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Las tres fases del desarrollo turístico
El negocio turístico se genera en primera instancia por la puesta en explotación profesional de las visitas reiteradas de viajeros a un lugar que posee una determinada riqueza natural: naturaleza y playa, ruinas históricas y arte, grandes ciudades u otras riquezas, y la implantación como consecuencia de este fenómeno, de una planta alojativa que va aumentando de forma veloz y a veces incontrolada, en base al incremento de visitantes y también en virtud de la voracidad de los operadores, constructores e inversores.
La segunda fase consiste en la configuración de un resorte turístico que se va poco a poco consolidando y creciendo en base a la construcción de las correspondientes infraestructuras de carácter público y privado, para dar los necesarios servicios a los visitantes o turistas instalados en la planta alojativa que en un principio se construyó, y que en esta segunda etapa sigue creciendo y dando respuesta a una demanda de plazas por los agentes del mercado, es decir de los turoperadores, agentes de viaje y clientes directos conocedores del destino.
Una vez que se consigue un desarrollo del resort hasta unos niveles de capacidad alojativa adecuada, es decir una masa crítica que permite una economía de escala suficiente para generar un negocio próspero y dinámico que logra conseguir altas cotas de bienestar económico y social, se puede decir que el destino ha conseguido situarse en el segundo peldaño o “fase desarrollista”
A partir de este punto es cuando cualquier destino con la suficiente entidad, debe plantearse superar su estatus en el segundo peldaño para pasar al tercero, al que podríamos llamar la “fase de la excelencia”
Como consecuencia del estatus socioeconómico conseguido en el segundo peldaño del desarrollo industrial de cualquier destino turístico, los costes de producción de los servicios requeridos tanto alojativos como de otro tipo, transporte, ocio, servicios de todo tipo, se incrementan y resulta difícil competir en un mercado repleto de destinos emergentes alternativos, sobre todo en el llamado mercado de sol y playa.
Es en este estado de maduración del producto turístico en el que hay que establecer los criterios adecuados de planificación estratégica para que el destino pase a ocupar un puesto en el codiciado y exclusivo grupo de los “destinos excelentes” ya que de lo contrario y debido a la dificultar de competir a precios razonables, lo normal es que comience el periodo de maduración obsolescencia y deterioro del destino, con las consecuencias que todos conocemos, por los antecedentes en el mercado turístico español de destinos que han sido incapaces de conseguir traspasar la “barrera de la mediocridad”
Los destinos que quieren llegar al estatus de la “excelencia turística”, tienen que tener sobre todo las ideas clarísimas en materia de planificación estratégica, saber lo que quieren en lo relativo a su marketing mix, en base a los resultados que persiguen tanto a nivel privado, como social y público.
Lo principal es el diseño de las mejoras de producto que se quieren implementar, en materia de las seguridades y garantías de los clientes, en los servicios, en la oferta alojativa y de ocio y en todos aquellos atributos que doten al producto del nivel de calidad deseado y planificado.
Si se consigue diseñar e implementar una buena estrategia de producto, todos los demás factores del mix de marketing serán más fáciles y productivos, ya que se genera un índice de fidelización creciente en el tiempo y con ello se consiguen unos niveles de demanda del producto más competitivos.
La consecución de la llamada “excelencia turística” merece un capítulo aparte que prometo acometer en fecha próxima.
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