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De ferias y libros

José María García Linares

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No nos hemos recuperado todavía de la Feria de Abril y ya estamos liados con el Día del Libro. Desde luego esto es un no parar de jolgorio y alegría, de duende y de cultura hasta debajo de las piedras. Lo que nos gusta compartir con nuestros amigos una copa de fino y una novela de Almudena Grandes, una gamba blanca con el sabor exquisito del nuevo libro repetido de Ian Gibson sobre el asesinato de Lorca, o ese jamoncito que es poesía pura, como los versos de Marwan o César Brandon (bueno, quien dice versos dice líneas cortadas y puestas unas debajo de otras). Ojú qué arte. Somos así, de estar con la gente que queremos y hablar de nuestras cosas, como estuvieron haciendo en una caseta Susana Díaz y Pedro Sánchez, en la recepción de la Asociación de la Prensa. No hay cuchillo jamonero capaz de cortar en lonchas tanta tensión. Ella, con la boca llena de regañás, no le perdona a su secretario general que haya leído la última de Javier Marías, ni él, con su lamparón de rebujito en la camisa, que la presidenta de la Junta sea una aficionada a las novelas negras de Fred Vargas (no podrían ser rojas…). Las cosas del PSOE, oye, siempre inquietos por la educación y la cultura. Aunque es de justicia reconocer que no son los únicos, claro.

A la Bescansa, en Podemos, le ha dado ahora por escribir relatos anónimos de terror, a Errejón por asustarse con su lectura, como si de un contrato de la universidad de Málaga se tratara, y a Pablo Iglesias por dominarlos a todos (qué novedad) con el anillo morado que pone en peligro la Tierra Media, o a España entera, que diría Rajoy mientras devora la contraportada del Marca en plena presentación de la novela que cierra la saga de Juego de Tronos, escrita, como todas las anteriores, por Cristina Cifuentes, o eso dice ella. Está la cosa en el PP como para no escribir un libro o comprarlos a pares en días como estos. Corre uno el riesgo de que lo acusen de terrorismo literario… De Ciudadanos no voy a hablar mucho. Las malas lenguas aseguran que es “el negro” de la presidenta de la Comunidad de Madrid, aunque cualquiera sabe, ahora que en Francia está prohibido el uso de esta expresión y Albert Rivera quiere traerse para la alcaldía de Barcelona a Manuel Valls. Al final me van a meter un puro a mí.

Parece que uno de los títulos más vendidos, sobre todo en Cataluña, será la novela de Alonso Guerrero, ex marido de la reina doña Letizia (sí, la reina Letizia, aunque os fastidie, peñafielistas), en donde cuenta alguna que otra intimidad de sus años de matrimonio con la entonces periodista de la Primera y que la Ortiz, según los mentideros más nauseabundos de Madrid, le ha enviado a doña Sofía con una foto de las niñas en el interior y liado con un lazo tricolor. Claro, seguramente por eso tenía don Felipe esa cara al comenzar la final de Copa, por eso o porque estaba Cifuentes a su derecha, haciéndose pasar por doña Letizia, con esa cara de no me voy, me quedo, me voy a quedar. Aquí sí que echó de menos nuestro rey que su señora se le pusiera delante para que no saliera cabreado en la foto. Poco a poco se fue relajando y ensayando la sonrisa. Sospechaba que quizás iba a pasar lo que finalmente ocurrió, visto que el Sevilla seguía en la feria, con la tortilla de papas saliéndoles por las orejas. Que este año la Copa del Rey la gane el Barcelona es una genialidad del universo. Debe de ser el título 155 de la entidad, por lo menos.

En fin, no seré yo quien felicite a nadie por el Día del Libro, una práctica ridícula, irritante y chuminosa. Solo diré que ya que me he quedado otra vez sin feria, voy a ir a regalarme unas cuantas cosas que tengo pendientes, como las últimas novelas de Rafael Reig y de Marta Sanz. Y como me lo merezco, una botellita de manzanilla con la que regar la primavera y tu serena compañía, lector querido.

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