas, repugnantes. Para mayor ensañamiento, sin que sirva en modo alguno de justificación que las realizara al calor de un debate televisivo, este personaje se ha reafirmado en las mismas en una entrevista posterior, henchido de soberbia y sabiéndose amparado por Clavijo y Coalición Canaria, que a día de hoy todavía no le han obligado a rectificar.

Con ser tan despreciable como sus declaraciones, Echedey Eugenio no es más que un síntoma, un soldadito útil en este tipo de escaramuzas, porque la batalla de verdad la libran los Clavijo, los Feijóo y los Abascal, que necesitan de este tipo de personajes deleznables para hacer llegar hasta el último rincón su mensaje de odio y crispación.

Echedey Eugenio, por más repugnancia que provoquen sus declaraciones, no deja de ser más que un síntoma de la verdadera enfermedad, que es Fernando Clavijo y su empeño de esconder los verdaderos problemas de Canarias tras el drama humanitario de la inmigración.

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