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Elecciones europeas: una oportunidad que no debemos dejar escapar

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El 25 de mayo estamos convocados a urnas para elegir a los 54 diputados que nos representarán en el Parlamento Europeo. Huelga decir que son unas elecciones capitales para el devenir de la Unión Europea y para nuestro propio futuro como país.

Tradicionalmente, han sido elecciones en las que la participación popular ha estado, casi siempre, por debajo del 50%. Únicamente, en las elecciones de 1999, que coincidían con las municipales y autonómicas, la participación se elevó por encima de dicha cifra llegando al 64%.

Es cierto que existe desafección hacia los partidos políticos y lo que representan, es cierto que ese hartazgo llega a unas instituciones europeas que vemos como caducas y lejanas y que, en nada parecen haber ayudado a que nuestro país saliera de la crisis, con una subordinación casi absoluta a las políticas económicas encarnadas por el gigante alemán.

Pero no debemos olvidar que, si eso ha pasado, ha sido porque la derecha se ha ido aprovechando de la falta de ilusión del votante de izquierdas que, en el 2009, fecha de las últimas elecciones europeas celebradas, se desmoralizó y bajó los brazos. Conclusión: sólo el 25% de los diputados europeos fueron elegidos en el seno de partidos socialistas. El 25 de mayo de 2014 no podemos permitir que la mayoría del parlamento vuelva a estar en manos de la derecha, y para eso es necesario movilizarse, volver a llenar nuestra mente y nuestra alma de ilusiones y encarar esta cita que se avecina con el sentimiento claro de victoria en nuestro interior.

Les confieso que he ido a votar en todas las elecciones desde que cumplí los 18 años, nunca me he abstenido porque, mi abuelo materno, ya fallecido, no cesaba de recordarme lo mucho que habían luchado hombres y mujeres de su generación y también de las siguientes, para que yo pudiera vivir en libertad y ejercer mi derecho a voto. Afortunadamente, los hombres y mujeres de mi generación luchan porque se cuente con sus opiniones, no sólo cuando se convoca una cita electoral, sino también desarrollando nuevos cauces de participación que canalicen los fervientes deseos de ser escuchados de gran parte de la sociedad.

Reconozco que, además, viviendo en una comunidad autónoma como Canarias, donde el sistema electoral es manifiestamente injusto, en las elecciones europeas, veo con agrado como el voto de un ciudadano que vive en un pequeño pueblo de Gran Canaria con 13.000 habitantes, cuenta exactamente lo mismo que el voto de mi ya fallecido abuelo que vivía en un pueblo de Valladolid de menos de 200. España es circunscripción electoral única, de ahí que los 54 parlamentarios europeos que nos corresponden puedan ser elegidos en una única lista electoral que se repetirá en todas las islas y provincias del estado y que, sin barreras electorales mínimas, sólo la más estricta proporcionalidad en el resultado dirimirá qué partidos políticos consiguen representación en Bruselas.

No cabe duda de que, además de lo expuesto, debemos ser conscientes de lo que nos jugamos con las normativas que emanan de Europa y que son de obligado cumplimiento para los países miembros. De nuestra capacidad de comprometernos dependerá, en gran parte, el cariz político e ideológico que tomarán las políticas europeas durante los próximos 5 años. Y créanme, ustedes pueden comprobar que nos jugamos mucho.

En cualquier caso, cada uno puede buscar las razones que más le satisfagan a la hora de motivarse para votar y comenzar a cambiar la situación actual. En mi caso, ya sé cuál será mi motivo principal: el deseo de cambio y de un futuro mucho mejor para mis hijos y el recuerdo de mi abuelo.

¡¡Va por ti, Marcelo!!

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